
El 20 de agosto de 1960, Chile quedó paralizado por un crimen que estremeció a todo el país. Jorge del Carmen Valenzuela Torres, un campesino analfabeto y con problemas de alcoholismo, asesinó brutalmente a Rosa Elena Rivas y a cinco de sus seis hijos en un paraje conocido como 'La Isla', a orillas del río Ñuble. El hecho no solo causó horror por la violencia con que se perpetró, sino también por el contexto de pobreza y marginalidad en que ocurrió.
La prensa de la época bautizó rápidamente al asesino con un apodo que lo marcaría para siempre: 'El Chacal de Nahueltoro'. La magnitud del crimen generó una persecución policial sin precedentes y, tras semanas prófugo, Valenzuela fue capturado en Pemuco. El juicio fue rápido y la sentencia ejemplar: primero condenado a 33 años de prisión, la pena se agravó hasta llegar a la condena máxima, la pena de muerte por fusilamiento.
Jorge Valenzuela Torres fue ejecutado en la cárcel de Chillán por sus homicidios cometidos. Foto: La Tercera
Durante su estadía en la cárcel de Chillán, Valenzuela sorprendió a la sociedad chilena. Bajo la guía del capellán Cruz Eloy Parra, aprendió a leer y escribir, abandonó el alcohol y se dedicó a la carpintería. Más allá de esas habilidades, el religioso aseguró que el hombre mostró un arrepentimiento sincero y un cambio espiritual profundo.
Incluso llegó a mantener correspondencia con Tilda Jaque, una mujer con la que compartía creencias religiosas y que se convirtió en su apoyo emocional. Este giro en su vida planteó un debate nacional: ¿qué hacer con un criminal que, aparentemente, se había rehabilitado? Pese a los esfuerzos del sacerdote por conmutar la pena capital, la justicia y el presidente Jorge Alessandri se negaron a dar marcha atrás.
El 30 de abril de 1963, Jorge Valenzuela fue fusilado en la cárcel de Chillán. Sus últimas palabras fueron un reconocimiento de que, al cometer los crímenes, era un hombre sin valores ni conciencia, marcado por la ignorancia y la violencia. Su muerte, sin embargo, no apagó la historia: con el tiempo, su tumba en San Carlos comenzó a recibir flores, oraciones y ofrendas de quienes lo consideraban un símbolo de redención.
Hoy, cada 1° de noviembre, en el Día de Todos los Santos, cientos de personas acuden a su sepultura con pedidos y agradecimientos. Para sus devotos, Valenzuela se convirtió en un santo pagano, patrono de los arrepentidos y mártir de los marginados. Para otros, su veneración es una afrenta a la memoria de las víctimas. Más de seis décadas después, el 'Chacal de Nahueltoro' sigue siendo una figura que divide entre la condena y la fe.

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