Temblor de magnitud 4,8 se reportó esta tarde en Lima
Política

Pilar Mazzetti: “Lo sanitario sigue siendo lo más importante en este momento”

Entrevista a la ministra de Salud sobre los retos de la cartera más crucial en estos momentos debido a la pandemia. No descarta volver a “medidas anteriores” si los niveles empeoran.

La ministra de Salud, Pilar Mazzetti, recibió a La República para conversar sobre los retos que tendrá que enfrentar en la que es, sin dudas, la cartera más crucial en estos complicados momentos marcados por la pandemia que no da tregua. Señala que podría volverse a “medidas anteriores” si los niveles empeoran.

La pandemia no cede. Usted dijo en el Congreso que lo mejor es “ponerse críticos, considerar lo más difícil, lo más duro, lo que nos pone en mayor peligro”. ¿A qué nos enfrentamos en estas semanas que vienen?

Exacto, hay que considerar el enfoque más duro. Con las medidas que se tomaron, mal, bien, hemos tenido un incremento lento de cifras. Los primeros dos martillazos sirvieron…

Más el primero que el segundo.

Siempre es así en todo el mundo. Lo importante es que se ganó tiempo, o si no estaríamos en un lío horrible.

Lío horrible ya es, ¿no?

Podría ser peor: 400 mil muertos. ¿Cómo se mide una situación crítica en pandemia? Cuando ya ni siquiera se sabe qué está sucediendo. En el tercer martillazo hemos relajado nuestra conducta. Somos un país tremendamente heterogéneo, a diferencia de otros en donde la gente sigue las normas. Un día se dejó que la gente salga y en ese momento se empezó a llevar el virus por todas partes. Estábamos así (muestra su mano hacia arriba) y luego la curva se estabilizó. Una pandemia no para sino que evoluciona. Logramos que se estabilice un poco.

¿Eso es lo que se llamaba meseta?

Así es. Una estabilización en el número de casos y muertes, y luego bajó un poco.

¿Y de ahí qué ocurrió?

No hay forma de que un país resista tantas medidas estrictas, con cuatro meses sin salir, sin trabajar, con complicaciones emocionales.

Me refiero a que ahora hemos empezado a subir de nuevo.

De la meseta empezamos a bajar, si no mire las cifras del Sinadef, ahora que todo el mundo parece creer en él. Cuando se relajaron las medidas y entramos a cuarentenas focalizadas, se empezaron nuevamente a ver más casos y más personas fallecidas.

Por eso, subiendo.

Efectivamente, subiendo. La meseta está acá y estamos por acá (coloca una mano un poco por debajo de la otra) y en algún momento vamos a llegar a la misma altura. Y eso lo tenemos que tener muy en cuenta los ciudadanos.

¿Todavía no llegamos a mayores niveles que antes?

Hasta ahora no, hasta ahora. Hay que ser prudentes y saber que ese riesgo existe. Para los ciudadanos sería muy duro tener que regresar a medidas en todo el país que sean tremendamente estrictas. Yo he vivido cuatro meses en un sótano y es muy duro.

¿Tendríamos que volver a esas medidas estrictas si los niveles se ponen peor?

Si los niveles se ponen peor. Tenemos que regresar a las medidas anteriores si vemos que (los niveles) siguen subiendo. Si sobrepasamos y siguen subiendo, tenemos que reconsiderar todo. La pandemia está cambiando. ¿Cómo empezó? En Lima, como una mancha de aceite. En otras regiones, el virus llega a la ciudad y de ahí salta a los distritos o centros poblados. Si la capacidad resolutiva de las ciudades es difícil, la de los otros es más débil. Y si una persona se enferma en un sitio alejado es un drama para el desplazamiento, porque este virus hace que una persona no oxigene bien.

¿Es posible afirmar que estamos llegando a un nuevo pico?

Todavía no podemos decir una cosa por el estilo. Todos tenemos que asumir nuestra responsabilidad y en este momento de la pandemia el enfoque comunitario y de familia es más importante que cualquier otra cosa. Al virus se le agarra como un sándwich. Arriba van las UCI y los hospitales y lo más importante es abajo, es decir evitar contagiarnos. ¿Qué está pasando con las familias? Todo el mundo sale y mientras más largo sea el desplazamiento y más personas contactemos y más objetos toquemos, el riesgo será mayor.

¿No es una exageración decir que la mayor fuente de contagio en estos momentos son las reuniones familiares?

No es una exageración, es real. Es una mezcla entre las reuniones y las salidas. ¿En casa usamos mascarillas? ¿Cómo nos sentamos? ¿A qué distancia hablamos? Yo me voy a trabajar, me contagio, vuelvo y contagié a todos. Y mire lo que pasa con los niños. Antes teníamos el 1 % de tasa de infección y ahora es el doble. ¿Por qué se infectan? Porque se juntan con otros niños o los llevamos al centro comercial y a lugares que no debemos. Ellos no tienen síntomas, pero multiplican el virus. Lo más duro, sin embargo, es que los niños que se infectan son altamente susceptibles, con enfermedades neurológicas, asma, cardiopatías, y esos son los que perdemos, los que acaban en UCI y mueren.

¿Cuántos niños han muerto hasta ahora?

80. Y si mira la curva, antes eran pocos.

Con las cifras actuales, ¿fue correcto pasar a las cuarentenas focalizadas?

Fue una decisión adecuada. Tenemos que tomar medidas equilibradas entre el ser humano y la economía. Claro, más arriba el ser humano. Pero si el virus mata, el hambre también. ¿Cómo hacemos? Si el país no se reactiva, ni siquiera tendremos fondos para contribuir a la salud. Al mismo los ciudadanos tenemos que ser muy responsables. El Minsa no va a salir con su pistola a dispararle a cada coronavirus.

¿Se podrán reducir las cifras en este año?

Lo primero que hay que decir es que ningún país ha derrotado la pandemia. Sobre su pregunta, es una labor conjunta. De nada sirve lo que hagamos en el Minsa si la gente no nos ayuda. Las mejores medidas se caen frente al desorden. Si la población no ayuda, no vamos a salir bien parados.

¿Cuánto personal del Minsa está fuera de combate?

Alrededor de un 25 a 35 %. Son personas que han salido del servicio por edad, comorbilidad o coronavirus. Son personas en la primera línea, como los policías que trataron de contener a una multitud reunida por un partido de fútbol. Eso es un crimen. Le aseguro que las familias sufrirán las consecuencias.

Usted ha dicho que la próxima semana saldrá un nuevo informe sobre el desfase de decesos por Covid 19. Me gustaría saber si la cifra será parecida a la que nos entregaron semanas atrás, de 3688 fallecidos adicionales.

Hay un equipo que está trabajando desde el 4 de junio a solicitud del presidente Vizcarra. En el segundo informe muy posiblemente tengamos otra cifra semejante y eso no va a parar. Calculo, quién sabe, tres mil o cuatro mil personas. Siempre habrá fallecimientos que no se lograrán registrar. Hay que ser racionales y entender que cifras exactas no hay. Para los meses siguientes, el sistema de evaluación de este equipo lo estamos asumiendo como algo permanente. Lo correcto es decir: esta cifra es la de hoy y esta otra la que se regulariza de los días anteriores.

Quiero aclarar algo: ¿usted dijo que los decesos por COVID-19 serían de 43 mil? ¿O se malinterpretó? Es más del doble de lo que hay hoy en cifras oficiales.

Lo que pasa es que, mil perdones, no se molesten, pero todo el mundo quiere titulares.

¿Y si más trágico, mejor?

Es el espíritu tanático del Perú, esa cosa de la muerte, de lo trágico, de desgarrarnos, hasta cuando amamos sufrimos. En fin. En el Sinadef ya hay unos 47 mil fallecidos. Y yo he dicho que vamos a seguir al Sinadef, primero porque todo el mundo cree en él pese a sus dificultades. Y segundo, porque desde el punto de vista de la salud pública hay que tomar la peor cifra y prepararnos para lo peor.

Entonces, estos 47 mil -al día de hoy- serían el peor escenario.

En efecto. ¿Qué hacen los países? Cuando la cosa baja un poco y hay personal, se arman los equipos de análisis de muerte que revisan cada caso. Pero si en este momento a mí me da un infarto agudo de miocardio y me desplomo, el diagnóstico obligatorio en mi certificado de defunción sería “sospecha de coronavirus”. Y eso es para proteger a todos los presentes. Si no tengo un puñal clavado o no me atropelló un carro, es coronavirus.

Para decirlo de otra forma, si la causa de la muerte no es explícita, es coronavirus a falta de un posterior análisis.

Así es. Si no es muerte violenta, es coronavirus. Si yo me desplomo y muero, lo lógico es que todos ustedes, los que están en esta sala, ingresen en cuarentena. Me pasó. Donde yo trabajo llegó una persona que hizo paro respiratorio dos o tres veces. Intentaron reanimarlo, no se pudo y falleció. Eso fue en la primera semana de la pandemia acá. Fue muy difícil. Tuve que hablar con los familiares, con la viuda por teléfono, y entendieron. Aceptaron que teníamos que poner “coronavirus” en el certificado y que hubiera cremación. Yo los acompañé en todo el proceso. Es más, ayudé a la gente de la funeraria a ponerse la ropa de protección porque no sabían cómo hacerlo.

Una curiosidad, ¿qué ha pasado con el Comando Covid?

Ha pasado a depender del despacho directamente. Tengo un representante que lo dirige. Y se ha formado una secretaría, para simplificar todo. Antes le tenía que escribir al viceministro, este al ministro y este al sistema de Defensa Nacional. Ahora ya todo es más directo.

A propósito, es usted bastante crítica con la lentitud del Estado. Lo entiendo. Tenemos un Estado…

Paquidérmico.

Que funciona a una velocidad diferente de lo que se necesita en una emergencia así. ¿Es lo único que se puede criticar?

No, no. Tenemos muchas debilidades. Mire, le pido perdón a los funcionarios de este ministerio. Los llamo y les exijo celeridad. Estamos tratando de mover todo lo más que se pueda. Aprobamos una planta de oxígeno de 10 metros cúbicos por hora pero no la de 20 ni la de 40. Nos pasa cada cosa chistosa, aunque la palabra correcta sería patética. Es que es patético. Algunos de nosotros, los peruanos, parece que tenemos cerebros con cuatro neuronas, una en cada esquina del cuadrado. Ni modo. Discúlpeme, pero es la realidad.

Se lo decía porque también hay que mirar al mundo privado. Ese acuerdo con las clínicas, pocas lo han suscrito.

No sé qué espera todo el mundo de ese acuerdo con las clínicas. ¿Cuántas camas UCI tiene una clínica? Poquísimas. Su capacidad es muy limitada. Ellas tienen su propio sistema de aseguramiento y sus usuarios. Hay 16 que han firmado y hay 6 personas del SIS que se han hospitalizado.

Si se puede salvar alguna vida más, ¿no vale la pena que se adhieran otras clínicas?

Es que esas no tienen capacidad de UCI. Las que se anotaron son las que sí tienen. Una clínica puede tener dos camas, ¿y qué hacen con sus asegurados? A la larga, la responsabilidad mayor está cayendo sobre el Minsa, que es el ha comprado ventiladores. A lo que hay que apuntar es a un sistema único de salud, donde todos los ciudadanos por equidad pueden acceder a lo mismo.

¿Cree que un Estado autoritario sería más efectivo en la lucha contra la pandemia?

Lo real es que en las poblaciones en donde se cumplen las normas, la salud pública va mejor. Llame a eso educación, autoritarismo, lo que quiera. Donde no hay autoritarismo, como usted le llama, tiene que haber educación y responsabilidad. Por eso hay que explicar las medidas, para que las personas estén en sus domicilios, porque las casas se están transformando en lugares de transmisión del virus. Es nuestra función como Estado orientar a las personas y decirles qué funciona y qué no. Somos un país en el que todos necesitan una mamá, ¿no es cierto? Yo construyo mi casa en donde sé que todos los años va a pasar el río y cuando el agua se lleva todo salgo a decir “todavía no ha venido la municipalidad a ayudarme”, o “todavía no me han reconstruido mi casa en el mismo lugar”. Tenemos que educarnos. Si somos responsables y asumimos nuestro rol, el trabajo del Estado sería más fácil.

Bueno, también he visto edificios modernos en acantilados, que son para morirse de miedo. De todo hay.

Es que en los países en los que el subdesarrollo está en el lóbulo prefrontal, todo es desarticulado. El subdesarrollo en parte está acá, en el bolsillo, es económico. Pero también tiene que ver con la forma en la que nos comportamos. Es más fácil arreglar lo primero que lo segundo. Los peruanos debemos asumir el control de nuestra propia vida y no esperar que alguien lo haga por nosotros.

¿Qué ha ocurrido con las pruebas moleculares desarrolladas por científicos peruanos?

Hay dos grupos que ya están en la etapa de validación. Ha resultado más complicado de lo esperado porque se necesita hacer esa validación varias en miles de pruebas. Eso es lo que está demorando un poco el asunto.

¿Se sabe cuántos indígenas han fallecido hasta ahora por la pandemia?

Llevamos mucho tiempo en el que no hacemos lo que las comunidades indígenas necesitan. Están alejadas, no llegamos como debemos y muchas veces ponemos mucha distancia. Me explico: en salud es más fácil que los demás hagan lo que yo estoy acostumbrado a hacer, en vez de comprender cómo otros se acercan a la enfermedad. Algunas comunidades no querían tomar la ivermectina porque había la noción de que el inyectable es mejor. En otras, había miedo a ser contagiados por los visitantes. Entonces, eso hace que esas comunidades tengan ciertas dificultades para entenderse con nosotros. Encima, hay que ser honestos: no necesariamente las miramos como iguales, hay mucho prejuicio. Entre comunidades amazónicas y andinas, hay cerca de 800 casos positivos.

¿Y decesos?

No tenemos cómo saber una cifra exacta. En Amazonas y Madre de Dios se está tratando de levantar cifras de manera retrospectiva, es decir se trata de llegar al sitio más alejado y preguntar cuántos han muerto.

Usted como ministra ocupa un cargo político. ¿Qué piensa de lo que ocurrió con el Congreso?

De lo que veo, siempre hay diferencias y tensiones. Es complicado entenderse, más en una pandemia. Todos reaccionamos como no deberíamos por el cansancio. Yo misma les he dicho a los funcionarios del ministerio que todos estamos estresados y dolidos y, por consiguiente, les pedí disculpas por anticipado porque no tengo tiempo para ser delicada, no me queda mucha paciencia, a veces reacciono con demasiada fuerza y, encima, soy tremendamente exigente y no me acuerdo que tienen que comer, dormir y ver a la familia. Eso le pasa a todos. Todos andamos desesperados y frustrados. Sin embargo, lo que yo sí veo es la voluntad de encontrar algo que nos una, y creo que poco a poco estamos yendo hacia eso.

Bueno, si no nos une una pandemia, ¿entonces qué?

Ya qué nos une, ciertamente. Igual, luego de este pico de diferencias estamos encontrando un camino y todos tenemos que aprender y ceder.

¿Cree en la buena fe del Congreso?

Creo en la buena fe de todos los ciudadanos que quieren salir de la pandemia, incluido el Congreso.

Entiendo que el mensaje del premier Martos ante el Congreso tendrá un enfoque mucho más fuerte en lo sanitario, ¿cierto?

Lo sanitario sigue siendo lo más importante en este momento y es necesario que nos den la oportunidad de presentar estas medidas específicas. El expremier Cateriano tenía una forma de enfocar las cosas, el premier Martos tiene otro estilo, a él le gusta “uno, dos, tres, cuatro y cinco”. Por eso estamos viendo cómo presentar las medidas de una manera más puntual. Dentro de todo ello, el enfoque comunitario y familiar va a ser el más importante en el mensaje del premier.

¿Qué más se va a tocar en el mensaje?

La forma de asistir a las regiones. Y algo de lo que casi nunca se habla: reactivar en el primer nivel de atención lo que no es COVID-19, como las vacunas, el hierro y la atención de personas con otras enfermedades.

¿Qué nivel de coordinación tiene con el llamado Comando Vacuna?

Independientemente de lo curioso de que todos seamos comando…

¿Muy militar el asunto?

Es que la salud pública se maneja de manera vertical, como las Fuerzas Armadas, sin dudas ni murmuraciones. Todos tenemos que hacer lo mismo, luego evaluamos, y si no funcionó cambiamos de estrategia. Es militar. Mientras uno piensa, yo pienso y todos pensamos, se murió todo el mundo. Regreso a su pregunta. Tenemos tres grupos trabajando. Primero, una comisión multisectorial dirigida por Relaciones Exteriores para ver la forma en la que podemos acceder a la vacuna, desde el punto de los contactos, de los ensayos clínicos y demás. Es el grupo que negocia a nivel internacional, con el Ministerio de Salud como secretario técnico.

¿Ese es el más importante?

Así es. Y acá en el Minsa tenemos también a un equipo con especialistas que ven los detalles: en qué nivel está la vacuna, qué efectos secundarios hay. Y ya por fuera de estos dos, viene este Comando Vacuna de personalidades que también trabaja.

¿Cómo nos podemos poner primeros en la fila?

¿Primeros en la fila? Bien difícil, ¿verdad?

Claro, la prioridad la tienen los que la hacen. Me refiero a ponernos en un lugar privilegiado.

Exacto, de eso se trata, de ponernos en la línea. Y lo que también se está haciendo es la estrategia para la aplicación de la vacuna. Por ejemplo, la de la rubeola no se aplicó en todo el mundo, solo en mujeres de edad reproductiva. Luego de eso en jóvenes. Y al final, el resto. Porque es imposible vacunar a 31 millones de peruanos. No hay forma. Otra cosa: aprobar un ensayo clínico puede tomar seis meses y no tenemos ese tiempo. Por eso, lo que ya se ha hecho en el Minsa es una coordinación para que demore solo siete días, lo cual es una gran felicidad. Para todos los que trabajamos en investigación -yo lo hacía- aprobar un ensayo clínico, un proyecto, era un sufrimiento que yo decía: “¿nos están aprobando cómo vamos a comprar cocaína o cómo seguir a los pacientes con Huntington?”. Eso va a quedar para la historia.

“Tengo que decir que si me considero autoritaria”

¿Se considera una persona autoritaria?

¿Qué puedo decir? Me temo que sí, tengo que decir que sí. Habitualmente, converso con todo el mundo. En nuestro equipo de investigación siempre somos muy horizontales, y yo siempre he dicho que en el trabajo uno tiene que comportarse como en las fuerzas especiales. De repente soy la jefa, pero si estamos discutiendo sobre una técnica de laboratorio quien tiene que guiar la sesión no soy yo sino el biólogo molecular. O si estamos hablando sobre las repercusiones de la enfermedad de Huntington en la salud mental, la psiquiatra es la que dirige. Esa ha sido relativamente mi forma de comportarme.

¿Pero?

En salud pública tiene que haber un límite a la democracia, porque hay que tomarse decisiones, porque la salud pública no espera. Y en la función pública -es triste lo que voy a decir, penoso y vergonzoso- el “por favor” no funciona muy bien. Algunas veces uno tiene que presionar al sistema para que reaccione. Cuando yo trabajé antes acá (durante el gobierno de Alejandro Toledo) y había un problema que no se resolvía, llamaba a todos los implicados, los encerraba en el salón azul que está allá y les decía que tenían derecho a ir al baño, a tomar café y a llamar a su secretaria, pero no derecho a salir. Y cerraba la puerta. Ahora, eso que le cuento lo hice al principio.

Yo trabajé dos años y medio en este ministerio. Mover el sistema me tomó seis meses. Y los últimos seis fueron los mejores de mi vida, de mi existencia, porque los funcionarios ya venían a buscarme, no tenía que llamarlos para exigirles. Entonces, es penoso y triste decirlo, pero si uno pide por favor muchas cosas no caminan lo suficientemente rápido. A veces hay que ponerle un poco de fuego a la administración pública. Y en estos tiempos no solo fuego, sino algo así como una supernova, o una explosión solar. Por eso es que lo primero que hice fue pedir perdón a los funcionarios, como ya le conté.

¿Sigue pidiendo fotos para ver si se conectaron los ventiladores?

Sí. Es difícil todo. Uno los entrega con la mejor voluntad de que funcionen pero los colegas tienen problemas para implementarlos. Corren y corren, aunque, para su desgracia, yo los hago correr más. Dicho sea de paso, estamos levantando un catálogo de ventiladores a nivel nacional para que queden registrados, porque seguramente ahorita vienen las “ías” y en medio de la pandemia nos empiezan a perseguir.

¿La Contraloría, la Fiscalía?

Las “ías”. Dejémoslo ahí.

Newsletter Política LR

Suscríbete aquí al boletín Política La República y recibe a diario en tu correo electrónico las noticias más destacas de los temas que marcan la agenda nacional.