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A 30 años del genocidio de Joyalí, la “mayor matanza” contra el pueblo de Azerbaiyán

El 26 febrero de 1992, las Fuerzas Armadas de Armenia terminaron con la vida de 613 azerbaiyanos en actos que se consideran crímenes de guerra o de lesa humanidad.

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El trágico final de cientos de azerbaiyanos ocurrió durante la primera guerra entre Armenia y Azerbaiyán por el territorio de Nagorno Karabaj. Foto: Daily Sabah

Una página negra de la historia se escribió el 26 de febrero de 1992 en Azerbaiyán. El Ejército de Armenia realizó una ‘limpieza étnica’ de una parte de azeríes en la localidad de Joyalí, donde vivían alrededor de 7.000 habitantes.

Con la desintegración de la Unión Soviética, los armenios actuaron para apoderarse estratégicamente del importante poblado, que contaba con el único aeropuerto en la región, e ingresó en estado de bloqueo en los últimos días de 1991.

El funesto final de cientos de azerbaiyanos ocurrió durante la primera guerra entre Armenia y Azerbaiyán, y era un momento en el cual varios pueblos y ciudades ya se encontraban bajo fuego.

Testimonios de la tragedia

“Yo tenía 10 años en ese entonces. Desde que habían empezado los combates en 1988, todas las noches mi padre me decía qué hacer si lo tomaban prisionero, cómo hacerme cargo de la familia al ser el hermano mayor, que cuidara a mi madre. Esa noche, la ciudad ya estaba rodeada. Con mi familia, decidimos escapar por el bosque. Pero los armenios nos emboscaron y estuvimos ocho días prisioneros. En ese bosque, perdí muchos primos y tíos. Algunos fueron asesinados y otros continúan desaparecidos”, relató Anar Usubov, sobreviviente de la masacre, desde Estados Unidos, donde reside desde 2014, que fue citado en un artículo de Federico Muiña y Héctor Barros publicado en Panamá Revista.

Otra de las que pudieron salvarse fue Durdana Aghayeva, quien tiene 49 años y es comunicadora social. Durante esa fatídica noche de febrero, al igual que Usubov, pudo escapar por el bosque, pero también fue capturada junto a toda su familia.

“Me torturaron durante ocho días, hasta que se realizó el intercambio de prisioneros. Por suerte, muchos familiares lograron sobrevivir, pero hubo gente que jamás volví a ver. Que invadieran la ciudad era algo esperable, nuestro país no tenía equipamiento y la ciudad la defendíamos nosotros. Lo que no esperábamos fue la decisión de exterminar a un pueblo”, contó Aghayeva, que todavía vive en Bakú, capital de Azerbaiyán.

En poco tiempo, fueron asesinadas 613 personas, entre ellas 63 niños, 70 ancianos y 106 mujeres. Asimismo, varias familias fueron exterminadas por completo, 1.275 personas fueron tomados de rehenes, mientras 150 siguen desaparecidos.

Al aniquilamiento de Joyali y las cercanías le siguieron las migraciones forzadas, los refugiados internos y las burlas. Foto: difusión

“Muchas de las personas que hoy están desaparecidas eran, en ese entonces, jóvenes de entre 18 y 25 años. Los oficiales armenios los veían como una potencial amenaza. Recuerdo que separaban a estos muchachos del resto y muchos de ellos hoy son un enigma”, aseveró Usubov.

A diferencia de Anar Usubov, de 39 años, muchos sobrevivientes —algunos conocidos suyos— no pudieron resistirlo, y optaron por quitarse la vida. “Es algo de lo que se habla poco, porque es tabú. Pero ocurre con muchas de estas situaciones de gente que no logra rearmar su vida por el nivel de trauma que supone”, explicó el joven azerbaiyano.

Un total de 24 estados de los Estados Unidos y 17 países han reconocido este crimen de lesa humanidad como genocidio, entre los que sobresalen Perú, Colombia, Guatemala, Honduras, Sudán y México —donde en 2012 se inauguró un monumento dedicado a las víctimas inocentes del genocidio de Joyali—.

En el libro del periodista británico Thomas de Waal “Black garden: Armenia and Azerbaijan through peace and war”, el autor citó a un jefe de Policía armenio que expresó: “El verdadero motivo de la masacre fue la revancha”.

El propio Serzh Sarkisian, en ese entonces jefe militar de Armenia y luego presidente, indicó que con la masacre de Joyalí los armenios habían roto el estereotipo de pueblo débil que no puede atacar civiles en un conflicto.

Al aniquilamiento de Joyali y las cercanías le siguieron las migraciones forzadas, los refugiados internos y las burlas. De Waal citó la cobertura del diario The Times, el cual reseñó que “varios de ellos, incluida una niña pequeña, tenían heridas terribles: solo le quedaba la cara”.

De Waal aseguró que “poco a poco se fue difundiendo la noticia de que se había producido una masacre en Joyalí. Al principio, muchos en el mundo exterior se mostraron reacios a creerlo porque la mayor parte de la cobertura mediática internacional del conflicto hasta ahora había presentado a los armenios como las principales víctimas del conflicto, más que como agresores”.

Según el informe de Human Rights Watch, lo acontecido en Joyalí es “la mayor matanza en el curso de la guerra entre Armenia y Azerbaiyán”, teniendo como consecuencia la ocupación de alrededor del 20% del territorio azerbaiyano desde 1992.

El funesto final de cientos de azerbaiyanos ocurrió durante la primera guerra entre Armenia y Azerbaiyán. Foto: difusión

Actualmente, Azerbaiyán trabaja incansablemente con el objetivo de transmitir la verdad sobre el genocidio de Joyalí para asegurar su reconocimiento en el ámbito internacional, exigiendo a la comunidad internacional que no escatime sus esfuerzos para llevar a los perpetradores ante la justicia.

El país euroasiático, reconocido en el mundo por su multiculturalismo, donde más de 40 etnias hace siglos conviven sin ningún problema, continúa comprometido con su trayectoria y política de diálogo, paz y cooperación regional, siempre convencido de que el único camino de lograr la prosperidad en la región pasa por la reconciliación y paz perdurable.

En relación a esa meta, en el 2008, se lanzó la campaña de sensibilización internacional “Justicia para Joyalí”. El fin de la iniciativa es difundir lo sucedido elevando la conciencia y atrayendo la atención de la comunidad internacional sobre esta desgracia.