Hace 60 años, la perra Laika se convirtió en el primer ser vivo en dejar la Tierra rumbo al espacio. El 3 de noviembre de 1957, fue lanzada en el satélite ruso Sputnik 2. Su misión: un viaje sin retorno para orbitar la Tierra.
Laika pasó de vagar en las calles de Moscú a ser el primer animal que sufrió la cruenta carrera espacial llevada a cabo entre Estados Unidos y la Unión Soviética, liderada por Rusia. Después de ella, 27 animales murieron en accidentes por imprevistos durante el viaje.
Laika, en cambio, fue el único animal enviado con la certeza de que tendría una muerte segura en el espacio exterior.
El primer satélite ruso desocupado, el Sputnik 1, entró en órbita el 4 de octubre de 1957. Esta noticia animó al presidente Nikita Kruschev y se sintió con la potestad de exigirle a Sergey Korolev, ingeniero responsable del programa espacial, otro gran logro para conmemorar el 40 aniversario de la revolución comunista.
La propuesta de Korolev fue enviar un perro al espacio. El detalle era que solo sería un viaje de ida, pues en ese entonces no se disponía de la tecnología suficiente para lograr el retorno del satélite. Por tanto, el animal estaba condenado a morir dentro o fuera de la Tierra, todo dependía del ‘éxito’ de la misión.
El presidente aceptó, probablemente porque nunca había tenido una mascota canina, tal como sugiere el investigador Alexander Nikonov.
Laika fue entrenada durante semanas dentro de la cápsula. Foto: BBC.
Según la BBC, el primer criterio de selección que se tuvo en cuenta era el tamaño del perro. Debido a las dimensiones del cohete, el animal debía pesar como máximo 7 kg. Además, debían estar acostumbrados a situaciones de supervivencia. Por eso se optó por los perros callejeros.
Se consideraba a las hembras más disciplinadas, y a los perros de pelo liso más adecuados para la instalación de sensores.
Laika, que poseía todas estas características, fue seleccionada dejando atrás a dos finalistas. Una estaba embarazada y la otra tenía en las patas una mala interacción con la luz.
Laika pasó las pruebas de supervivencia, pero las condiciones del viaje fueron letales para la perra. Foto: AFP.
Evidentemente, el Sputnik 2 no estaba diseñado para aterrizar: era un cilindro de cerca de cuatro metros de altura y dos metros de diámetro. Sería como una lavadora viajando a gran velocidad.
Laika fue introducida en la pequeña cápsula con un dispositivo para la regeneración química del aire y un alimentador automático, el cual estaba diseñado para abrir, dos veces por día, la tapa de un recipiente con una mezcla de nutrientes gelatinosos.
Durante el lanzamiento, los sensores implantados en Laika mostraban que el ritmo de sus pulsaciones aumentó considerablemente; era tres veces por encima de lo normal. Poco después, la humedad aumentó y la temperatura dentro de la cápsula llegó a pasar los 40 grados centígrados.
Tras seis horas, los sensores registraron una parada cardíaca en la perra. Laika había muerto como consecuencia del supercalentamiento de la cabina y del estrés.
Durante décadas, el gobierno de la Unión Soviética divulgó la noticia de que Laika había muerto después de una semana en órbita, sin dolor. Sin embargo, las primeras evidencias del calvario de Laika fueron presentadas en el 2002, en el World Space Congress, en Houston (EE. UU.), por Dimitri Malashenkov, del Instituto para Problemas Biológicos de Moscú.