Después de la Guerra de las Malvinas, Yuyachkani presentó en Argentina ‘Los músicos ambulantes’ y fueron despedidos como estrellas rock. “Era un grito de ¡Perú, Perú, Perú! ... fue impresionante. Como en la obra son 4 animales distintos, era pensar en una Latinoamérica unida. Y la migración es el gran tema de estos tiempos”, nos responde por teléfono Miguel Rubio. El grupo cultural se presenta mañana y el domingo en el Gran Teatro Nacional con el mismo elenco y con su “tradición” de poner en escena su pensamiento crítico. “El olvido es una amenaza latente”, agrega.
— Hay una frase en la obra: ”la esperanza es lo penúltimo que se pierde” ¿A quién se dirige Yuyachkani?
— Nuestro primer público fueron los obreros, los migrantes. En la búsqueda de ese espectador, de ese escenario que era la canchita deportiva, el local sindical, ahí nos hemos formado. Es un público que no concede, que si no le gusta se levanta y se va. Ha exigido que sus temas no sean telón de fondo, sino, temas protagónicos. Ese espectador para nosotros ha sido un agente transformador.
— La obra nos recuerda que estamos, en cierto sentido, en el mismo lugar. ¿Qué piensa de la vigencia de esta pieza?
— Estamos en una dura crisis sin salida, de esta clase política que realmente no está a la altura de este país maravilloso, no merecemos este entrampamiento. ‘Los músicos ambulantes’, desde ese lugar pequeño que es el teatro, nos está hablando de un sueño de diálogo de lo diverso, en un país confrontado. Es la obra más modesta, la menos pretenciosa, pero la que más nos enseñó del oficio y del país.
— En el guion, son artistas excluidos. Y, en la actualidad, solo en el teatro y en el cine se ve más inmigrantes en protagónicos...
— Así es. La negación de la cultura hegemónica y los medios de comunicación que tienen una lógica de negación de la realidad y más bien utiliza estereotipos ¿no? Yo tengo mucha fe, esperanza, expectativa en lo que el teatro independiente puede hacer. No podemos esperar que el gran capital, que el teatro entendido como industria, o el cinema entendido como un divertimento sea lo preponderante siempre. Es una lucha, una discusión permanente.
— A pesar del ‘terruqueo’ o de otros calificativos ¿no?
— No se puede tapar el sol con un dedo. Vemos como en un gobierno como este, el ministerio de Cultura es la última rueda del coche- salvo alguna excepción- es un lugar de negociación política antes de una expresión de una política cultural que se quiera implementar. Eso es lamentable.
— Ustedes son un grupo autogestionario. ¿Qué cambios hubo por la pandemia?
— Es un privilegio tener una sala. Hicimos una gira que nos permitió juntar. Dijimos: nos vamos de vacaciones al Caribe o compramos un espacio(sonríe). Con la pandemia ha sido muy duro, pero al mismo tiempo, nos ayudó a reorganizarnos. Ahora hay un movimiento de grupos de teatro independiente, son casi 100 en todo el país. Próximamente habrá un pronunciamiento necesario. Como Yuyachkani, hicimos la terraza cultural y pasamos sombrero. También hemos incorporado el Día de los Muertos en nuestro calendario, ponemos un altar, invitamos a los vecinos a que traigan fotos para que recuerden a los ausentes. Ese retomar una visión comunitaria del teatro, es una respuesta a cómo la pandemia nos golpeó.