“Corazones escindidos”: Un acercamiento al mundo de las adolescentes indígenas, en la provincia petrolera de Loreto
Manolo Berjón. Miguel Angel Cadenas. Parroquia Inmaculada - Iquitos.
Daniela tiene 13 años. Una noche soñó con un “hombre alto y feo” que le quería matar. También apareció en sueños su amiga de 15 años, que se suicidó el año pasado, y la quiere llevar con ella. Esto desencadenó una crisis: temblores, gritos, fuerza descomunal y mucho nerviosismo. Es la primera vez que le sucede.
Este año vive en Iquitos, por la secundaria. El año pasado estudió en San José de Saramuro, sede de la estación N° 1 del Oleoducto Nor-peruano, donde también convulsionaron muchos adolescentes en setiembre de 2018. Otros episodios de “posesión” han tenido lugar en Nauta desde el 2001, “coincidiendo” con la apertura de la trocha carrozable que une a esta ciudad con Iquitos, que desembocó en la inauguración de la carretera en 2005.
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En las dos últimas décadas en Nauta han convulsionado más de 150 adolescentes. La inmensa mayoría eran alumnos de secundaria. Unos pocos se han suicidado. Pero también hubo episodios en el Tecnológico, y lo que es más grave, en un Jardín de Infancia. Más episodios de adolescentes “poseídos”: 2013 en Maypuco; 2016 en Santa Rita de Castilla y en comunidades del Chiriyacu; setiembre de 2018 en Saramuro; mayo de 2019 en FORMABIAP y en Nuevo San Martín del río Corrientes; en octubre 2019 en Intuto y el caso de Daniela con el que iniciamos. Trompeteros e Intuto ya tuvieron casos similares en años anteriores. No es momento de hacer una cronología, hay más casos todavía. Geográficamente se extienden por las comunidades más grandes de la provincia de Loreto.
Regresemos a Daniela, que nos proporciona, al menos, cinco claves: adolescencia, género, estudios, definición de la realidad y provincia de Loreto. Comencemos con la adolescencia. Esto es una novedad en pueblos indígenas. El hecho de estudiar ha propiciado que se prolongue la dependencia de los padres. No trabajan en la chacra porque tienen que estudiar y permanecen más tiempo con sus pares. El trabajo en grupos, para hacer las tareas que fomenta el colegio, prolonga la jornada escolar.
Esto contrasta con la educación tradicional donde los hijos estaban al lado de sus padres, y las hijas al lado de sus madres, aprendiendo las tareas propias de la vida adulta. El colegio, muy apreciado por los indígenas, también produce una erosión de la autoridad paterna dado que los adolescentes son más entendidos en la cultura envolvente.
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Hemos escuchado una adolescente insultar a su madre a la entrada del colegio: “eres una india”. La señorita entró al colegio dejando a su madre plantada. Estamos asistiendo al surgimiento de la adolescencia en estos pueblos. Cuando el Estado mantiene conversaciones con las federaciones indígenas lo hace con sus representantes, nunca con toda la comunidad. Los adolescentes permanecen ajenos, y mucho más las adolescentes mujeres. Tradicionalmente las decisiones en pueblos indígenas se tomaban en asamblea, donde todos, desde ancianos a niños, estaban presentes.
Género. Hasta hace poco, con la primera menstruación, las mujeres pasaban directamente a la edad adulta y estaban hábiles para tener marido. Con la posibilidad de estudiar secundaria se ha dilatado la edad de emparejamiento, sin renunciar a relaciones sexuales esporádicas. El tránsito entre la niñez y la vida adulta estaba ritualizado, especialmente en las señoritas. Con la primera menstruación se recluían sin que nadie las viera y recibían algunos conocimientos específicos para la vida adulta. A partir de ese momento ya podían emparejarse. Esta forma tradicional ha cambiado con la llegada de los colegios.
La ruptura de la ritualidad en el emparejamiento ha provocado que muchos varones no se responsabilicen de sus hijos, y aparece la madresoltería. Todo esto genera un clima de ansiedad poco propicio para las adolescentes mujeres. Si lo unimos a una ruptura de los roles complementarios tradicionales tenemos que las mujeres pagan la peor parte. Ellas saben, porque lo ven en sus hermanas mayores, que si se embarazan dejan de estudiar, truncando muchas de sus esperanzas. En el caso de los varones también es problemático. Tradicionalmente un varón se emparejaba cuando sabía cazar, pescar, hacer chacra, casa… Sin embargo, ahora las señoritas prefieren a alguien de la ciudad para su compañero, lo que está propiciando que algunos varones de las comunidades no encuentren pareja.
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Estudios. El Estado no ha encontrado, tampoco ha buscado, una educación de calidad en las comunidades. Daniela ha tenido que venir a estudiar a Iquitos en casa de una tía. Es conocido que la distancia física genera olvido. Aunque los teléfonos ayudan a estar conectados, no pueden suplir el contacto piel con piel. Una práctica indígena tan afectiva, que en ocasiones es mal interpretada por los occidentales, como “extraer los piojos” es una forma de mostrar afecto.
Por supuesto, no tienen piojos, ni falta que hace. Cualquier psicólogo comprenderá fácilmente que este “quitar los piojos” es un espacio de intimidad y afecto de gran calidad que genera pertenencia y apego afectivo. Por no recordar que las comidas vehiculan también afecto. A todo esto tiene que renunciar Daniela para poder estudiar. Y con trece años. Convengamos que esto genera un “corazón escindido”, que es lo que dicen los kukama cuando “sienten malestar”, ‘iya timi’, ‘corazón dividido’. No se tiene suficiente en cuenta este desapego afectivo, y nos parece vital si deseamos personas equilibradas.
Definición de la realidad. Los sueños, para pueblos indígenas, son procesos de revelación y adquisición de conocimientos. La realidad es mucho más que lo que la ciencia puede explicar. Para los pueblos indígenas, la persona que sueña permanece pasiva y es visitada por quien aparece en los sueños. También se puede provocar el sueño tomando toé, por ejemplo. Pero esto se ciñe a casos excepcionales. Todo esto nos habla de otra realidad. Pues bien, las conversaciones que mantienen los distintos gobiernos con las federaciones indígenas siempre se producen en un marco naturalista (sólo los humanos tienen vida): el manejo del tiempo, del escenario, de los temas y el modo de abordarlos… Sólo se tienen en cuenta los componentes físico-químicos de la contaminación, por poner un ejemplo. Los pueblos indígenas, además de moverse en este esquema naturalista, también manejan otro animista (seres no-humanos también tienen vida). Anotamos al comienzo cómo la amiga suicida de Daniela la llama para ir con ella, al lugar de los muertos.
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Si los indígenas definen la realidad de otra manera (animismo), entonces la solución no puede ser psicológica. Porque la psicología es una ciencia occidental que está permeada por el “naturalismo” e individualismo occidental y no concibe que el resto de seres tengan vida. En la huerta de la casa donde vive Daniela hay toé y patiquina, dos plantas que protegen de los malos espíritus.
La solución a los problemas de Daniela también pasan por definir la realidad. Una realidad donde las plantas tienen intencionalidad: cuidan y protegen. No son creencias, como arrogantemente piensa el multiculturalismo, es la realidad tal cual. No rechazamos los aportes de la psicología, pero no son ni los únicos conocimientos ni los más importantes, al entrar en contacto con pueblos indígenas.
Provincia de Loreto. Estas “posesiones diabólicas” indican exclusión, postergación. De varios tipos: cultural, económica, espiritual, lingüística, de género… Nos van a permitir un brevísimo acercamiento al evangelio de Marcos. En Mc 5, 1-20 se narra la expulsión del demonio por parte de Jesús. El versículo 10, cuando Jesús pregunta el nombre al espíritu maligno contesta: “Legión”.
La Biblia Latinoamericana traduce ‘Multitud’, opacando el sentido. Legión es una sección del ejército romano de entre 4200 y 6000 soldados. Marcos nos da una preciosa indicación: en los lugares donde hay dominación, y el ejército romano oprimía brutalmente, sucede la posesión demoniaca.
De igual manera podemos decir de la provincia de Loreto: la contaminación persistente, los metales pesados (plomo, cadmio…) en sangre, la imposición del castellano como lengua, el desprecio a los pueblos indígenas, la opresión hacia la mujer… son los lugares desde los que leer estos “cuerpos vulnerados”, estos “corazones escindidos” adolescentes.
Si el Estado peruano se alía con las petroleras para extraer hidrocarburos, postergando la “transición energética” (Laudado Si 165), si no procura un bienestar de la población, si acepta la vulnerabilidad como un precio a pagar… entonces tendremos más episodios de adolescentes endemoniados. Las palabras de un jefe indígena a una delegación gubernamental en una de esas mesas de diálogo: “ustedes son el demonio” [en persona]. Pues eso.
Un último apunte sobre el deseo. Algunos de estos adolescentes han jugado a la ouija. En este juego se piden deseos. Deseos que se conceden, según los adolescentes. A cambio se exige reciprocidad. Con el tiempo la contraprestación es el corazón de su madre. Momento en que estalla la crisis. Es necesario cultivar el deseo. Tradicionalmente las dietas, los ayunos, las plantas… ayudaban a canalizar los deseos. Con la escolarización todo esto se ha ido perdiendo. Consecuencia: “cuerpos vulnerados” y “corazones escindidos”.
Esta nota ha sido escrita cuando los obispos están en Roma celebrando el Sínodo Panamazónico, de que esperamos que ilumine, también, estas situaciones.
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Redacción: La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo - Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Con el apoyo del Instituto Bartolomé de las Casas.