Sr. Presidente: la ciudadanía no le va a perdonar un arranque de caballo con una parada de burro. Si no hay reforma y si no hay referendo, Sr. Presidente, dese por vacado.,En el Perú, los líderes políticos con más aprobación son Julio Guzmán con 23% y Verónika Mendoza con 21%, según la encuesta de Ipsos publicada el sábado por El Comercio. Según la misma encuesta, La Sra. K. Fujimori tiene solo 13% de aprobación y si bien está en empate técnico con Barnechea (14%) y Acuña (14%), tiene 82% de desaprobación (ellos tienen 61% y 74%, respectivamente). Al único que le va peor que a Fujimori es a Alan García con 7% de aprobación y 90% de desaprobación. De cada 10 peruanos: 9 desaprueban a García; 8 a Keiko; 7 a Acuña y 6 a Barnechea. De esos mismos 10, a Mendoza y a Guzmán los desaprueban 2. De todos ellos, el único que no tiene injerencia alguna en ningún poder del Estado es Guzmán, quien solo aparece en las redes sociales -aupándose con tibieza al sentido común mayoritario- y en sus cumbres descentralizadas que nadie sabe a ciencia cierta cómo se financian. Mendoza, Barnechea, Acuña, Fujimori y García tienen, todos, representantes en un Congreso al que, solo 1 de cada 17 peruanos aprueba (6%). Pero la encuesta de GfK también revela que la percepción ciudadana sobre el desempeño del gobierno por sectores es entre mediocre y mala: cae la aprobación en la gestión de la educación en los colegios, los servicios de salud, los programas sociales y la gestión de conflictos sociales, la lucha contra la delincuencia, el desarrollo del empleo y el cuidado del medio ambiente. En un país en el que la ciudadanía no reconoce la separación de poderes en el Estado ni mucho menos las atribuciones, competencias, roles y responsabilidades de cada uno de ellos, la noticia de que la clase política esté tan desprestigiada augura peligros que conocemos bien. Y el que esa clase política sea, además, inepta e ineficaz, al punto de volver irreconocibles (o indistinguibles entre sí) los poderes y las instituciones del Estado, incrementa la frustración y la animadversión hacia esos poderes, instituciones, autoridades, funcionarios y representantes. De todos ellos, en todos los poderes del Estado. En estas circunstancias, el que la aprobación del Presidente Vizcarra casi se haya duplicado entre julio y septiembre (de 27% a 52%) puede ser atribuible casi con exclusividad a la actitud que ha tomado en la lucha contra la corrupción y en la trayectoria de colisión en la que esta lucha lo ha colocado frente al Congreso y, en particular, a la BanKada de la Sra. K. Fujimori. Perder de vista la fuente de su aprobación le puede costar la cabeza a Vizcarra: no es su gestión, no son sus ministros, no es su carisma, no son sus resultados, no son sus viajes: es el pleito que se ha comprado, contra quién se lo ha comprado y cómo lo está llevando. Es típico de los políticos intentar culpar a otro(s) de sus propios yerros (o delitos o inconductas). Desde el “olón” de la Herradura hasta los narcoindultos, pasando por el puente que se desplomó sin caerse y las negadas reuniones con periodistas amigos de los cuellos blancos del puerto. Hoy, la Sra. K. Fujimori atribuye su caída a una “campaña de los medios de comunicación” y al costo político de encabezar -ella y solo ella- una lucha frontal “contra la corrupción” que, oh maravilla, solo uno de cada 8 peruanos percibe (ese es su 13%). El único factor de cohesión que le queda a la BanKada es su capacidad de ofrecer y garantizar impunidad y por eso necesitan desesperadamente conservar su número (solo así conservarán a Gonzalito y mantendrán a Hinostroza calladito). Se viene la radicalización del periodo del terror dentro de Fuerza Popular; pero cuanto más apriete el puño, más arena escapará. Sr. Presidente: la ciudadanía no le va a perdonar un arranque de caballo con una parada de burro. Si no hay reforma y si no hay referendo, Sr. Presidente, dese por vacado.