Sociedad

Arequipa: Invidentes subsisten con ollas comunes y necesitan ayuda

Vulnerables. En Arequipa hay una comunidad de invidentes que depende de una olla común para sobrevivir. Esta es su historia. La mayoría se dedicaba al comercio ambulatorio. Con la pandemia no pueden salir a las calles. Hoy necesitan de la solidaridad de todos.

invidentes. Ellos radican en una comunidad localizada en Paucarpata, sobreviven con las ollas comunes que organizan a diario.
invidentes. Ellos radican en una comunidad localizada en Paucarpata, sobreviven con las ollas comunes que organizan a diario.

Wilder Pari

La pandemia del coronavirus apagó el acordeón de Mariano Palomino (75) y la voz de Zaida Arce Fernández (57). Ambos son invidentes, antes de la crisis sanitaria, se ganaban la vida en las calles mediante el arte.

Por precaución se confinaron en sus casas pero 100 días de cuarentena hace insostenibles su manuntención. Con una olla común en la ciudadela de Invidentes de Luz y Alegría (Ciudad Blanca, Paucarpata), por ahora atenúan el hambre.

Esta ciudadela se fundó hace 51 años para ciegos por las hermanas de la Inmaculada Concepción. En la primera etapa se hizo 30 casas. Ahora son 60 familias. La mayoría se sostiene con trabajos precarios en el comercio ambulatorio. Aunque algunos accedieron a bonos del gobierno pero ese dinero ya se agotó.

Desde el 2 de abril se organizó una olla común. Su impulsora es María Rodríguez (42) cuyo suegro es invidente. Con él conoció de cerca las dificultades cotidianas de esta insuficiencia, como la falta de transporte o empatía de la sociedad. En su quiosco, donde antes vendía salteñas, ahora se reparte el almuerzo diario. Desde el mediodía, la fila se va formando.

El canto confinado

Entre las personas que esperan la ración está Josefina Condori García (54). Ella creció aquí, su padre también era invidente. La condición es hereditaria, pues su hijo de 16 años, ya presenta problemas con la visión, aunque todavía recibe la educación regular. Refiere que es madre abandonada.

Josefina vendía productos en las calles o canta a cambio de alguna colaboración. Recibió el bono independiente, pero parte del dinero, lo utilizó en recargar el saldo del celular, para que su hijo acceda a las clases a distancia.

Los ahorros del trabajo ayudaron a sostener el hogar, pero la situación es complicada y ya analiza volver a trabajar. No solo requiere de dinero para alimentarse, también para la salud. Sufre de artrosis que no ha podido tratar estos meses. El frío ha empeorado el cuadro.

Zaida Arce Fernández (57) entona valicha, una canción cusqueña para animar a sus compañeros mientras espera el menú del día. Ella nació en Cusco, hace quince años llegó a la comunidad Luz y Alegría. Antes de la cuarentena, recorría las calles del centro de la ciudad, cantando.

Ella vive sola en Arequipa, el resto de su familia está en Cusco, entre ellos una hija. Recibió un bono estatal que ya se agotó, por lo que quiere regresar a trabajar. “Saldré con mi mascarilla”, expresa.

Una mano lava la otra

Mariano Palomino (75) y Raúl Condori (68) llegan juntos a la olla común. Se apoyan para esquivar los obstáculos del camino. Mariano no tiene visión desde que nació. Trabajaba tocando el acordeón hasta antes del inicio de la cuarentena. Tiene familiares pero no quiere ser una carga, indica que cada uno tiene sus responsabilidades. Opina que debería existir una pensión para personas con discapacidad.

Durante los más de tres meses que no hubo ingresos económicos, el hambre se combatió con el bono del gobierno y la olla común. “Sin este apoyo de la olla, ¿de dónde íbamos a sacar?”, dice su Raúl. Él también se dedicaba al comercio ambulatorio, vendiendo bolsas en la Feria del Altiplano. Vive junto a su esposa, también invidente, para quien recoge el almuerzo.

La olla común, en algunos casos, tal vez sea la única comida del día, como para Hilaria (75). Aparte de la ceguera, ya no escucha bien, y tiene dificultades para caminar. Sus compañeros refieren que a pesar de esas limitaciones, seguía trabajando, como ambulante en la plataforma Andrés Avelino Cáceres, donde vendía rollos de papel higiénico.

Servicios de salud

El presidente de la Asociación Luz y Alegría es Santos Flores (65). El perdió la vista a los 18 años luego de sufrir un accidente .Señala que la situación económica es complicada para todos, pero se complica más para los invidentes. Sus opciones de trabajo no son muchas. Él laboraba como masajista y por ahora no puede ejercer.

Lamenta que los servicios de salud hayan descuidado otras atenciones. Por ejemplo, su esposa aguarda una operación por una hernia. Informa que en estos meses, tampoco vino personal de salud para darles charlas sobre los cuidados de salubridad. Ello se refleja en algunos asociados, que todavía no usan bien la mascarilla.

Apoyo

Los interesados en ayudar, pueden comunicarse con Santos Flores, al 952788487.