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Sociedad

Testimonios en plena cuarentena

Desde el confinamiento. Un canillita con más de 40 años ininterrumpidos distribuyendo los diarios y revistas. Una artista plástica que quedó varada en casa. Un maestro ceramista desde su casa taller en Cusco. Una arqueóloga desde la Universidad de Harvard. Un capellán enclaustrado en una base del Ejército. Una profesora sanmarquina que se reinventa. Un joven estudiante sorprendido y una ama de casa que aprovecha la tecnología.

Por: Roberto Ochoa y Ernesto Carrasco

El enemigo está al acecho, invisible y mortal.

Es un enemigo que acecha al mundo.

Ahora que millones de personas viven y sobreviven un proceso de confinamiento global e inédito en la historia de la humanidad, es revelador conocer sus testimonios de vida desde cada “prisión” domiciliaria.

Testimonios de ocho peruanos que han transformado sus actividades profesionales y personales, que se han sabido adaptar y han adquirido nuevas habilidades, sobre todo, gracias a la tecnología y a sus posibilidades comunicacionales.

Algunos también han generado nuevo conocimiento de reforzamiento corporativo mediante las redes sociales.

Desde lugares tan distantes como Lima, Cusco y Boston, son peruanos que comparten sus testimonios de confinamiento.

Si hay algo que los une, es este proceso inédito de cuarentena.

Varios saben de confinamientos y toques de queda pues les tocó vivir los aciagos años del terrorismo y de la grave recesión de fines del siglo XX. También soportaron las crisis de una epidemia anterior (el cólera) o el trance que dejaron terremotos y diluvios propios del fenómeno de El Niño.

Pero si algo tienen en común, es que esta cuarentena provocada por la pandemia del COVID-19 es un proceso inédito en sus respectivas historias.

Más allá de sus penas y pesares, de los proyectos frustrados por el confinamiento, de la tragedia de contar con algún familiar o amigo afectado por el virus, lo importante ahora es sobrevivir mientras se van reinventando.

Y todos tienen un factor común: la esperanza.

“Ese bicho no podrá con los ayacuchanos”

Diario puntual. La jornada diaria de don Daniel empieza a las 5 de la mañana, todos los días de la semana.

Desde las cinco de la mañana, los siete días de la semana, con pandemia o sin ella, don Daniel Rojas Castro monta su bicicleta y empieza a repartir los diarios en casi toda la urbanización Aurora, en Miraflores. Desde que empezó el confinamiento perdió casi la mitad de clientes (ahora tiene medio centenar), pero reconoce que está recibiendo nuevos pedidos y confía en recuperar su clientela: “Son gente culta y buenos lectores”, afirma. Don Daniel cumple con su protocolo de seguridad y reconoce que esto se favorece con la entrega de La República en una bolsa plástica que está previamente desinfectada. Su trabajo empezó en 1970 y desde 1987 tiene su puesto al lado de la panadería Rosse. Reconoce que la emergencia no quebró su rutina, pero sueña con algún día volver a su natal Puquio, en Ayacucho, que no visita desde hace 30 años. Don Daniel está orgulloso de saber que su patria chica es una de las regiones menos afectadas por el COVID-19. “Ese bicho no podrá con los ayacuchanos -agrega-; estamos bien alimentados desde niños”.

"Rescató óleos y esculturas que decoran su casa”

Manos a la obra. Maricruz Arribas en pleno proceso de restauración de uno de sus óleos en la mesa del comedor.

No había pasado ni una semana de la cuarentena cuando la artista plástica Maricruz Arribas Berensonhd sintió la necesidad de volver a su taller para terminar varias obras e instalaciones pendientes. Pero estaba impedida por el confinamiento, así que probó lecturas pendientes y películas por ver. A esto se sumo su indispensable yoga y la meditación. Pero el arte es su razón de ser, así que rescató óleos y esculturas que decoran su casa para desarrollar un proceso de restauración postergado. Manos a la obra, se dijo. En eso estaba cuando llegó la convocatoria de Cuatro en un Baúl para donar obras que aportarían a la compra de equipos para el personal médico que enfrente cara a cara a los contagiados. Su escultura fue una de las primeras en venderse. Desde entonces se multiplican las convocatorias similares: galería Forum, Villart, Municipalidad de Miraflores. Todas en ese espacio virtual que obliga la encerrona. Y esa es una buena razón para mantenerse activa hasta que llegue el día en que pueda volver a su taller.

“Una nueva rutina con la cuarentena”

Arte cusqueño. Tater Vera y su hijo Fernando Luciano conservan una tradición artística familiar.

Desde su casa-taller en el distrito de San Sebastián, Cusco, Tater Vera mantuvo su ritmo de trabajo pese a las malas noticias provocadas por la pandemia: la crisis que afecta al sector Turismo, la suspensión de las ferias de artesanos, la paralización de la ciudad-ombligo. Pero una buena noticia hizo olvidar todos los problemas. Su hijo Fernando Luciano Vera decidió postular a la Universidad Nacional Diego Quispe Tito para estudiar artes plásticas y así continuar la tradición familiar. Tater Vera reconoce que los días de cuarentena adquirieron una nueva rutina. Él y sus hijos se levantan temprano, realizan ejercicios de estiramiento y pasan al taller para proseguir las tareas decorativas y el despliegue usando la paleta cromática en formatos y ya diseñados para sus piezas. Luego viene la selección de piezas para esmaltar que luego irán al horno y esperar 24 horas entre quema y el enfriamiento para luego repintar y someter a otra quema y así retirar las obras y exponerlas a todos los amantes del buen arte vía redes sociales y su página web.

“Enseño sobre los incas... pienso en mi tribu”

Cátedra. La pandemia capturó a la arqueóloga Solsiré Cusicanqui Marsano en Boston, EEUU.

La pandemia la capturó mientras dictaba clases en la Universidad de Harvard. Hoy ya estaría de vuelta en Perú gozando las vacaciones, pero quedó varada en su departamento en Boston: “Me levanto, miro el celular, ninguna mala noticia, soy afortunada. Llega la ansiedad, prendo la computadora, pongo noticias de Perú, los mercados están infectados, pienso en mi familia. Cocino, hoy toca ají de gallina, recuerdo mi casa, mi mercado, el cabello blanco de mi mama. Enseño sobre los incas, los alumnos sonríen, enseñan sus khipus, pienso en Perú, extraño los Apus de Cajamarca, el campo, las suculentas con flores fucsias. Leo The Archaeology of Ethnicity, pienso en mi tribu, tengo que escribir, miro fotos, procrastino. Escucho noticias locales, recuerdo que soy inmigrante, me asusto, me enfurezco, me aterro. Cocino. Pienso en el mar, en Lima, en el olor a pescado. Leo y veo a mi tribu, los extraño con todo mi cuerpo, con mi nariz, mi piel, mi mano. Quiero regresar a todos los lados, planeo regresar a todos lados, me duermo”.

“Pastoral de Cristo ahora por internet”

Conduce. El padre Antonio Huertas transmite misa y hace participar a los fieles por internet.

Comparto esta experiencia desde mi vocación de servicio, que el Señor de los ejércitos me llamó y me dio los medios para proclamar, vivir y santificar a su pueblo, al enfrentar hoy esta nueva tormenta o tribulación, llamada coronavirus. Inicié el sacerdocio hace un cuarto de siglo, desde la costa hasta el sur andino de mi querido Perú. No me he detenido, y ahora, con todas las posibilidades de Internet, llevo la palabra de Dios en tiempo real. Participé en el diseño de una plataforma virtual, coordiné por teléfono con algunos fieles acerca del horario dominical para celebrar la santa misa con el propósito de que no solo la escuchen sino que participen en las lecturas y en el momento de la comunión, orar juntos y así llevar a cabo la comunión espiritual que la Iglesia nos propone. El objetivo es llevar consuelo y esperanza, también las recomendaciones sanitarias y de comportamiento cívico para evitar el contagio ante la pandemia. ¡Dios los bendiga y un saludo a las madres en su Día!

“Aprendí de bioseguridad y redes sociales”

Cohesión. Lili Díaz se adaptó a las circunstancias, y hoy más que nunca sus fundamentos son la unión y el amor filial.

Esta cuarentena ha transformado mis actividades familiares, domésticas y sociales: salir de compras con frecuencia, dar un paseo a mi mascota, ir a mis clases de baile en la casa del adulto mayor, visitar a mi entorno, sobre todo a aquellos de edad muy avanzada que necesitan de apoyo espiritual y de palabras de aliento para seguir adelante. Uno de los momentos que más extraño es asistir a los oficios eucarísticos católicos dominicales y las visitas al Santísimo de manera presencial. También, las reuniones de nuestro grupo de oración, y luego la amena conversación e intercambio de vivencias, pero felizmente, gracias a la tecnología, puedo seguir por la televisión la misa y todos los oficios religiosos. He aprendido todo lo que es bioseguridad doméstica y sigo al pie todas las recomendaciones decretadas por nuestro Gobierno porque soy consciente de que así cuido mi salud y la de los demás. Este momento ha unido más a mi familia y junto a mi nietecita he adquirido habilidades informáticas.

"Aprovecho el tiempo al máximo”

Propuesta. Genjy Simon pide a las autoridades invertir para lograr modernas universidades públicas.

Soy estudiante de Comunicación Social. Desde el inicio de la cuarentena he tratado de aprovechar todas estas horas de confinamiento social al máximo, obviamente, en casa, como todos, pasando tiempo con mi familia, viendo películas, leyendo, etc. En el ámbito académico, la UNMSM ha postergado las clases hasta el 1 de junio, prácticamente 2 meses del inicio oficial. La demora se debe a la adaptación de la universidad para llevar clases de forma no presencial de manera masiva. Analizando esta situación, se puede decir que el coronavirus está forzando a las universidades públicas a ser parte del siglo XXI, un siglo que se caracteriza por el manejo de las nuevas tecnologías y la digitalización de la información. Es el inicio de la transformación de la educación en el mundo y las universidades públicas no pueden quedarse atrás, por eso se debe seguir invirtiendo en las nuevas tecnologías para modernizar las centros de educación superior y lograr una educación pública de calidad con miras al futuro.

“¿Cuarentena? Para la universidad no”

Constancia. Jacqueline Oyarce, catedrática e investigadora, lleva adelante todos sus proyectos académicos.

La cuarentena es un estado casi natural para los docentes investigadores. Estamos siempre detrás de los libros, frente a la computadora, metidos en las bibliotecas, en los gabinetes de trabajo, discutiendo con los estudiantes y los colegas sobre los temas que preocupan. No somos ermitaños, pero tampoco tenemos muchos “planes” cada fin de semana. Lo que más se extraña es vernos y reírnos de las bromas de los estudiantes, la calidez que brinda el contacto humano, las miradas, las sonrisas, las expresiones de desconcierto cuando estamos frente a algo de la realidad que no entendemos. La interfaz difícilmente reemplaza esto. Pero es lo que hay y tratamos de utilizar de la mejor manera. En MediaLab UNMSM, el grupo de investigación al que pertenezco, seguimos adelante. Uno de ellos es periodismo universitario. Analizamos lo que ocurre en los medios peruanos en el ámbito de la desinformación, un virus mortal. Estamos coorganizando un evento con la Universidad de Granada para el 21 y 22 de este mes.