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Sociedad

Buzón de la esperanza: cartas para pacientes con COVID-19

Ilusión. Personal de los hospitales de Emergencia de Villa El Salvador e Hipólito Unanue lleva a los pacientes críticos mensajes de optimismo de sus familiares.

larepublica.pe
Labor difícil. El personal a cargo del 'Buzón de la esperanza' lee las cartas que los familiares envían a los pacientes. Foto: difusión

“Uno se debe colocar una coraza de hierro para leer una carta a un paciente que sabes que puede fallecer, pero que la familia tiene esperanza de que viva”, señala Bertha Canales, quien vive a su manera la dolorosa experiencia que le ha traído la pandemia.

Ella es enfermera en el hospital Hipólito Unanue y no solo batalla a diario contra un virus invisible, sino también contra el desánimo y cansancio para brindar esperanza y, en algunos casos, dar el último adiós a pacientes hospitalizados.

A través de cartas que redactan las propias familias y que el personal de salud lee en ocasiones, busca motivar a los pacientes para lograr su recuperación. Esta iniciativa nació, cuenta Bertha, al intentar ayudar a personas desesperadas que desconocían el estado de salud de sus parientes, y como parte de un trabajo de su segunda carrera universitaria.

“Algunos pacientes fallecían y las cartas estaban intactas, no había quien las leyera, y también el simple hecho de que los pacientes ni siquiera se enteraban que tenían una carta en la bolsa. Quise ayudar a que las familias tengan comunicación con los pacientes hospitalizados”, narra la enfermera.

Iniciadora. Enfermera del Hipólito Unanue Bertha Canales. Foto: difusión

La idea fue denominada inicialmente como ‘Compartiendo esperanza’, pero no fue sino hasta el 23 de setiembre del 2020 que recibió el nombre de ‘Buzón de la esperanza’.

El buzón, que no era otra cosa que una caja de latón, fue puesto cerca de la carpa COVID-19 del hospital Hipólito Unanue.

Actualmente, la iniciativa es manejada por nueve personas, pero cuenta con muchos más voluntarios. Durante la segunda ola han recibido alrededor de 35 cartas al día.

Según describe Canales, para ella continúa siendo complicado el “ponerse un escudo de acero” para evitar que tantas experiencias le afecten emocionalmente. “Vivir dentro de esa carpa COVID-19 es como entrar a una zona de guerra”, indica.

Una labor similar cumplen Linda Gonzales y Giuliana Macedo en el Hospital de Emergencia de Villa El Salvador, donde se ha implementado un sistema para despedir a un familiar infectado del COVID-19 en riesgo de morir. Cuentan que al ver a decenas de pacientes perder la vida esperando ingresar a una cama UCI, decidieron replicar una modalidad que utilizan con pacientes con cáncer terminal. Es así como desde junio del año pasado se comunican por video con familiares de hospitalizados, permitiendo que expresen sus sentimientos y puedan brindar un breve acompañamiento. Al día realizan 10 a 12 videollamadas, pero se comunican verbalmente con casi el doble de personas. “La carta debe demostrar afecto o agradecimiento. También sirve para pedir perdón y perdonar. Si finalmente esta persona fallece esa carta habrá sido una carta de despedida”, precisa la jefa del servicio de salud mental del HEVES, Linda Gonzales.

Giuliana Macedo. Foto: difusión

Si bien el proceso es complicado, la llamada se ha convertido en el momento más difícil del día. “Nos sentimos afectadas, a veces hemos llorado o nos hemos sentido muy impotentes. Me ha pasado que un paciente me ha implorado por una cama UCI y no podía hacer nada por ayudarlo”, cuenta con la voz un tanto quebrada.

Una situación semejante pasó la psicóloga Giuliana Macedo. La despedida del papá de un amigo suyo le sigue doliendo como si hubiera ocurrido ayer. “Tenemos estos tiempos muy cortos para lidiar con el duelo o preparar a la familia y eso fue lo que pasó con mi amigo. Fue muy difícil para mí. Su papá llegó a tener 25 de saturación, pero seguía luchando. Me dolió muchísimo porque el papá de mi amigo no quería morir”, relata.

Nadie está preparado para la muerte de un ser querido, señala. Durante la pandemia, esta experiencia es más compleja y dolorosa. No obstante, dice que un “duelo anticipado” podría evitar secuelas psicológicas posteriores al fallecimiento de un familiar. “Cuando todo esto termine, las familias que han perdido a alguien ¿cómo quedan? Se hacen duelos más complicados (...) Podemos tener múltiples trastornos mentales desde depresiones a situaciones de estrés postraumático”, explica.

A poco de llegar a las 67.000 muertes a causa del COVID-19, estas propuestas resultan importantes para miles de familias que quieren dar un digno último adiós.

Más buzones

En ambos nosocomios esperan que los proyectos se masifiquen en áreas UCI y en otros centros de salud. Experiencias similares se implementaron en la Villa Panamericana y se evalúa replicarlo en hospitales de Essalud.

Linda Gonzales. Foto: difusión

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