Las mujeres en el Perú trabajan en total 9 horas con 15 minutos más que los varones. Esto, considerando tanto el trabajo doméstico no remunerado como el remunerado, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
A detalle, las mujeres dedican poco más de 29 horas semanales a los quehaceres del hogar, mientras que los varones, apenas 16 horas. Sin embargo, para el empleo remunerado son los hombres quienes trabajan más de 50 horas semanales frente a las 36 horas que dedican las féminas (ver infografía).
Según la abogada laboralista Alejandra Jiménez, estas cifras reflejan que culturalmente se vincula el rol de la mujer a las actividades en el hogar, las cuales deben complementar –y muchas veces sobreponer– a las oportunidades de trabajo remunerado. Además, sostiene que la carga familiar afecta su participación en actividades y oportunidades de crecimiento e interacción en espacios laborales informales donde “tradicionalmente los hombres hacen conexiones o toman decisiones empresariales”, lo cual va acentuando la brecha de participación e ingresos.
Las mujeres en el espectro urbano a nivel nacional ganan en promedio S/ 1.097, mientras que los hombres, S/ 1.466; es decir, lo que obtienen las féminas representa el 74,8% del total de los varones y provoca una brecha de S/ 369,20, de acuerdo a las Estadísticas con Enfoque de Género del INEI a junio del 2021 frente a julio del 2020.
Jiménez recuerda que este tipo de datos no necesariamente reflejan que a dos personas –sin distinguir el sexo– se les paga diferenciadamente por hacer la misma actividad, ya que, en determinados puestos y mejor remunerados, hay mayor presencia de un género sobre otro en el que se perciben menos ingresos.
No obstante, si se compara el ingreso promedio entre hombres y mujeres con estudios superiores, hay una diferencia de S/ 470 (ver infografía); e incluso antes de la pandemia, según el BID, por cada S/ 100 que ganaba un hombre, una mujer con las mismas calificaciones y características recibía solo S/ 74,10.
Alejandra Osorio, líder de consultoría en capital humano de EY, sostiene que se debe comenzar a incluir una perspectiva de género en los planes de recuperación, siendo una apuesta elemental brindar mayor flexibilidad para que las mujeres puedan equilibrar su vida laboral y su rol en el hogar; ya que existen prejuicios en parte del empresariado a la hora de contratar mujeres.
“Hay razones culturales en las que el empleador apuesta más y paga más por el hombre al creer que el compromiso de la mujer no va a ser igual por sus responsabilidades como madre o por la perspectiva errada de que una mujer por el solo hecho de ser mujer será menos agresiva en dotes comerciales o será más temerosa al riesgo (empresarial)”, explica la especialista.
Perú cuenta con la Ley 30709 desde hace un par de años, la cual prohíbe específicamente la discriminación remunerativa entre hombres y mujeres.
Para Jiménez, la ley tiene una excelente intención, pero solo recae en el sector formal, y se ha visto reducida con el crecimiento de hasta 80% de la informalidad. No obstante, reconoce que se busca impulsar la transparencia a través de los cuadros de categoría, en donde una empresa detalla lo que aporta cada empleado independientemente de su naturaleza y ubicación.
Inequidad. Según la laboralista Alejandra Dinegro, la participación femenina en puestos directivos en nuestro país llega al 30%.