Más allá del asombro atávico que nos provoca la visión del cielo estrellado, resulta fascinante comprobar que estamos contemplando el pasado: el Sol, la estrella más cercana, está a solo ocho minutos luz. Aquicito nomás. Es decir, su luz tarda ocho minutos en recorrer la distancia que nos separa del inti. La siguiente estrella más cercana es Próxima Centauri, ubicada solo 4,2 años luz. Si esta estrella estuviera colapsando en estos precisos instantes para convertirse en, digamos, una supernova... tardaríamos cuatro años y pico en enterarnos. Y hay algo en la antigua cosmovisión andina que nos une a Próxima Centauri: sus “hermanas, Alfa y Beta Centauri, son los “ojos” de la llama cósmica, esa enorme sombra de la Vía Láctea que para nuestros antepasados era un camélido pisoteando al atoq, el zorro.
Pero lo que viene ofreciendo el supertelescopio espacial James Webb va más allá del asombro. Fotografió la denominada SMACS 0723 (foto 1), un área del universo que sucedió hace 13.000 millones de años y que recién podemos contemplarla en todo su esplendor. Es decir, nos ha permitido ver la luz más antigua del universo, una instantánea que sucedió apenas 100 milloncitos de años después del Big Bang.
La primera. Con su cámara de infrarrojo captó el cúmulo de galaxias SMACS 0723 mientras apareció hace 4.600 millones de años.
El telescopio Webb fue lanzado al espacio en Navidad y no solo es el telescopio más grande y avanzado en el espacio, sino que también ha abierto una nueva era en la astronomía. Sus estudios van desde el génesis del universo, la evolución de las galaxias, el ciclo de vida de las estrellas y la composición de los exoplanetas.
La ingeniera de sistemas Aracely Quispe Neura es una científica peruana que participó en la construcción del telescopio Webb, con su parasol del tamaño de una cancha de tenis y sus grandes espejos exagonales bañados en oro. Una maravilla de la ciencia moderna. “En el mes de Fiestas Patrias me siento orgullosa de ser parte del equipo de trabajo que hizo posible la puesta en órbita con éxito del James Webb, y hoy nos da su primer alcance (fotografía)”, comentó Quispe Neura en su cuenta de Twitter.
En la fotografía 2 podemos contemplar la nebulosa del Anillo del Sur. Lo que vemos es la conmovedora imagen de una vieja estrella que, en su agonía, emite anillos de gas y de polvo desde hace miles de años, ubicada a más de 2.000 años luz de distancia, pero los científicos podrán conocer las intimidades moleculares en las capas de gas y polvo. Como para redefinir muchos conceptos nuevos para la ciencia astronómica.
Agonía estelar. La hermosa nebulosa Anillo del Sur es la dramática agonía de una estrella.
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De todas las imágenes presentadas hasta la fecha, sobresale la silueta de una formación estelar conocida como NGC 3324, en la Nebulosa Carina. Su belleza y singularidad responde a que el telescopio Webb capta la luz infrarroja, lo que permite un paisaje cósmico espectacular con precipicios, quebradas, cumbres y otros detalles de la “geología” propia de la formación de una estrella. La fotografías, además, revela por primera vez áreas previamente invisibles de nacimiento de estrellas.
Si el telescopio espacial Hubble nos maravilló durante varios años con sus espectaculares vistas del universo, el Webb promete sorprendernos con nuevos paisajes que permitirán a los científicos dar nuevas respuestas a los misterios del cosmos.
Presentación. Contó con la presencia del presidente Biden.
Agua. Junto con estas imágenes se dio a conocer el espectro del exoplaneta WASP-96 b, que ha captado la señal inconfundible del agua. La capacidad de ver desde los exoplanetas vecinos hasta las galaxias más lejanas del universo primitivo hace del Webb una especie de máquina del tiempo que será capaz de captar la luz emitida poco antes del Big Bang.