Ballón: “Las regiones miran con atención qué pasa con Lima, es una ocasión de converger diversos malestares”
Investigador de Desco advierte que las movilizaciones en la capital llaman la atención de quienes están en el interior del país.
El antropólogo Eduardo Ballón, investigador de la institución no gubernamental Desco, considera que las movilizaciones en Lima despiertan atención en las regiones y son una oportunidad para que se expresen diferentes malestares sobre el Gobierno y el Congreso, pero falta articulación entre los ciudadanos encauce este rechazo mayoritario.
—¿Lima está despertando?
—La inseguridad, tema anclado en Lima y ciudades grandes de la costa fundamentalmente, ha unificado distintos malestares ante la gestión de Dina Boluarte. La gente siente crecientemente que están en juego su vida, sus condiciones elementales de existencia y el gobierno no tiene respuesta significativa, sino que lo que hace es lanzar fuegos artificiales.
—¿Es el potencial electorado de esta llamada coalición autoritaria el que ahora la interpela?
—En sectores del transporte, hay parte del electorado de grupos como Renovación, Avanza País y Podemos. Varios tuvieron relación con la Municipalidad de Lima de Luis Castañeda, cuando estuvieron figuras como (Norma) Yarrow o (Patricia) Juárez y hubo elementos de clientela. Estos sectores se han sentido dejados de lado por quienes tuvieron su respaldo. Las disputas del congresista (Jorge) Montoya con algunos dirigentes son ejemplo de eso.
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—¿Cómo se ve desde las regiones?
—Hay acuerdo sobre el momento. Distintos malestares se encuentran en la cumbre de APEC y la desesperación del gobierno por mostrar solo imagen. Es una oportunidad compartida: se suman regiones de ciudades en inseguridad con reivindicaciones de sus territorios: Tía María en Arequipa, agua en Piura y demás. Las regiones miran con cautela e interés lo que empieza a pasar en Lima, que no hace mucho dio espalda a la calle y a demandas que desde 2022 venían del interior del país.
—Eso abono a replegar el “que se vayan todos”. ¿Lo de hoy acerca un escenario de adelanto electoral o es muy tarde?
—Ese escenario se plantea de distintos modos. Patricia Chirinos amenaza con la vacancia presidencial obviamente por tener mejores condiciones para imponer lo que quieren. En el Congreso hay algunos sectores, además de los que tradicionalmente exigían la vacancia, que se suman al menos discursivamente. Quienes están en contra alegan que los trapos sucios se lavan en casa y que no demos mala imagen a la opinión internacional y se protegen porque sienten que la protesta los tiene a ellos también en el blanco.
—¿Es factible ese adelanto?
—Puede haber por múltiples razones: un desborde de las protestas de un lado, pero del otro, el fin de la necesidad que tuvo el Congreso de conservar a Boluarte, la nueva necesidad de deshacerse de ella y responsabilizarla exclusivamente del daño de esta coalición ineficiente, autoritaria y corrupta y evadir responsabilidades que les tocan. Es parte de su apuro por sus reformas electorales, penales y restar institucionalidad, tener el diseño que necesitan para un proceso que asegure una presencia de ellos en el poder a largo plazo.
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—Cerrón ya dijo que la sacan. Es un escenario en que el Congreso pondría a un presidente.
—Sí. Es uno de los escenarios más posibles. Incluso con la fuerza de la movilización, antes que una agenda totalmente compartida por distintos territorios y organizaciones, se comparte una oportunidad y un momento para expresar malestares masivos en Lima, la inseguridad y un conjunto de malestares.
—¿Este Congreso tiene a quién poner que no resulte problemático para la ciudadanía?
—En tanto la ciudadanía no es una fuerza homogénea articulada, una caída de Boluarte es válvula de escape para el Congreso, que así lo mide, y para sectores empresariales que un día denuncian que estamos en manos de grupos criminales en un Estado capturado y después firman pronunciamiento promovidos desde ese Estado alegando que es indispensable la unidad y paz en estos días. No hay actores fuertes, significativos y articulados en la oposición y la amenaza de represión abierta y violenta se planteó en Presidencia y el Consejo de Estado.
—¿Hasta dónde la desarticulación de la ciudadanía dejará avanzar a esos sectores que atentan contra sus derechos?
Estos sectores tienen manejo del gobierno y el Estado. Además, tienen a sectores empresariales fuertes. Asimismo, las Fuerzas Armadas y policiales buscan no salir de su situación de confort, poner sobre la mesa sus exigencias como la que cuesta más de 3000 millones de dólares y se expresa en aviones.
—Usted dijo que la calle sería freno a esta coalición y estos congresistas. ¿Cuán cerca está de que tenga efecto concreto?
—La calle ha tenido algunos efectos concretos, como el temor del Ejecutivo, su desesperación y aceleración de estos días
—¿El que nos hayan encerrado nuevamente una semana?
—Y que Estado y empresarios hayan movido su resorte para llenar diarios con comunicados llamando a la paz y buscando diferenciarse de “los malos que protestarán sin entender el interés nacional”. Son efectos limitados. La calle debe expresar el converger en una oportunidad. No hay aún proceso de articulación, generación y lazo fuerte y tampoco de encuentro con la política. Los políticos están jugando a las elecciones, sean el 2025 o 2026, a partir de sus intereses particulares y se ahonda la distancia entre ellos y la gente. Eso también conspira contra las posibilidades de articulación.
—¿Esto puede permitir que estas fuerzas se queden más allá del 2026, como buscan?
—Sin formas de articulación mínimas desde la gente y de coalición mínima en la política, más allá de los tradicionales espectros izquierda-derecha, sin una coalición social y política democrática que enfrente a la coalición autoritaria, la tarea será extremadamente difícil.
—¿En ese desafío, las regiones como se harán sentir?
—Miran con atención qué ocurre con Lima y seguirán sus agendas. El futuro dependerá de lo que empiecen a hacer los actores sociales en los intentos de articulación de cara a esta semana, los esfuerzos entre varias regiones y al interior de cada una y de espacios como la Plataforma Democrática, donde grupos políticos y organizaciones sociales tratan de encontrarse.