Uno de los episodios más importantes de la historia moderna fue la caída del Muro de Berlín, han pasado 30 años de este hecho histórico que cambió el destino de Europa y del mundo. Era el otoño de 1989 y los líderes políticos de la República Democrática Alemana (RDA) no vieron otra salida ante la presión social, que exigía reformas democráticas, libertad y abrir la frontera.
Miles de personas hacían colas en embajadas de países del Este para tratar de cruzar el telón de acero. El deseo de viajar más allá del muro de cemento que encerraba la RDA era a esas alturas casi irrefrenable. La presión popular provocó que Erich Honecker, el secretario general del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED), sea reemplazado el 18 de octubre por Egon Krenz, considerado más moderado y reformista.
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Hasta que llegó el recordado 9 de noviembre de 1989, el muro de la vergüenza, como se le conocía en gran parte de Occidente, o de protección antifascista, como lo llamaba el gobierno de la RDA, cayó y fue posiblemente el símbolo más conocido de la división del país, luego de su reunificación.
Tras enterarse de la caída del muro en Berlín, el peruano Daniel Gutierrez Hess se reunió con sus compañeros de la Universidad de Oldenburgo en Alemania; rápidamente tomaron en mano combas, martillos y cinceles, y fueron parte de este importante capítulo de la historia mundial.
Pese a que han pasado 30 años de la destrucción de la frontera interalemana, Daniel Gutierrez Hess lo recuerda como un hecho muy cercano.
“Yo tenía 20 años, en febrero de 1989 voy a Alemania a estudiar Ciencias Políticas, y me agarra la noticia en clases, fue una sorpresa para alemanes y extranjeros, muy comentada en las aulas universitarias. Con un amigo chileno y brasileño decidimos viajar a Berlín, allí encontramos miles de personas en la zona, nunca lo voy a olvidar”, recuerda Daniel Gutierrez, quien agrega que los trenes a Berlín estaban abarrotados porque todos querían ser parte de este acontecimiento mundial.
El objetivo era quedarse con un pedazo del muro en la casa, como recuerdo de este acontecimiento que marcó en la vida de Daniel Gutierrez y de muchos alemanes y extranjeros que se encontraban en Berlín en aquel día.
“Recorrimos varios kilómetros del muro y encontramos un paso fronterizo donde gente de la RDA cruzaba la frontera a la República Federal de Alemania (RFA), a bordo de unos pequeños carros, como fueron los Trabant, todos celebraban. Esa noche ya se hablaba de que un siguiente paso podría ser una unificación, lo que sucedió un año después”, cuenta el analista político.
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Muy cerca de Daniel Gutierrez se encuentra su madre, Angelika Hess, una ciudadana alemana con pasaporte peruano que nació en la antigua ciudad de Königsberg prusiana (hoy Kaliningrado - Rusia), en el año de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Antes de finalizar la guerra, su madre y abuelos cargaron maletas, mochilas y con ella de tan solo 2 años de edad huyeron de la ciudad, al enterarse que el Ejército Rojo iba a invadir las zonas pobladas por el pueblo alemán.
Años después, Angelika Hess vivió la convulsionada posguerra en Alemania y residió en una vivienda a una cuadra del famoso Muro de Berlín. Posteriormente se marchó de Europa y se afincó en el Perú en 1970, para ser testigo del terrorismo que nuestro país sufrió en las décadas de los ochenta y noventa.
“Cuando nació Daniel, vivimos a una cuadra y media del Muro de Berlín, en un quinto piso, donde podíamos ver la otra parte de la ciudad, mis padres vivían en la zona de la Alemania Oriental, mientras que yo estaba en el otro lado, era muy difícil poder visitarlos. Cuando escuché la noticia de la caída del muro, me encontraba en Lima y me emocioné mucho, pude comunicarme con mis padres, pasaron pocos meses y viajé a Alemania”, recuerda Angelika Hess.
Ya en Berlín, Daniel y Angelika recorren la ciudad en la zona oriental, diferencian las alamedas largas y anchas, era un estilo de arquitectura stalinista, pocas tiendas, sentían que la ciudad estaba desierta en comparación con la zona occidental.
Es ahí donde sale la figura del excanciller alemán Helmut Kohl, considerado el padre de la reunificación de Alemania, quien convenció a Mijaíl Gorbachov, líder soviético, George Bush, mandatario estadounidense, y a sus aliados europeos, de permitir que la RDA se uniera a la RFA en 1990, un año después del derrumbe del muro.
“Los soviéticos se estaban reformando a través de Gorbachov, con su política de la Perestroika, abriendo política y económicamente a Rusia hacia el occidente, aunque los antiguos líderes de la RDA no querían seguir la nueva política, pero fueron obligados por la gente”, analiza Daniel Gutierrez.
Helmut Kohl propuso negociar una unión económica y monetaria alemana, una de las decisiones más complejas de instrumentar. A partir del 1° de julio de 1990 se hizo realidad la unión económica, monetaria y social entre los dos Estados y quedaron suprimidos todos los controles en la frontera, determinación que desembocó en la unificación final de Alemania en octubre de 1990.
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Pero existía un problema, que al unificarse Alemania había mucha desigualdad social en ambos territorios. Un ejemplo es que mientras por un lado conducían vehículos como Porsche o Mercedes Benz, en el otro lado, un alemán con mucho esfuerzo adquiría un pequeño Trabant, vehículo que se producía únicamente en la Alemania comunista.
“Se tomaron muchas medidas, como privatizar las empresas estatales en la zona oriental. En algunas ciudades se sintió una recesión y una migración a la zona occidental, buscando mejores ofertas laborales. Además, se aumentaron los impuestos a los alemanes occidentales, para superar el problema económico, provocando el descontento de la población”, explica el analista político.
Pese a muchos problemas y complicaciones, 30 años después del Muro de Berlín, Alemania es un país próspero, con una economía líder en la Unión Europea y una sociedad más igualitaria y sin fronteras. (Colaboración José Alvan S.)
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