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“Bye, bye, Boris”: sin pena ni gloria, Johnson deja Downing Street

Reino Unido. Sus más cercanos colaboradores tuvieron que renunciar en masa para que el primer ministro británico se dé por aludido y accediera a dimitir... pero seguirá en el cargo.

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Adiós, adiós. Hasta sus más cercanos colaboradores se mostraron sorprendidos por su resistencia a presentar su renuncia. Foto: EFE

Por Judith Mora

No hubo emoción ni connotaciones épicas, tristeza o alivio. Boris Johnson se despidió de Downing Street a su estilo: rompiendo las convenciones, preparando su futuro y culpando a los demás de su suerte.

Para la multitud de periodistas que esperaban a las puertas del número 10 -donde se ubica la oficina del primer ministro-, el anuncio de su dimisión fue menos dramático de lo anticipado, en parte por su discurso sin contrición y también porque su salida del Gobierno se prevé larga y tortuosa.

En medio de una brisa suave que alborotaba su inconfundible pelo rubio, Johnson se dirigió a la nación desde el atril de los mensajes históricos, ante el cual previamente dijeron su adiós sus antecesores David Cameron en 2016 y Theresa May en 2019.

A su derecha, le ofrecieron apoyo moral y algunos aplausos una hilera de sus colaboradores más estrechos, entre ellos la ministra de Cultura, Nadine Dorries, y su circunspecto jefe de prensa, Guto Harri, antiguo presentador de la BBC, ahora guardián de numerosos secretos.

También estaba su esposa Carrie, de llamativo rojo, que cargaba en una mochila a Romy, la hija pequeña de ambos. Johnson les agradeció a ella y a su familia “todo lo que han tenido que aguantar y por tanto tiempo”.

Su alocución de poco más de seis minutos quedó ahogada por momentos por el bullicio procedente de la avenida Whitehall, detrás de la verja de acceso a la calle Downing, donde cientos de personas se agolparon para ser testigos de la muerte anunciada del líder.

Además de algunos abucheos, sonó, nunca más oportunamente, el himno del ubicuo manifestante contra el Brexit Steve Gray, que desde un amplificador reproduce una versión dedicada a Johnson de la canción de 1975 ‘Bye, Bye, Baby’, de los Bay City Rollers.

“Adiós, adiós, Boris adiós, nadie llorará, después de dejar la Unión Europea es hora de que tú te vayas (...), eres un mentiroso y un farsante”, entona.

Incluso quienes conocen bien al político de 58 años han admitido estar conmocionados no solo por su resistencia a dejar el poder pese a los ruegos de sus diputados y ministros, sino también por su incapacidad de admitir ninguna responsabilidad en el caos que ha rodeado su mandato de menos de tres años.

Como columnista profesional que es, Johnson disparó dardos en su alegato, donde enumeró sus logros -según él, el Brexit, la gestión de la pandemia y el apoyo a Ucrania- y acusó a sus colegas de actuar con mentalidad de “rebaño” al querer echarle tras haber conseguido en las elecciones del 2019 la mayor mayoría “tory” desde 1987.

Mostró “dolor”, pero solo por verse forzado a abandonar “el mejor trabajo del mundo”, y “remordimiento”, únicamente por no haber conseguido convencer a su partido para que le permitiera quedarse.

A pesar de más de 60 dimisiones entre sus filas, Johnson eludió disculparse por sus errores o los escándalos que ha propiciado, entre ellos las juergas durante la pandemia en la sede gubernamental de Downing Street, donde se deduce que el ambiente era hoy menos festivo.

“Si Johnson se queda de okupa, hará una carnicería”

La clase política británica, principalmente los propios “tories”, están alarmados ante la perspectiva de que Johnson siga de jefe del Gobierno en funciones hasta que se elija un sucesor, pues temen que haga más estropicios y aproveche el tiempo para asegurarse su carrera.

Su antiguo asesor Dominic Cummings, al que cesó en noviembre del 2020 por diferencias irreconciliables, ha pedido en Twitter que se le desahucie hoy mismo y advierte de que si se queda “de okupa” hará “una carnicería”.

Algunas fuentes conjeturan que Boris Johnson quiere mantenerse unos meses más en el cargo para poder festejar, como su boda con Carrie en Chequers, la residencia campestre fuera de Londres.