Federico Rosado
Docente
Cuando se aplican encuestas, buena parte de los encuestados responden con escepticismo. Las respuestas suelen ser “No voy a votar por nadie” o “Todos son iguales”. Luego suceden una serie de calificativos negativos: inmorales, deshonestos, sinvergüenzas, delincuentes, conchudos, caraduras, bribones, cínicos, falsos, mentirosos, maleantes y un largo etc. Hablamos de los políticos. Como el viejo chiste: están tomando lista en el partido.
Lamentablemente, la historia política de las últimas tres décadas nos demuestra que la mayoría de los políticos han sido inmorales, deshonestos... eso tiene un efecto: decepción. Por eso “voy a votar por nadie”.
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La opción “nadie” es anular el voto, lo que equivocadamente llamamos “voto viciado”. Es voto nulo. O también como protesta dejar en blanco la cédula electoral.
Así pasó en la elección congresal del 2016 en Arequipa: 11.0% en blanco, 21.3% nulo. Total 32.3%. A nivel nacional fue 35%. Ese voto finalmente favoreció a los malos políticos.
¿Por qué no elegir a ningún candidato es perder el voto? Si he llegado a la conclusión que nadie merece mi confianza, que son inmorales.
Porque las leyes peruanas dicen que es un voto inválidamente emitido. Sólo vale si el voto es por un partido. Salvo cuando los blancos y nulos sean más de dos tercios de la votación total. O sea, 66.67% más un voto. O sea, imposible. A pesar que nos consta que la mayoría de los políticos son inmorales...
¿Por qué la mayoría no anula o deja en blanco su voto? El mal menor. O la ilusa y escondida esperanza de que de repente sale bueno.