Política

Nelson Manrique: “Dina Boluarte ha terminado como una rehén de la derecha más cavernaria”

El sociólogo e historiador analiza las protestas que se dan las regiones del país y la respuesta que ha tenido el Gobierno de Dina Boluarte.

nelson manrique
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El sociólogo e historiador Nelson Manrique responde en la siguiente entrevista sobre las protestas y la respuesta que ha tenido el Gobierno que lidera Dina Boluarte. Señala que la presidenta no parece ser una “autoritaria por convicción”, sino una “oportunista” que recurre a lo que puede para mantenerse en el poder.

—¿Qué explican las protestas?

—Es una acumulación de descontentos. Hay una inestabilidad completa, crisis de legitimidad. Una consigna que se mueve apunta a la liberación de Pedro Castillo y su reposición…

—Aunque no parece ser lo principal, ¿cierto?

—No es lo principal, y es bueno que sea así, porque sería olvidar el conjunto de evidencias de corrupción que acompañó a su gobierno. No es accidental que haya colaboradores eficaces que él mismo nombró, que él mismo puso en el poder.

—Ahora, lo que ocurra con Castillo quizás es lo menos preocupante, a estas alturas.

—Efectivamente.

—Ya está detenido.

—Así es. Pero la situación detonó con el intento de golpe de Estado. Hasta entonces, la cosa iba en un cauce en el que el Ejecutivo no podía deshacerse del Congreso ni viceversa. Pero con este increíble intento de golpe, se precipitó la situación actual. Y la otra responsabilidad es de Dina Boluarte. Ella ha terminado como una rehén de la derecha más cavernaria y tiene un porvenir oscuro porque carga más de 40 muertos en poco más de un mes de gobierno. Y, si cree que la derecha que ahora la apoya se va a jugar por ella, está profundamente equivocada.

—¿Cree que la va a abandonar cuando no la considere útil?

—Cuando sea necesario sacrificarla, lo hará sin remordimiento. Creo que el poder la cegó y la oportunidad de ser presidenta no la ha aprovechado para hacer algo bueno. Es lamentable que cargue con estas violaciones de derechos humanos, profundas, tremendas.

—Fuera de las mencionadas, ¿hay más motivos para estas movilizaciones?

—La detonación ha sido en una zona que tiene una reivindicación que es muy larga. Si uno ve la geografía del descontento, va a encontrar que es aproximadamente la misma del levantamiento de Tupac Amaru. Hay una cuestión de larga duración, no es accidental. Estudios demuestran que hay una unidad lingüística desde Huancavelica hasta La Paz. Es un solo idioma con sus variantes, a diferencia de lo que pasa con el valle del Mantaro o el Callejón de Huaylas, que son quechuas distintos. Hay una unidad histórica del sur andino, que se mueve en bloque. Se ve en las votaciones.

—Es la zona levantada.

—Así es. Y, entre las paradojas que tenemos en el país, una es que algunas de las regiones que más riqueza tienen son las más pobres. Cerro de Pasco ha aportado millones en recursos, y vea la situación de miseria en la que vive su población. Uno ve lo que pasa en Puno y es imposible no darles la razón en términos de este sentimiento de postergación, de que dan riquezas y no reciben nada a cambio, salvo menosprecio, salvo una posición racista y clasista, que termina sublevando a la población.

—Se ha puesto expectativa en las nuevas elecciones como una posibilidad de tranquilizar la situación. ¿Lo ve real?

—Se puede tranquilizar temporalmente, aunque no es una solución de fondo. Algunos plantean también una nueva Mesa Directiva en el Congreso y un nuevo presidente de transición. Se habla de buscar un segundo Paniagua, pero no veo a ningún dirigente que suscite la simpatía y el entusiasmo y la fe para pensar que esto va a cambiar. Hay una reflexión del sociólogo Francisco Durand que me parece muy pertinente. En las últimas décadas, en la economía peruana se han desarrollado tres campos diferenciados: una economía formal, informal y la delincuencial. Y esas tres ramas terminan teniendo representación en el Parlamento. Hay parlamentarios relacionados con el narcotráfico, el tráfico de madera, fuera de la corrupción. Y hay que añadir sobre el Congreso su increíble frivolidad. En una situación como la actual, hay quienes parecen estar jugando, planteando la extradición de Evo Morales, o celebrando como gran triunfo que no ingrese a territorio nacional. Como si la presencia de Morales explicara las movilizaciones y no el descontento acumulado, no la ira, no el malestar.

—Lo de Evo Morales pareciera más la búsqueda de una explicación a algo que no llegan a comprender del todo.

—Es parte de un manejo mediático. Y otra cosa a mencionar es la pérdida de credibilidad de la prensa. Su porvenir es cuesta arriba. La aparición de las redes sociales, de plataformas digitales, ha roto con el monopolio de la información, lo que ha sido fatal para esos medios. Todo eso contribuye a erosionar la democracia. No en vano, de acuerdo con el Latinobarómetro, el Perú es uno de los países en donde menos peso tiene la democracia, donde la gente estaría más de acuerdo con un autoritarismo. Eso tensa otro de nuestros nervios sensibles.

—Boluarte, que se ha acercado a los militares y a los sectores más conservadores, ¿no puede representar esa posibilidad autoritaria?

—No creo que Boluarte sea una autoritaria por convicción. Más parece una oportunista que va a recurrir a cualquier medio que le permita perpetuarse en el poder. Por eso siento que termina siendo un instrumento. No es la representante orgánica de un poder burgués, no representa a una facción del empresariado. Sola, ha tratado de manejarse sobre las olas, hundiéndose cada vez más a medida que se suman las bajas y la gente se exacerba. Es increíble que piensen que se parará lo de Puno con más represión, cuando los propios puneños dicen que no habrá retroceso.

—¿Debería renunciar Boluarte?

—La única alternativa real a estas alturas —en lo inmediato— sería la renuncia de Dina Boluarte. En el camino tendrá que armarse algo. Vamos a tener que trabajar con lo que tenemos y ver cómo salimos de este hoyo.

—¿Cómo ve a la izquierda en estas circunstancias?

—La izquierda ha quemado sus oportunidades, ha acumulado errores, y esto viene desde atrás, con Susana Villarán. Con Pedro Castillo ha habido una posición de las organizaciones que decidieron apoyarlo, pero que no zanjaron con la corrupción existente. No hubo una actitud clara de marcar distancia y por eso se termina cargando con el pasivo del Gobierno. Pienso en Nuevo Perú. Y, en el caso de Perú Libre, sus resultados han sido terribles. Eso complica aún más la bandera de la asamblea constituyente. Por cierto, si mañana se instalara, estoy convencido de que terminaríamos con una constitución más conservadora que la que tenemos en estos momentos por la correlación de fuerzas actual, favorable a las fuerzas conservadoras, programáticamente hablando.