Por: Carlos Páucar
¿Qué tienen en común la agricultora Maribel Palomino Ccorahua de la comunidad cusqueña de Muñapata, Kely Quispe de la comunidad de Huasao, la enfermera Yolanda Chambi que vive en el distrito limeño de San Juan de Lurigancho?
¿Alejandra Mendoza que batalla a diario contra la diabetes de su mamá en Santa Anita y Gabriela Álvarez, quien ayuda en el telestudio a su niño y vende chocotejas en El Agustino?
Todas ellas son valientes mujeres que, pese al desconcierto inicial, soportaron la embestida de la pandemia y ayudaron a levantar la economía, la unidad, la esperanza de sus familias.
La mujer peruana ha tenido un protagonismo de primer nivel en los hogares que padecieron la larga y dura cuarentena, lo que aún no es suficientemente reconocido.
Los fines de semana Kely Quispe (21) preparaba algo más rico para sus hijos y su pareja, diferente al resto de la semana. Pero cuando llegó la pandemia ya no pudo ser. Su esposo perdió el trabajo y usaron los ahorros para educar a los niños.
Mira a su pequeña y dice: “En el campo, la pandemia nos dio un golpe tan fuerte que aún lo estamos sintiendo... Por ejemplo, tuvimos que comprar un celular para la teleducación y se habían disparado los precios del celular, de Internet”.
La pandemia impactó a su comunidad de Huasao, en Quispicanchis, Cusco, pero ella y la Asociación de Productoras Agroecológicas no se dieron por vencidas. “Nos asesoramos con la ingeniera Janet y apostamos a lo orgánico”.
Al principio, los esposos no entendían lo de las asesorías, las celaban. “Dónde irán, quién va a cuidar de los hijos, quién va a cocinar”, decían. “Pero nos acompañaron y se dieron cuenta de nuestro aporte”.
“Saben que deben valorar a la esposa porque en la familia somos más fuertes, soportamos todo, cocinamos, lavamos, atendemos a los hijos, somos maestras en casa. Todo lo hacemos”.
A Maribel Palomino Ccorahua (41), mamá soltera, con un hijo de 7 años, también el Covid-19 la encontró desprotegida. Había sido operada en marzo en Cusco y su herida hizo infección.
“Quise volver a mi pueblo, pero no podía caminar bien. Ese momento fue muy difícil, pensaba mucho en mi hijito”.
Finalmente, regresó a Muñapata para ayudar a sus padres a cuidar las chacras. “Lo más difícil fue no poder vender los productos por la inmovilización. Pero hubo algo positivo y fue pertenecer a la Asociación de Productoras de Quispicanchis”.
“La mujer del campo labora todo el día, en la chacra, cuidando el ganado, viendo la crianza de animales menores, dándoles comida, está en la cocina, en la educación, no descansa nada... A veces toca hacer el sembrío y llevo a mi hijo Hilton Jared, que pierde clases, se atrasa”.
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Revela que conoce casos de mujeres no agrupadas, en zonas más alejadas, que la pasan muy mal. No les llega los bonos del Gobierno, “hasta los dirigentes comuneros se olvidan de ellas”.
Quien tampoco conoce el cansancio es Yolanda Chambi (55). Se levanta a las cinco de la mañana todos los días para llegar puntual a las 6:00 a Puente Nuevo, desde donde se dirige al hospital Alberto Sabogal de EsSalud, del Callao. El coronavirus no ha podido detenerla.
Chambi reparte su tiempo entre su labor de enfermera, apoyar a sus hijos con el colegio y ver por sus padres -que viven en Arequipa- de manera virtual.
“A mí no me habían considerado para el área UCI Covid-19, yo misma busqué estar allí pese al peligro, les recordé a mis superiores que soy una de las más antiguas y tengo experiencia para las crisis sanitarias”. Y sigue aportando en esa área.
Para la socióloga María José Gómez, en el Perú y el mundo las mujeres han tenido un rol protagónico en la pandemia y les ha generado un impacto devastador que aún “no terminamos de ver con total claridad”.
“Las mujeres asumieron de forma desproporcionada lo que les dijeron desde chiquitas: ponerse al servicio de las demás personas. Esto se traduce en ‘cuidado’. Hemos –y seguimos– cuidando a niños y niñas, propios o no, y a personas mayores o enfermas".
"Que solamente cuiden las mujeres impacta tanto en su desarrollo humano y profesional. Se hace urgente que los hombres comiencen a hacerse cargo en la misma medida, tiempo y dedicación mental, con que lo hacemos nosotras”.
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Ese papel lo cumple la mujer en el hogar, donde no está a salvo del peligro. “En un informe de ONU Mujeres se concluye que el lugar más peligroso para la mujer, donde más de ellas mueren en el mundo, no es en una guerra, tampoco una pandemia, sino en el hogar. Es la violencia machista que se nutre de la impunidad de los agresores, de no ser mirados. El aislamiento facilitó esa impunidad”.
Asimismo, otro estudio, realizado por el MIMP y el PNUD, “Impactos de la epidemia del coronavirus en el trabajo de las mujeres en el Perú”, indica que la pandemia tiene un impacto diferenciado en las mujeres, por ser más vulnerables. Incluso antes de la emergencia, según dicho informe, ellas ya tenían menores tasas de ocupación laboral y en su mayoría ocupaban empleos muy precarios.
También indica que el Covid–19 afectó más a las mujeres pobres, indígenas, afrodescendientes. Y las afectó en la reducción de barreras laborales, la economía de los cuidados, el acceso desigual a las tecnologías, la erradicación de la violencia de género, etc.
Jóvenes mujeres como Alejandra Mendoza (24), de Santa Anita, también aportaron en sostener a sus familias.
“Mi mamá tiene 65 años, es diabética y tiene sobrepeso. El Covid-19 la afectó a nivel psicológico, tuvo mucho miedo, crisis de ansiedad y acudimos a la línea de salud mental 113. Yo acabé psicología en la Universidad Garcilaso, debía iniciar prácticas, pero no pude pues tenía que dedicarme a ella”.
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Emgui (25) tiene dos niños. Ya a los 15 años quedó embarazada y desde ahí batalla en la vida. Hoy vive en un cuarto pequeño en casa de sus abuelos. Ella quiere salir adelante y estudiar, vende productos en Villa El Salvador. “Vendo productos por Facebook o WhatsApp. Busco de alguna manera que generar dinero, debo hacer algo para mí y mis dos niños”.
Kiara (17) cuida de tres hermanos. Vive con su abuela en Villa El Salvador. Ayuda a su mamá en la venta de frutas para sacar adelante a su familia. “Iba a prepararme para postular a la universidad, para estudiar administración, la pandemia todo lo retrasó”.
Gabriela (24) por estos días prepara chocotejas con su hermana y las vende por El Agustino. “Yo trabajé en un call center y por la pandemia cerró. Se me hace difícil hallar un puesto, pues tengo poca experiencia en empleo formal. Y para trabajar en casa las empresas te piden computadora y no la tengo. Pero lucharé por mi hijo, es mi motor”.
Como afirma la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, de Sudáfrica, “nuestro empeño no debe consistir solo en sobrevivir al virus, debemos renacer de la crisis con mujeres fuertes, que ocupen el centro de la recuperación".
"El Covid-19 nos pone a prueba como la mayoría nunca lo había experimentado antes”.
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Los planes de los países para responder a la crisis por el Covid-19 han dejado de lado las necesidades de las mujeres en la mayor parte de los casos, revela un análisis publicado el lunes por ONU Mujeres y el PNUD.
De los 206 países estudiados, solo 25 (12%) han adoptado disposiciones en 3 áreas: la lucha contra la violencia de género, el apoyo a los cuidados no remunerados y el fortalecimiento económico de las mujeres.
Según Phumzile MlamboNgcuka, de ONU Mujeres, la pandemia asola a las mujeres. “Son víctimas de violencia doméstica encerradas con sus verdugos, realizan los trabajos de cuidados en las familias y comunidades y son trabajadoras de empleos sin protección social”.
Periodistas y comunicadores pueden poner en evidencia este impacto desigual, difunde el Foro de Cobertura de la Crisis Mundial de Salud del ICFJ.
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Rosario Sasieta, ministra de la Mujer
“A las mujeres de todo el país quiero decirles: nadie tiene el derecho a decir que no vales nada, nadie tiene el derecho a pegarte y que ese golpe lo sientas y lo calles, nadie”.
Emgui Trujillo, joven de 25 años
“Yo vendía perfumes y artículos por catálogo, pero dejé de vender cuando llegó la pandemia, ya la gente prefirió buscar alcohol, mascarillas. Ahora debo luchar por mis dos niños”.
María José Gómez, socióloga de la Fundación Forge
“No solo debe diferenciarse por género el impacto de la pandemia del nuevo coronavirus, sino también las medidas para aliviar la pobreza y la violencia de las mujeres y niñas”.
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