Hace unas semanas, Antonio nos enseñó que el ser “maricón” –término despectivo usado por muchos para referirse a las personas gays y trans femeninas– significa en realidad valentía y no cobardía como suele usarse. En las instalaciones del aeropuerto Jorge Chávez, este joven homosexual de 22 años enfrentó en soledad el acoso homofóbico de varios de los integrantes de la Orquesta Zaperoko, liderados por Juan Carlos Paz, en un clima de inacción y complacencia por parte de los trabajadores de Lima Airport Partners y Latam. Paz, después de que los hechos se hicieran públicos, sostuvo que se trataba de una “broma”. Pero ¿es broma la burla sobre la homosexualidad? Sin duda no. En el mes de noviembre, un colectivo de mujeres indígenas quechua logró que un juzgado ordenara la suspensión del programa “La paisana Jacinta” por denigrar a la mujer indígena. Lo vivido por Antonio no fue una broma, fue discriminación: no le causó risa, le provocó miedo y dolor. Él representa la valentía de miles de personas LGTBI que día a día, en lo privado y en lo público, tienen que lidiar con la discriminación y violencia por el vital hecho de existir y ser diferentes. Una valentía que solo busca igualdad. ❧