León Trotsky fue uno de los líderes de la revolución rusa de 1917 y de la naciente Unión Soviética. Tras la muerte de Lenin y el ascenso al poder de Joseph Stalin, fue perseguido y finalmente deportado en 1929. Peregrinó en Turquía, Francia y Noruega, pero tuvo que marcharse por presiones soviéticas.
En este periodo, el líder ruso sufrió muchos atentados y era sabido que Stalin había puesto un precio a su cabeza. Diego Rivera, influyente muralista mexicano, convenció al presidente Lázaro Cárdenas de ofrecerle asilo político en el país azteca.
Fue así como, el 9 de enero de 1937, Trotsky llegó a México con 57 años y en un buque petrolero llamado Ruth, junto a Natalia Sedova, su segunda esposa. Aquel día, Rivera estaba enfermo, por lo que Frida Kahlo, su esposa de 29 años, fue a recibir al líder ruso. De esa forma inició un breve y apasionado romance que acabó con una tragedia. Esta es la historia.
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León Trotsky vivió en la Casa Azul, la segunda vivienda de Kahlo y Rivera durante dos años. En ese tiempo mantuvieron una relación clandestina que quedó marcada en cartas y pinturas que ambos se enviaban. Se comunicaban en inglés, idioma que la esposa de León no manejaba, y, de acuerdo a Jean van Heijenoort, secretario líder del político soviético, los flirteos entre ambos eran evidentes.
Ambos solían encontrarse a escondidas en la casa de la hermana de la artista. El político dejaba notas de amor en los libros que luego le prestaba y ella le regaló un autorretrato que él colocó en su estudio.
“Para León Trotsky con todo cariño, dedico esta pintura el día 7 de noviembre de 1937. Frida Kahlo. En San Ángel, México”, se puede leer en la pieza que la artista regaló al líder ruso.
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A continuación la transcripción de una carta que Trotsky le envió a Frida Khalo:
“Frida, amada, al contemplar esta noche tu rostro de cervatillo, he descubierto que jamás conseguiré hacerte a un lado de mi cabeza, no se diga de mi corazón. Arde mi sangre como una lámpara votiva al lado de mi mesa y es como un cerrojo (...), una noche en Colloacan. Dejo este papel debajo de tu puerta y debo volver a aclarar que no hubo diferencias entre nosotros. Ni la espina dorsal abre un surco insalvable en los hemisferios de una espalda. Me cuesta precisar en cualquier caso, tal vez por mi alma eslava, si ese espacio abierto entre nosotros podrá cerrarse y cicatrizar. Te amé desde siempre y a escondidas. Me encontraba dueño de un juego de principios en los que me arrellanaba como un castor y esquivaba el fantasma de tu bigote, tu porte de soldadera y esa sed de besos (...). He pagado con creces ese acto de soberbia, el hacerte mía. Yo viví una de esas desafortunadas juventudes y a tu lado he volado como el pájaro que vuela por el solo placer de volar, Frida (parte ilegible en el original) allí donde se supone que se enciende el fuego originario, pronto fueron rumores”.
A pesar de que los encuentros eran clandestinos, pronto la esposa de Trotsky y Diego Rivera se enteraron. El político tuvo que mudarse y se dio por terminada la aventura breve pero intensa.
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En ese momento, el soviético y el mexicano se distanciaron, incluso hubo una polémica por el apoyo queeste último le dio al general Francisco José Múgica, por lo que León lo calificó como “infantil en la política”.
Rivera respondió de forma macabra: el 2 de noviembre de 1938, Día de los Muertos en México, le envió una calavera humana con la palabra Stalin escrita en la frente.
El poder de Stalin crecía al mismo ritmo que los enemigos de Trotsky. Fue así como el 20 de agosto de 1940, a pesar de la seguridad que tenía, Ramón Mercader, un agente secreto de Stalin, logró escabullirse en el entorno más cerrado del líder soviético y lo mató de un golpe en la cabeza con un picahielo.
En aquel momento, Frida Kahlo fue acusada de ser cómplice del asesinato porque se había encontrado con Mercader en París un año antes y fue encarcelada. Sin embargo, por la falta de pruebas fue liberada.