Por: Itzia Huillcahuari y Renzo Gonzales Cáceda
El 14 de setiembre se informó al mundo sobre el posible descubrimiento de fosfina en las capas de nubes de Venus. Para los científicos, esto podría ser un indicador de vida, ya que este gas es producido por organismos vivos en la Tierra.
A solo horas de este anuncio, las agencias espaciales de Estados Unidos y Rusia pusieron más atención que nunca al ‘planeta infernal’. Desde la NASA se aventuraron a decir que era momento de “priorizar Venus”. Mientras que la rusa Roscosmos reiteró la fecha para el lanzamiento de la sonda interplanetaria Venera-D, con fines exploratorios.
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Para esta misión, se asumió, como se tenía previsto desde el 2015, un trabajo conjunto entre ambas agencias. No obstante, el director ejecutivo de Roscosmos, Alexandr Bloshenko, se apresuró en precisar que habrá limitaciones con respecto a la cooperación estadounidense.
El jefe de la corporación, Dmitry Rogozin, corroboró esta afirmación e incluso aseguró que consideran que “Venus es un planeta ruso”, por lo que el proyecto Venera-D será exclusivamente nacional, aunque no rechazarían una colaboración de la NASA y otros entes.
El proyecto Venera-D tiene por objetivo buscar huellas de bacterias capaces de vivir en las nubes de la atmósfera de Venus, que se encuentra saturada de ácido sulfúrico. Desde el 2015, se convirtió en un programa conjunto entre Rusia y EE. UU. Sin embargo, la ex Unión Soviética es la única con historia en cuanto a exploraciones en el planeta.
En 1960 lanzó Venera-1, la primera nave espacial en caer dentro de la esfera gravitacional de Venus. Años después le siguieron Venera-4, Venera-5 y otras once misiones que ayudaron a recabar importante información sobre las condiciones del vecino de la Tierra.
“El dispositivo soviético Venera-13 sigue siendo el poseedor del récord del tiempo de operación en la superficie en toda la historia: transmitió una señal a la Tierra durante 127 minutos”, recordó Bloshenko.
Ahora bien, el hallazgo de fosfina –lo cual aún debe confirmarse– no significa necesariamente que haya vida en un planeta como Venus, sobre todo por sus características hostiles: un ambiente cargado de gases de efecto invernadero y una atmósfera sumamente densa.
Pese a ello, el ‘infierno’ del sistema solar posee un entorno más amigable, ubicado a 50 kilómetros sobre su superficie, según datos obtenidos por la NASA. Ahí, se encuentran nubes altas, una presión y una temperatura más parecidas a las que hay en la superficie terrestre en un día cálido a 20 °C.
Es en esta área donde aparentemente se encuentra el gas incoloro tóxico e inflamable, con olor a ajo y pescado podrido: la fosfina, también llamada fosfano, cuyo origen pueden ser organismos vivos o procesos químicos.
La fosfina es producida en la Tierra principalmente por microbios que habitan en ambientes donde no hay oxígeno. Pero también, aunque en menor proporción, por fuentes abióticas (sin presencia de vida).
Sin embargo, en Venus descartaron la mayoría de estas posibilidades debido a algunos factores en sus condiciones del hallazgo, por ejemplo, su abundancia, de al menos mil veces más de lo detectado en la Tierra.
Rómulo Cruz, químico del Laboratorio de Investigación Fisicoquímica de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), explica que solo quedan entonces pocas alternativas para determinar el posible origen de la fosfina hallada en Venus.