Teatro 2025: el arte como un acto de resistencia
Este año destacaron protagónicos femeninos, los unipersonales y la dramaturgia peruana que abordó la libertad de prensa y el contexto social y político.
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“Hacer arte es hacer política”, han dicho la mayoría de teatristas. Este año, hemos visto, por dar algunos ejemplos: una obra sobre la investigación al Sodalicio, un unipersonal sobre la violencia en Ayacucho, una adaptación de un clásico con un Rolex en el escenario y una actriz que dio su voz a Helena de Troya para defenderse de una sociedad machista. Si hay algo que se ha repetido en la escena teatral en 2025, es que, desde los escenarios más grandes de Lima, las propuestas que interpelan y sus protagonistas han coincidido en que, desde las tablas, siempre deben hacer más que entretener.
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“Hacer teatro hoy, en un mundo donde discursos propios de la era Trump atacan abiertamente palabras como diversidad, inclusión o equidad, es un acto de resistencia”, dijo Chela de Ferrari durante la presentación de la temporada 2026 del teatro La Plaza. “En ese contexto, presentar obras que nos interpelan es un gesto político y profundamente humano”.
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De hecho, el teatro miraflorino cerró la temporada con Un espejo, una de las mejores obras del año. Wendy Vásquez, en su debut como directora, nos comentó que cuando vio que en Perú se estaban dando “los primeros indicios de censura”, sobre todo en el cine, empezó a buscar textos y encontró A Mirror de Sam Holcroft. Primero, quiso plantear una historia que hiciera reflexionar sobre un Perú distópico, donde un ministro cita a los artistas para decidir cómo tienen que escribir. “Luego, pasaron los meses y aquí empezaron a rechazar cada vez más obras de teatro, rechazándoles la calificación cultural”, declaraba a La República.
Esa obra fue precedida por Proyecto Ugaz, una de las producciones con más repercusión de los últimos años, a pesar de cancelar funciones por el cierre de Larcomar. El guion, escrito por Rocío Limo y Vera Castaño, ofrece una mirada sobre el trabajo de la periodista Paola Ugaz. Teniendo como foco la investigación al Sodalicio de Vida Cristiana, la obra expone los ataques al periodismo, a las mujeres y vuelve a hablar del poder económico y político detrás del caso.
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Después de leer el libro Mitad monjes, mitad soldados y de ver la obra San Bartolo, empezaron a escribir el guion en 2023 y pensaron en un formato que pudiera ir actualizándose según el caso. Entonces, en escena, veíamos desde la exposición de Ugaz hasta la decisión del papa Francisco de disolver la organización. La repercusión fue tal que llegó a Lima monseñor Jordi Bertomeu y leyó la carta enviada por el papa León XIV sobre la libertad de prensa. “Es un hito porque es la constatación de lo que el arte puede generar”, nos decía la directora artística de La Plaza, Nishme Súmar.
Evidentemente, es una obra que debería llegar a más público. “Pero sabemos que el acceso al teatro en el Perú es limitado”, comentó el miércoles De Ferrari. “Esta sigue siendo una actividad frágil marcada por el pobrísimo apoyo estatal y la ausencia de políticas públicas. Por otro lado, nuestra independencia de apoyos institucionales es lo que nos ha permitido abordar temas con absoluta libertad, para hablar de lo que no se habla”.
La política y el Perú en escena
Leonardo Torres Vilar celebró la versión de La ópera de tres centavos de Bertolt Brecht que dirigió Jean Pierre Gamarra en el Teatro Británico. Con el escenario convertido en una lavandería con roedores, el actor salía a escena como ‘el empresario de los mendigos’ y lucía una gastada banda presidencial. “Hay gente que hace caricaturas, hay gente que hace discursos, hay gente que escribe, y nosotros hacemos teatro”. Para 2026, el Británico anuncia un enfoque orientado a alcanzar nuevos públicos: “Consolidándonos como un espacio que promueve la participación cultural y facilita el desarrollo de nuevas iniciativas”, declaró Alonso Bedoya, gerente de desarrollo institucional.
En cuanto al país, en Dos siglos de sobremesa (como también en Herederos), Eduardo Adrianzén ofrece una suerte de radiografía de nuestra sociedad. Nos habla de la clase media y las marchas en 2024 y de una familia que en 1824 discute que sería conveniente casar a su hija con un español. Otro estreno de dramaturgia peruana fue Túpac Amaru Runa, una obra escrita por Delfina Paredes en la década de los 80. La historia es una investigación de la actriz, quien trabajó en Tungasuca.
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La cartelera fue variada, donde también destacaron musicales como Querido Evan Hansen que aborda la salud mental. Resulta imposible verlo todo y no todos los teatros han tenido funciones a salas llenas. Aun así, continúan los esfuerzos independientes como el Festival Cultura Conera, que fue un evento gratuito.
En cuanto a unipersonales, Ricardo Bromley protagonizó una obra documental sobre su familia en Ayacucho y repasó la violencia ejercida por Sendero Luminoso y el Estado. El actor y danzante de tijeras ofrece un extraordinario trabajo, con una obra que, en paralelo, muestra en orden cronológico la violencia en el gobierno de Dina Boluarte. El rincón de los muertos no recibió la calificación de espectáculo cultural. “Estamos en un momento en que para nuestras autoridades esto no es cultura, a pesar de que hay gente en Brasil que ha conocido la danza de tijeras por esta obra”, declaraba el director Sebastián Rubio.

El actor ayacuchano Ricardo Bromley.
Otra obra que debería ser parte de un festival en Perú es Juicio a una zorra. En la producción del Teatro de Lucía, Cécica Bernasconi brilla con un monólogo en el que le da voz a Helena de Troya en una especie de juicio público en el que desbarata argumentos machistas. Dirigida por María Dodera, representó a Perú en Uruguay y estuvo nominada a los Premios Florencio. “Yo, entre los nervios, lo único que quería era que ella no quedara mal porque era su país y su gente”, nos comenta la actriz. “Pero el público estuvo de pie al final. Fue una cosa apoteósica. Volvemos el próximo año”.
Los teatristas, en general, han tenido que lidiar con algunas trabas desde el Ministerio de Cultura. Nos indican que algunos han tenido que cambiar sus guiones para recibir la calificación de espectáculo cultural. En la misma línea de Vásquez y De Ferrari, Bernasconi opina al respecto: “Me parece fatal y un retroceso. La cultura no debe tener ningún tipo de censura. El arte debe expresar la realidad. Por eso, seguimos adelante”.
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