Un argumento fuerte a favor del velasquismo dice que sin un shock como el que organizó la Fuerza Armada el país nunca se hubiera modernizado. ,Estamos a días del cincuentenario del tres de octubre velasquista, y nadie espera celebraciones. Disuade de ello el carácter antidemocrático del hecho y la naturaleza polémica de algunas de sus decisiones. Sus detractores son un grupo mucho más decidido que sus defensores. Los primeros hablan de golpe, los segundos de revolución. Desde cualquier posición que se asuma frente a los siete años de Juan Velasco Alvarado, este sería el momento para un debate nacional sobre el tema. Pero da la impresión de que hay demasiados problemas actuales como para que ese debate se produzca. Además es posible que en el Perú medio siglo no sea lapso suficiente para semejante balance. Parte del problema está en el plazo mismo. En los rankings de mérito presidencial Velasco ya es ubicado en la antigüedad republicana, pero su presencia política no se ha extinguido. Aún sé es velasquista o anti-velasquista en algún grado, un parteaguas político que ya no se da realmente frente a, digamos, Ramón Castilla, o incluso Manuel Prado. Sus principales reformas de redistribución social, inspiradas por el colectivismo, pronto fueron reemplazadas por el antiguo individualismo. Su estatismo tuvo que ceder el paso a las actuales formas de propiedad privada sin atenuantes. Su nacionalismo duró un tiempo más, pero al final fue barrido por las necesidades de la globalización. ¿Entonces cuánto hay de velasquismo en el paisaje de estos tiempos? Un argumento fuerte a favor del velasquismo dice que sin un shock como el que organizó la Fuerza Armada el país nunca se hubiera modernizado. Otro es que Velasco desactivó en parte la bomba de tiempo social que el Perú venía cultivando. Este nos invita a imaginar un Sendero Luminoso sin Reforma Agraria. Nada de esto se presta a un debate fácil. Sobre todo porque no es exclusivamente teórico. Quienes fueron parte de ese movimiento (como este columnista) todavía le reconocen importantes méritos a Velasco. Quienes se le opusieron desde el primer día lo siguen haciendo, con furia pero también con algunos argumentos. Un debate nacional en forma en estos meses sería el mejor homenaje. Pero no lo veremos en este cincuentenario, el último que hubiera tenido algo de pasión. El centenario habrá sobrevivido a todos los protagonistas, y quitado filo a muchos de los argumentos.