
Tres años después de su última visita, Billy Idol cumplió su promesa: volver a Lima para encontrarse con sus seguidores peruanos. Desde horas antes del concierto, las colas que se formaron en los alrededores de la Arena 1 no solo mostraban expectativa, sino devoción. Fanáticos de todas las edades —desde quienes lo escuchan desde los años 80 hasta jóvenes que lo descubrieron gracias a plataformas digitales— se reunieron para recibir a una de las voces más reconocibles del rock.
La antesala estuvo a cargo de Miki González, figura clave del rock peruano, quien puso al público en sintonía con una presentación sólida y nostálgica. Pero sería a las 9 de la noche cuando la verdadera explosión musical comenzó.
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Las luces se apagaron, los celulares se alzaron como antorchas modernas y los gritos sacudieron la Arena 1. Billy Idol apareció con su clásico gesto desafiante, levantando el puño, y abrió el concierto con “Still Dancing”, uno de sus lanzamientos más recientes. La elección no fue casual: la canción es una especie de manifiesto, un recuento de su vida desde sus días en la escena punk londinense hasta su lugar como leyenda viva del rock. El público la recibió con emoción, dejándose llevar por un estribillo que celebra la persistencia y la pasión.
Sin pausa ni presentación, la banda golpeó los primeros acordes de “Cradle of Love”, uno de sus grandes éxitos de los noventa. La Arena 1 estalló: algunos levantaron las manos, otros corearon el estribillo desde el primer verso. Y de inmediato siguió “Flesh for Fantasy”, que desató una ola de teléfonos grabando, saltos y ese coro sensual que, pese al paso de los años, sigue vibrando con la misma fuerza.
Billy Idol en su concierto en el Arena 1. Foto: composición LR/Carlos Felix / URPI -LR
La secuencia continuó con temas como “77” y “Eyes Without a Face”, esta última recibida con una respuesta particularmente emotiva. El público iluminó el recinto con miles de luces blancas, acompañando la balada con un coro que casi opacaba al propio Idol. Es uno de sus temas más queridos y lo demostró en cada nota.
Otro momento especial llegó con el solo de guitarra de Steve Stevens, su compañero creativo de décadas. La ejecución electrizante —una mezcla de virtuosismo, teatralidad y ese sonido que define la estética sonora de Idol— arrancó aplausos prolongados y ovaciones que parecieron no tener fin.
La fiesta siguió con “Mony Mony”, que desató el desenfreno total. El público no solo coreó el pegadizo estribillo; también improvisó los cánticos rítmicos que desde hace años acompañan esta canción en vivo alrededor del mundo.
Concierto de Billy Idol en el Arena 1. Foto: composición LR/Carlos Felix / URPI -LR
A partir de la mitad del concierto, Billy Idol no levantó el pie del acelerador. Interpretó temas como Dream Into It, Too Much Fun, Gimme the Weight, Ready Set Go y Blue Highway, mientras la energía del público se mantenía intacta. Sin embargo, los momentos más intensos estaban reservados para los clásicos mayores.
Cuando comenzaron los primeros acordes de “Rebel Yell”, la Arena 1 se convirtió en un rugido colectivo. Idol, consciente del impacto del tema, incitó al público a gritar el “More! More! More!” con toda la fuerza posible. Fue, sin duda, uno de los puntos más altos de la noche.
Luego llegó “Dancing With Myself”, un himno que cruzó generaciones y que desató una coreografía espontánea entre los asistentes. Muchos fans saltaron abrazados, otros levantaron sus vasos de cervezas casi vacíos y hasta se formaron pequeños círculos de baile cerca de la zona general.
La temperatura subió aún más con “Hot in the City”, que añadió un toque provocador y urbano al cierre. Y el tramo final incluyó “People I Love”, una canción más íntima que permitió un respiro emocional antes del esperado desenlace.
Fans de Billy Idol en su concierto en el Arena 1. Foto: composición LR/Carlos Felix / URPI -LR
Para despedirse, Billy Idol reservó otro de sus mayores clásicos: “White Wedding”. A los primeros acordes, la multitud respondió con un grito unísono, como si todos supieran que asistían al clímax de la noche. El coro fue cantado a todo pulmón, mientras Idol recorría el escenario agradeciendo a su banda y al público peruano por “mantener viva la llama del rock”.
“Han estado fantásticos. Gracias. Ha sido una noche fantástica. Magnífica. Sé de lo que hablo. Sean de donde sean, sé que muchos son de Lima, pero hay gente que viene de todas partes del mundo a estos conciertos. Sean de donde sean, de una forma u otra, han influido en mi vida. Me han ayudado a hacerla increíble, fantástica. Probablemente me han ayudado a escribir estas canciones. Quiero darles las gracias por hacer mi vida tan genial”, fueron las últimas palabras de Idol a su público.
Al final, quedó claro que ni el paso de los años ha logrado enfriar la chispa entre Billy Idol y sus seguidores. Anoche, en la Arena 1, ambos demostraron que el rock sigue siendo ese lenguaje poderoso que los une, los mueve y los mantiene bailando —todavía— con la misma fuerza de siempre.

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