Brasil: 1,200 detenidos y desactivan los campamentos tras intento de golpe de Estado
Presidente Luiz Inácio Lula da Silva ordenó el desmantelamiento de los campamentos donde se forjó el atentado contra las instalaciones del Poder Ejecutivo y Legislativo.
Brasilia. EFE
La calma regresó a Brasilia tras los ataques perpetrados el domingo a las sedes de los tres poderes por bolsonaristas radicales, que buscaban derrocar al progresista Lula da Silva una semana después de que asumiera la jefatura de Estado.
Pese a que los innumerables destrozos causados en el Congreso, la Corte Suprema y el Palacio presidencial de Planalto permanecían a la vista este lunes, el funcionamiento institucional del gigante suramericano fue completamente normalizado.
Del mismo modo, las autoridades se pusieron manos a la obra para desmontar los campamentos que mantenían los bolsonaristas desde hace dos meses y que, según el Gobierno, fueron la incubadora de los graves disturbios del domingo.
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Tras los ataques, Lula mantuvo encuentros con los jefes del Congreso y del Supremo Tribunal Federal en su oficina en el palacio presidencial de Planalto para mostrar que los actos violentos de los radicales de la ultraderecha no paralizarían las instituciones.
El ministro de Justicia, Flávio Dino, aseguró que el país recuperó la normalidad institucional y señaló que el intento de los golpistas de generar un efecto dominó no fue exitoso.
“Algunos creían que a partir de esos eventos simbólicos, como los de invadir la Presidencia y el Congreso, propiciarían nuevas aventuras, y eso fue superado”, aseguró a la prensa.
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Dino resaltó que “lo más importante es que las Fuerzas Armadas se mantuvieron fieles a la autoridad democrática”, señalando que “lo peor ya pasó”.
Campamentos
Las acciones para restablecer el orden comenzaron desde temprano con el desmonte de los campamentos que bolsonaristas levantaron frente a los comandos del Ejército en diversas ciudades del país, siguiendo las instrucciones de un magistrado del Supremo que ordenó desactivar en 24 horas todos los asentamientos de ese tipo.
El principal, ubicado en Brasilia, fue el primero en ser desmontado en una acción pacífica en la que fueron arrestadas unas 1.200 personas, que se suman a otras 300 detenidas ayer.
“Desactivamos el campamento que sirvió como cuartel general de los inaceptables actos antidemocráticos de ayer”, dijo Ricardo Cappelli, secretario general del Ministerio de Justicia y quien está a cargo de la seguridad de Brasilia.
Según reportes de las autoridades, en al menos otros 13 estados se han desactivado este tipo de asentamientos o se adelantan acciones para su desmonte.
En la mayoría de casos no se han registrado incidentes, salvo en Belén, capital del estado amazónico de Pará, donde cinco personas fueron arrestadas por resistirse.
Además de los campamentos, la Policía de carreteras terminó de desbloquear nueve vías que se encontraban obstruidas desde la noche del domingo por bolsonaristas que buscaban impedir el paso de vehículos, especialmente en los estados de Pará y Mato Grosso.
Tras reunirse Lula da Silva y los jefes de los poderes Legislativo y Judicial, hicieron un llamado en conjunto para mantener la “serenidad” y “defender la democracia” en paz.
“El país necesita normalidad, respeto y trabajo” para alcanzar “el progreso y la justicia social”, señala una nota conjunta firmada por Lula da Silva, y los titulares de la Cámara de los Diputados, el Senado y la Corte Suprema. En la nota rechazaron los “actos terroristas, de vandalismo, criminales y golpistas” ocurridos en Brasilia y subrayaron que están “unidos para que sean tomadas todas las providencias institucionales, en los términos” que marcan “las leyes brasileñas”.
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Destruyeron patrimonio artístico
Los ataques de ayer también causaron daños a numerosas obras de arte que estaban en los palacios, algunos irreparables, y cuyo valor es “incalculable”.
Entre las obras damnificadas figuran “Bandeira do Brasil” (1995), del brasileño Jorge Eduardo, que se encontró flotando en un charco. También fue afectada la monumental pintura “As mulatas” de Di Cavalcanti, valorada en cerca de 1,5 millones de dólares, que fue rasgada con objetos cortantes en siete partes.
En la sede del Congreso la lista incluye el vitral “Araguaia”, de Marianne Peretti, que fue totalmente destruido y la escultura “A bailarina”, de Victor Brecheret.