
La idea de devolver la vista a personas que la han perdido por completo parecía un sueño lejano para muchos pacientes en el mundo. Sin embargo, un nuevo dispositivo desarrollado ha demostrado que la visión —aunque sea parcial— puede recuperarse incluso en casos que el diagnóstico sea irreversible. Se trata de PRIMA, una prótesis ocular que combina un microchip inalámbrico implantado en la retina con unas gafas de realidad aumentada capaces de proyectar imágenes directamente sobre el interior del ojo. Los primeros resultados, publicados en la revista New England Journal of Medicine, muestran que esta tecnología ha permitido a pacientes con degeneración macular avanzada volver a leer libros, identificar señales y distinguir formas con precisión sorprendente.
El dispositivo desarrollado en Stanford Medicine, ha despertado enorme expectativa entre los expertos y en los pacientes. La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) es la principal causa de ceguera irreversible en adultos mayores. Más de cinco millones de personas en el mundo padecen su forma más severa, la denominada atrofia geográfica, que destruye los fotorreceptores del centro de la retina y borra cualquier capacidad de ver detalles, colores o leer. Ante un resultado clínico tan prometedor, surge la pregunta: ¿qué tan cerca estamos de que esta tecnología llegue a países como Perú? Para analizarlo, La República consultó al Dr. Carlos Wong, vicepresidente de la Sociedad Peruana de Oftalmología, quien revisó los datos del estudio y explicó las posibilidades reales de esta innovación.
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El dispositivo se compone de dos partes: un microchip fotovoltaico ultrafino, de 2 por 2 milímetros, que se coloca bajo la retina mediante una vitrectomía. Y unas gafas de realidad aumentada que capturan imágenes con una microcámara y las proyectan en tiempo real usando luz infrarroja.
Prima es un microchip inalámbrico que se implanta en la parte posterior del ojo. Foto: EFE/ Consorcio Science Corporation
A diferencia de prótesis oculares anteriores, PRIMA no requiere cables ni una fuente de energía externa: El chip es sensible a esa luz infrarroja proyectada desde las gafas, y cumple las funciones de los fotorreceptores naturales que han sido dañados por la enfermedad. Esta independencia permite una experiencia más natural.
El Dr. Wong explica que la clave está en integrar la visión dañada del centro del ojo con la visión periférica que muchos pacientes aún conservan. “Lo que intentan estos chips es tratar de integrar un poco la imagen central con la imagen periférica para que pueda hacerse una visión más normal”, señala. En los primeros modelos, la resolución era muy limitada, con apenas unos pocos píxeles funcionales, pero la tecnología ha evolucionado hasta permitir que los usuarios identifiquen letras, números y palabras.
“Las resoluciones previas eran muy bajas. Primero empezó con 8 megapixeles, luego 32 y después 64. Todo va evolucionando”, explica Wong. Los diseños antiguos, además dependían de un cable que llevaba la información desde el chip hacia la parte posterior del cerebro, “algo muy complejo”, indica el especialista. En cambio, la versión actual utiliza una conexión totalmente inalámbrica, mucho más estable y segura. Sin embargo, a pesar de los progresos, "todavía es muy incipiente la tecnología de la visión", agrega.
El estudio de PRIMA evaluó a 38 pacientes mayores de 60 años, todos con atrofia geográfica severa por DMAE y con una visión central prácticamente ausente. Tras la cirugía, los participantes comenzaron a usar las gafas entre cuatro y cinco semanas después. Aunque algunos distinguieron patrones desde el primer día, la mayoría experimentó mejoras progresivas tras meses de entrenamiento, similar al proceso que requieren quienes reciben un implante coclear para recuperar audición.
Izquierda: Simulación de la visión de un paciente con degeneración macular. Derecha: Simulación de la visión de un paciente mejorada con la prótesis ocular. Foto: Laboratorio Palanker.
De los 32 pacientes que completaron el primer año del ensayo, 27 recuperaron la capacidad de leer y 26 obtuvieron una mejora clínicamente significativa en su agudeza visual, equivalente a avanzar al menos dos líneas en una tabla optométrica. Algunos alcanzaron niveles tan altos como 20/42 de agudeza visual, algo impensable para un ojo que estaba prácticamente invidente.
Para su vida cotidiana, la experiencia también fue transformadora: los participantes pudieron leer señales de transporte público, etiquetas de alimentos y libros. Además, las gafas permiten ajustar el brillo, el contraste y realizar zoom de hasta 12 aumentos. Dos tercios de los pacientes manifestaron satisfacción media o alta con el uso del dispositivo.
Aunque se registraron eventos adversos —entre ellos hipertensión ocular, desgarros en la retina periférica y pequeños sangrados subretinianos— todos se resolvieron en un plazo de dos meses y ninguno puso en riesgo la vida o la integridad del ojo a largo plazo.
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Si bien el estudio demuestra que la visión protésica ya es una realidad, el Dr. Wong advierte que todavía estamos frente a una tecnología en desarrollo, con resultados variables y con margenes de falla.
La prótesis ocular ha logrado devolver la visión a personas con ceguera irreversible a consecuencia de una atrofia geográfica. Foto: EFE/ Consorcio Science Corporation
El Dr. Wong advierte que “todavía hay una alta tasa de fracasos” y que es necesario refinar el procedimiento antes de pensar en un uso generalizado. “Puede que demore unos años para llegar a ser algo más asequible para todos”, afirma.
Hoy, PRIMA ofrece solo imágenes en blanco y negro, sin grises, lo que limita el reconocimiento facial y algunos detalles finos. Los equipos científicos ya trabajan en software y chips de mayor resolución capaces de reproducir toda la escala de grises y miles de píxeles adicionales, pero estos avances aún no están disponibles para pacientes.
Aunque la prótesis es actualmente el implante más avanzado para recuperar la visión central, no es el único método en desarrollo. El Dr. Wong destaca especialmente el avance de la terapia génica, una alternativa que actúa directamente sobre las mutaciones responsables de enfermedades hereditarias de la retina.
“Se está empezando a desarrollar otro tipo de cirugías con las cuales se modifica genéticamente. Algunas enfermedades que sabemos que van a ser progresivas… una terapia génica que modifique esta mutación puede llegar a corregir este defecto”, explica. Este tipo de intervenciones ya ha mostrado resultados alentadores en niños con retinitis pigmentosa (enfermedades genéticas que llevan a la pérdida de la visión), aunque su acceso sigue siendo extremadamente limitado debido al alto costo de los estudios genéticos y de las operaciones, además de la necesidad de equipos médicos altamente especializados.
En ese contexto, el experto explica: "Aunque estos procedimientos están disponibles, son de acceso muy limitado el acceso porque los estudios genéticos se hacen normalmente en el extranjero y son muy costosos. Se necesita de un equipo de médicos experimentados, desde que los estudios iniciales hasta el desarrollo de la cirugía. Lo que estamos hablando es de cirugías muy costosas, con técnicas muy avanzadas, pero que están modificándose poco a poco para poder llegar a ser cada vez más perfectas".
La barrera económica es enorme. Los avances médicos de alta complejidad suelen llegar primero a Estados Unidos y Europa, donde los sistemas de salud y los seguros cuentan con mayor capacidad para incorporarlos. En esta parte del continente, el panorama es distinto.
“Los primeros estudios empiezan normalmente en Estados Unidos, que tiene una capacidad económica mayor”, señala Wong. Mientras un dispositivo no cuente con aprobación de la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos), es muy difícil que compañías de tecnología médica lo ofrezcan en nuestra región. “Es difícil que pueda llegar a Latinoamérica, porque no somos su primera opción”, añadió.
Los especialistas coinciden en que estamos en una etapa temprana, pero prometedora, del desarrollo de la visión artificial. La combinación de chips retinales, gafas inteligentes, algoritmos de reconocimiento y terapias génicas abre posibilidades impensables hace apenas dos décadas.
Consultado sobre la posibilidad de una visión completamente biónica, el Dr. Wong no descarta el escenario: “Yo creo que sí. El proceso va a ser el ojo robótico en su momento”, afirma. Sin embargo, advierte que todavía existen grandes desafíos: “Las conexiones neuronales todavía no llegan a ser del todo perfectas… integrarse con el sistema nervioso central es lo que todavía está en proceso”.
Aun así, los prototipos avanzan rápidamente, y los equipos científicos ya trabajan en chips con miles de píxeles y gafas más discretas. Los investigadores estiman que una futura versión podría alcanzar una visión equivalente a 20/80, y con zoom digital, acercarse incluso a 20/20.
Gracias a la prótesis, por primera vez una persona con ceguera irreversible por degeneración macular puede recuperar la capacidad de leer gracias a un implante ocular. Aunque su llegada a países de ingresos medios todavía es remota y su acceso será limitado durante varios años, el avance abriría una nueva etapa en la oftalmología moderna.
Como señala el Dr. Wong, la visión biónica completa aún es un objetivo distante, pero los pasos actuales ya están transformando vidas. Si la ciencia mantiene esta dirección, lo que hoy parece revolucionario podría convertirse —en unas décadas— en parte habitual del tratamiento de la ceguera en todo el mundo.

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