Historia. En 2009, Artyom Sidorkin (entonces 28 años) tosía sangre con frecuencia. Por sus fuertes dolencias en el pecho, decidió acudir al hospital de su Rusia natal. El primer examen que le hicieron fue una radiografía. Los médicos advirtieron un presunto bulto en el pulmón que, creyeron, parecía un tumor. El jefe del Centro de Oncología de Udmurtian, Vladimir Kamashev, tenía pocas dudas: se trataba de un cáncer.
Para confirmarlo, antes de operarlo, decidió aplicarle una biopsia. "No me lo podía creer... llamé a mi ayudante para que echara un vistazo", contó entonces Kamashev. En el tejido pulmonar vio unas cuantas agujas verdes clavadas.
Foto: KP.RU
Eran 5 centímetros de ramas de abeto, árbol de tronco alto y recto que puede elevarse hasta 60 metros. El oncólogo recordó haber parpadeado tres veces y pensar en un árbol de Navidad. Pronto planteó hipótesis.
Artyom no podía haberlo inhalado sin desgarrar algún músculo y provocar una hemorragia. Ni siquiera habría llegado al pulmón. La única opción fue que se tragó un minúsculo capullo de planta y que el fruto brotó en el órgano dañado.
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"Me explicaron que estaba tosiendo sangre no por algún tipo de enfermedad, era solo que las agujas tocaban los capilares... Fue muy doloroso, pero, para ser honesto, ni siquiera sentí que hubiera algún tipo de cuerpo extraño en mí", declaró el paciente a la prensa rusa.