Ramiro Llona: “Estamos regresionando de la mano del Congreso y una mandataria que tiene cinco por ciento”
El reconocido pintor peruano recibe a La República para brindar una entrevista sobre la actualidad política del país.
Ramiro Llona recibe a La República en su casa taller, en Barranco. Es una mañana con neblina y la intensidad cromática del lienzo que viene trabajando llama nuestra atención. Para estar a nada de inaugurar su última exposición, El buen lugar: pinturas y dibujos (2017–2024), el próximo 19 de junio en el Museo de Arte Contemporáneo, el artista muestra la seguridad de quien se sabe que ha cumplido. La expectativa viene por partida doble. Primero, el trabajo de Llona es uno de los más reputados del país; y segundo, por la cronología en la que se forja su reciente muestra, como que hay suficientes razones para pensar que se trata de un evento especial para él, y vaya que lo es: en estos siete años, aparte de pintar, Llona ha sido un testigo activo de la realidad nacional.
—En tu trayectoria, ¿1977 es un año capital?
—Fue como nacer de nuevo. Uno va a Nueva York para ver de qué está hecho, cuál es tu madera, hasta dónde puedes crecer. Estaba muy informado de la escuela de Nueva York los 50, de Kooning, Rothko, Pollock, los dioses del Olimpo de la pintura. Era un lugar en donde se podía pasar todo el día pintando y salir a las siete de la noche a un museo a ver obras de Matisse. Nueva York era donde estaban pasando cosas y uno quería estar ahí. Todo llegaba primero a Nueva York.
—Regresas en 2001. Indudablemente, ya no eras el mismo.
—No sería el mismo sin esa etapa. Cuando pienso en Nueva York, pienso en soledad. Te forjas en la diferencia, en la extrañeza, soy un mal migrante, pero sí un gran turista. Tenía que tomar la decisión de quedarme cada mañana. Sin tratar de sobredramatizar la situación, siempre fue cuesta arriba. Tuve que recurrir a lo que estaba debajo de mi piel para sobrevivir. La carrera de nosotros es una pregunta, uno no está en búsqueda de certezas, sino en búsqueda de cómo te preguntas mejor.
—El buen lugar se da también en un contexto especial: vienes de estar activo en lo político.
—Empiezo a trabajar esta muestra después de una exposición antológica muy grande que hice en el MAC y en el Británico, en el 2016, también de óleos y dibujos. Por una serie de circunstancias, consigo lienzos enormes, venían de tres por seis metros, nunca había trabajado tan horizontal. Cuando son horizontales, suelo hacer dípticos o trípticos. Tenía estas telas conmigo, y estaba también lo político, después vino la pandemia, ya tenía 70 años y una mirada de lo que es el mundo del arte. Entonces pienso que es un momento de hacer una gran reflexión en términos pictóricos. Cierro la puerta del taller y me pongo de espaldas a todo lo que significa la movida artística y me encierro a trabajar ocho años. Sabía que mi lenguaje iba a variar, la horizontalidad requiere de una narrativa. Estaba distanciado del circuito artístico, con mucha aspereza, no tenía intención de exponer, pero un día alguien me dice que el nuevo director del MAC es Pedro Pablo Alayza, a quien conozco desde niño. Además, hice con él mi retrospectiva del MALI. Lo llamé para felicitarlo y lo invité al taller.
—Acabas de decir “aspereza”. En estos años has dicho cosas que no han caído bien a cierto sector.
—La situación era adversa con todas sus connotaciones. Me cae muy bien, además, porque mi trabajo va a crecer en la adversidad. Yo soy un artista contemporáneo y toda mi vida lo he sido, esa es mi vida. El arte está para aumentar la realidad, no para que la gente se acomode, tampoco está para certificar cosas. Estoy leyendo los diarios de Rafael Chirbes y su mirada hacia la realidad es crítica. Ese es el rol del artista. Lo que pasa es que nuestro país es muy pequeño, con estructuras inamovibles. El sistema está hecho para que nada cambie.
—¿Te afectó la segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo?
—Lo que me sorprendió fue el inexistente espacio que había para el diálogo. Hay dos candidatos que son pésimos y uno va a salir presidente. ¿Qué hacemos? Lo que proponía era dialogar y que hagamos política para saber qué está pasando. Pero si viene una persona y dice que debemos elegir entre el cáncer y el sida, ahí se acaba la discusión. Estas máximas, frases definitivas y totales, están hechas para que la gente no piense. Yo estaba indignado, la situación era muy compleja y yo quería dialogar. Si me preguntan por mi posición política, yo digo: alejado de los extremos.
PUEDES VER: Waldemar Cerrón: estas son las leyes que propuso y beneficiarían a su hermano Vladimir Cerrón
—¿Cómo la afrontaste?
—Me encontré en una situación de mucha agresión, insulto y amenaza. Fue una tristeza enorme, pero no por mí, sino por el país.
—Todas estas cosas alimentan tu obra.
—Pienso desde la pintura, eso es lo que me define, yo soy un pintor. Yo soy un instrumento muy afinado para percibir la realidad. Todo eso pasa a una especie de espejo cóncavo y ahí se mezcla todo y yo desde ahí trabajo. Yo no trabajo desde las ideas. Yo trabajo desde ese concentrado de contenido, que es vivir.
—Para los más jóvenes, ¿cómo cuidas tu trabajo?
—Nadie es un superhombre. Estamos sujetos a ser influenciados, sobornados, derrotados. Uno tiene que desarrollar una estrategia de supervivencia que te permita guardar eso que tienes dentro, en el centro de ti. Ese centro es lo que defiendo. A los jóvenes les digo que hay tres maneras: trabajar, trabajar y trabajar. ¿Por qué te van a derrotar si estás trabajando en la pasión de tu vida? No interesa si la pelea es muy dura si estás en la búsqueda de la verdad.
PUEDES VER: ¿Cuál es el motivo para eliminar a los movimientos regionales para las próximas elecciones?
—¿Te consideras un luchador?
—Soy una persona totalmente amable, pero tengo un sentido de lo que es justo muy desarrollado. Me indigna la injusticia, me indigna el estado del mundo hoy en día. Soy un sobreviviente más que un luchador. No es una decisión, no tengo opción: me ahogo o no.
—Pero esa postura te ha generado malos ratos. Fuiste perseguido por La Resistencia.
—Es que no se trata de mí, se trata del país, se trata de una realidad que es mucho más grande que uno. Se trata del futuro de nuestros hijos. De cómo quieres que sea este país de aquí en 30 años. Mi circunstancia personal no tiene importancia. Como persona, no me tomo muy en serio. Todo mi intento está en el trabajo.
—Tienes 76 años y has visto muchas cosas en el país. ¿Esta es su etapa más crítica?
—La gente que quiere sentir que el Perú no se hunde, dice hemos sobrevivido a Sendero, al primer gobierno de García. Perú ha tenido momentos muy duros, pero no creo que hayamos tenido de manera tan rotunda una clase política tan mediocre y probablemente representando a intereses que no son quizá los más santos. Estamos en un momento de regresión, estamos echando para atrás todo lo poco que habíamos construido: la reforma de la educación, la reforma electoral, la reforma del transporte, todo se está desactivando, estamos regresionando de la mano de un Congreso y una mandataria que tiene cinco por ciento. El Congreso está reescribiendo la Constitución, esa Constitución que no querían que se toque. El momento es muy malo porque no se ve futuro. En la época de García había líderes, en la época de Fujimori tuvimos la Marcha de los Cuatro Suyos. La gente estaba indignada, había gente de mucho peso, de mucha coherencia, con dignidad y transparencia política. Daba la sensación de que había algo por qué luchar. Hoy tenemos la sensación de que hay que luchar para no desbarrancarnos, para no caer en el abismo. Eso es lo que quizá defina este contexto.
—¿Crees que a la izquierda le faltó fiscalización con Castillo?
—Absolutamente sí. Yo creo que los signos de mediocridad de este hombre y de la deshonestidad de él y de la gente que lo acompañaba se dieron muy temprano. Creo que la gente debió reaccionar más rápido. Probablemente, la desaparición de esa centro izquierda tenga que ver con esa actitud un poco tibia de rechazo.
—¿Te preocupa La Resistencia?
—No son importantes. No pueden ser importantes. Uno tiene que ser muy claro en el tamaño de su búsqueda y ambicioso en la enormidad de su horizonte. No digo que no me importe ver mi cara en un afiche, pero no es importante.
—¿Cuál es tu postura ante candidaturas tan extremas como las de Antauro Humala? Es obvio que un Fujimori va a ir.
—Lo de Antauro es terrible, apuesto por una candidatura de centro, como la de Marisol Pérez Tello y Flor Pablo. Antauro sería espantoso, un Milei de izquierda. No va a hacer las cosas que quiere hacer, no las puede hacer. Yo creo que la centroderecha y la centroizquierda tienen que producir una opción que permita que el país siga siendo viable.
PUEDES VER: Comisión de Ética evaluará este lunes denuncias contra los congresistas Darwin Espinoza y Raúl Doroteo
—La corrupción está a la orden del día, como nunca antes.
—Alfonso Quiroz, que era amigo mío, dice en su libro que la corrupción produce subdesarrollo. Corrupción siempre ha habido, pero el problema de ahora es que los poderes fácticos han regalado ese espacio y se les fue de las manos. Parece que la corrupción ya agarró vida propia. Un par de mineros informales, qué importa. Un poquito de corrupción, no es malo. ¿Quién controla esto?
—¿Cómo aguantas esta situación?
—En los momentos más difíciles, tomo mi café a las 7 y 30 de la mañana, agarro el libro de entrevistas de Blanca Varela y empiezo mi día teniendo una conversación con ella. El esfuerzo de uno es levantar el nivel, porque no podemos quedarnos en el pantano. Ya que los principios se disuelven en la corrupción, ¿qué nos queda? Te levantas y constituyes tu día desde cero. Yo soy hijo de Blanca, de Fernando de Szyszlo, de Westphalen, luego de César Calvo y Max Hernández. Para Blanca, todo importaba. Era gente que vivía dentro de la cultura, la cultura es la manifestación permanente de lo mejor del hombre.
Poética. “Yo no podría emprender un trabajo sin exabruptos, lo mío va por otro lugar: busco el drama de la dificultad”. Foto: difusión
Datos
La exposición El buen lugar va del 19 de junio hasta el 29 de setiembre, en el Museo de Arte Contemporáneo de Lima.
En 1977, Llona ganó la Beca Programa Fullbright. Su plan era quedarse dos años, pero estuvo 24 años viviendo en Nueva York.
Llona diseñó, tras un largo proceso, su casa taller, de tal manera que “haga lo que haga, siempre estoy mirando un cuadro”.