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El camino de Sonaly Tuesta tras dejar "Costumbres": "He hecho varias cosas que me siguen haciendo feliz"

La periodista habla de Lámud (Amazonas) —su cuna—, del tajo de la muerte, de su trastorno de ansiedad, de su padre, de su divorcio, de su rutina después de “Costumbres”. 

En noviembre de 2020, Sonaly Tuesta anunció su retiro del programa "Costumbres". Foto: Ana Ureta / La República
En noviembre de 2020, Sonaly Tuesta anunció su retiro del programa "Costumbres". Foto: Ana Ureta / La República

La promesa de autonomía de Mariela Sonaly Tuesta Altamirano (50 años) la propició una gaseosa. Su padre, Zacarías, el copartícipe de las visitas a las bodegas y educador fuera de casa y dentro de ella, había advertido la disyuntiva de la hija: “¿La pido o no la pido?”. “Para que no estés algún día pensando en que si te compras esa gaseosa no vas a tener para el pasaje, debes estudiar”, le dijo. Ella no recuerda la edad con que recibió el discurso, pero sí la secuela: tomar ventaja de lo que ya poseía. 

Y poseía, en Amazonas, en cada una de las viviendas donde le tocó asentarse por ser hija de un docente rural, un código privado para simpatizar con el mundo: cuando las gallinas dormían como indicio de que el día terminaba, ella también; comía arracacha en lugar de zanahoria y le llamaba tomatillo al aguaymanto; como el periódico llegaba una vez por semana, lo diseccionaba hasta lograr, con un solo ejemplar, alimentar dos cuadernos —uno con noticias, otro con anuncios de películas y cuentos de autoría—. Y antes de armar su propia colección, había ensayado con una enciclopedia: “Yo con ‘El tesoro de la juventud’ comencé a inventar que leía. (...) Miraba y, de acuerdo a la foto, iba hablando qué cosa era”. 

Había visto en esos tomos alguna imagen de dragón. Le añadió al ser mitológico características amazonenses, lo archivó en su subconsciente y se planteó una nueva tarea para vincularla con la escritura:  “Yo en la noche me proponía a soñar. (Risas). (...) Entonces eso, nutrido con las leyendas de la zona, dejaban textos alucinantes”.  

 Sonaly Tuesta en Pedro Ruiz, Bongará, Amazonas. Foto: archivo de Sonaly Tuesta

Sonaly Tuesta en Pedro Ruiz, Bongará, Amazonas. Foto: archivo de Sonaly Tuesta

—¿Dejabas que tu papá te leyera?

—Sí. Mi papá siempre me leía. Siempre, siempre. Él era una persona que me ayudaba a aprender con la motivación. Entonces, a raíz de lo que leía, me decía: “Oye, ¿por qué no escribes esto?” o “Te voy a traer un libro de esto”. Igual mi mamá. Yo a mi mamá la perseguía para leerle lo que había escrito, y a ella siempre le gustaba. Ella iba por el otro lado: “Tan inteligente, tan linda”. Los dos me ayudaron mucho a crear una identidad, una individualidad y una fortaleza.

—¿Y qué pasó con los cuadernos?

—¡Ay! En tanta mudanza, el cuaderno de los dragones se perdió. El otro lo conservé, el de noticias, un tiempo.

 Nélida (madre), Nancy, Nelly, Glatzer y Sonaly junto a Zacarías Tuesta. Foto: archivo de Sonaly Tuesta

Nélida (madre), Nancy, Nelly, Glatzer y Sonaly junto a Zacarías Tuesta. Foto: archivo de Sonaly Tuesta

La mudanza-colisión ocurrió cuando tenía 14 años: Lima, la capital de un país que hasta entonces Sonaly apreciaba verdinegro, fue el nuevo paradero en tono gris. Cursó cuarto y quinto de secundaria y, además, estudió becada —luego de dos ciclos financiados con la jubilación de su padre— la carrera de Comunicación en la Universidad de Lima

—Sé que la poesía te ayudó a conectar con este nuevo escenario. ¿Qué temáticas abordabas? 

—Lo que escribí estaba relacionado con mis herencias. Tenía muy claras las dificultades que se notaban más en la capital, con la situación económica. Escribía lo que añoraba de mi tierra y de lo que habían sido las figuras de mi papá y de mi mamá. (...) La poesía sirvió para afirmar una identidad porque en un momento me fue complicado: si bien me preguntaban de dónde era y yo les decía, prefería que no me lo preguntaran.

Pero la vida a veces obsequia resarcimientos. Así lo hizo con la periodista y el programa que ocupó 20 años la pantalla de TV Perú, “Costumbres”. Ella fue el rostro, la voz y, con un equipo de cinco personas y dos viajes mensuales, configuró la médula de cada narración. En la memoria colectiva reposa el fin del espacio—y la pena que dejó— durante el gobierno de Merino, en 2020. Reposan también los titulares: primero en noviembre de 2021, “Sonaly Tuesta es la nueva viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales”; luego, en abril 2022, “Sonaly Tuesta renunció al viceministerio de Cultura tras criticar frase de Aníbal Torres sobre Adolfo Hitler”.

“Me parecía una locura estar dentro del aparato estatal y quejarme de eso. Entonces me pareció prudente, ético y honesto conmigo poder retirarme”, confiesa ahora.

—¿Te costó dejar el periodismo escrito para saltar al periodismo audiovisual? 

—Sí. (...) Yo quería contar historias, y las historias pensé que solamente se contaban a través de la escritura. Entonces, me fueron llamando la atención las historias de provincianos en Lima y comencé a escribir notas para el periódico donde trabajaba (El Sol). Después, surgió la posibilidad de un canal pequeño de UHF, el canal 57, y se transformó lo escrito para un programa de televisión. Yo al principio no iba a ser la conductora ni quería ser la conductora, pero después me di cuenta de que si quería que ese tema de reconocimiento de la gente funcionara, tenía que estar en un medio masivo: era la televisión.

La Sonaly universitaria ganó los juegos florales de los 90. La Sonaly poeta publicó su primera obra en 1994, “El Secreto de los Sachapuyos”. La Sonaly periodista y madre escribió “El rescatador y las vírgenes” (1998), “​Fiestas, calendarios y costumbres” (2010), “¡Ya endulzó la coca!” (2017) y “Costumbres” (2020). La Sonaly sobreviviente reunió su parteaguas de pronóstico reservado a causa del paramixovirus en “Un viaje para no morir” (2022). 

—¿“Un viaje para no morir” te generó una recaída emocional o lo tomaste como un proceso de catarsis?

—Yo creo que el libro lo que ha tenido es un cierre de algo. Necesitaba que el libro salga para que pueda irse ahí mucho de lo que he sentido y lo voy a sentir siempre. (...) Pero sí, en el proceso de, por ejemplo, editarlo hubo cosas con las que me quedaba ‘pegada’ y sentía mucha nostalgia, mucho dolor. Cuando salí de la clínica (2016) y comencé a tener algunas anotaciones de lo que me acordaba, yo sabía que esto iba a ser algo en algún momento, que tenía que ser algo, no necesariamente un libro. 

—¿En qué momento decidiste que sería un libro? 

—Cuando lo que había avanzado se lo di a Inés y me dijo: “Está brutal, me has hecho llorar. Tienes que sacar el libro”. Y ahí quedó, ella no logró ver el libro terminado, pero sí leyó una buena parte de él.

Inés, a quien en 2021 le dedicó la columna “Libre hasta de mí misma”, fue una víctima del cáncer, fue su mejor amiga. “Siempre fue una mujer que me rescataba. A veces yo estaba en algo muy complejo, porque tengo trastorno de ansiedad, y siempre venía con la palabra exacta”. Y la búsqueda de la palabra exacta anula el olvido y a veces arroja a Sonaly a marcarle. “Es difícil, con el sentimiento de pánico, no saber a quién llamar”.

Sin embargo, además de Santiago —el menor—, su hijo Gabriel, de 24 años, estudiante de Cine en Argentina, el mayor del matrimonio que formó con Martín Alvarado en 1996 y que finalizó en 2017, es uno de sus trípodes también: “Gabriel ha viajado conmigo muchísimos años. Era un niño que se adaptaba a las cosas. (...) Hay una parte del libro en que digo ‘Él cargó todas las mochilas que nadie quería cargar’, y finalmente se convirtió en mi compañero”.

 La periodista y Gabriel, el mayor de sus hijos. Foto: archivo de Sonaly Tuesta

La periodista y Gabriel, el mayor de sus hijos. Foto: archivo de Sonaly Tuesta

—¿Fue pieza clave para tu recuperación?

—Él ha sido fundamental en todo ese tiempo, con su serenidad. Él llegaba y era el único que, cuando despertaba, me permitía estar en la realidad. Con él yo me conectaba al momento y sabía exactamente quién era. Sabía qué estaba pasando, sabía en qué época estaba. Pero cuando él se iba, todo comenzaba a ser como el principio. O sea, creía que todo el mundo me quería atacar, creía que estaba en otro año, creía que no estaba viva. 

La relación sigue siendo tan fuerte como ha sido desde que era niño. Nosotros decidimos las cosas juntos. (...) Siempre me consulta temas de la universidad. Es un tipo muy consecuente, muy racional. 

—¿Y qué decisiones le consultas tú?

—Tenía un curso que había dictado de storytelling. Entonces veíamos las películas y decidimos qué tipo de escenas tendrían que ir en la PPT. Él tiene una visión totalmente distinta. Él se hace menos problemas con las cosas. Nos complementamos. Además, él ha trabajado en la película, es una de las cámaras.

La periodista se refiere a “Misión Kipi”, una película que, bajo su dirección, está invitada al vigésimo sexto Festival de Cine en Español de Málaga. El protagonista es Walter Velásquez, el profesor de Química, Física y Tecnología y también padre de una pequeña robot quechuahablante llamada Kipi. En medio de la pandemia, ambos —creador y creación— visitaban las comunidades de Colcabamba y Andaymarca, en Huancavelica, para dictar clases. 

—¿Cómo surgió el pódcast “Te lo dije”?

—La idea es de Gabriel. Primero quería que el podcast lo hagamos mi hermano y yo, porque mi hermano es Glatzer Tuesta, quien tiene un programa en IDL que se llama “No hay derecho”. Entonces veía que podíamos conversar. Después, como no se dio esa situación porque mi hermano no tiene mucho tiempo, pensó en una madre y un hijo. Me lo propuso, lo pateamos algunos meses hasta que dijimos: “Sí, hay que comenzar”, y comenzamos. Ha sido bien interesante.

Y aquel ha sido su tránsito desde que cesó “Costumbres” hasta ahora: libros, proyectos audiovisuales, podcast, viajes, café, gratitud y rock en español. 

—¿Cómo supiste avanzar después de “Costumbres”? 

—La parte independiente es un poco más dura porque estás buscando proyectos todo el tiempo, a ver si esta vez funciona o no para poder sobrevivir. Tienes deudas que siguen llegando todos los meses. Viéndolo tres años después, he hecho varias cosas que me siguen haciendo feliz, y me parece que fue lo correcto en ese momento.

Hay gente que quiere que vuelva el programa. Ojalá podamos tener una oportunidad de poder hacer algo que pueda ser quizá como “Costumbres”, pero eso está en veremos. No es una prioridad. Está en el escenario, a ver si es posible. 

—¿“Costumbres” como tal tiene un heredero? ¿Planeas cederle el formato a alguien? 

Tenía una idea muy clara de salir yo de pantalla y dejar a alguien que continúe el programa. Por ejemplo, un danzante de tijera tiene un aprendiz al cual le enseña y, en el momento en que él se retira, el otro continúa. 

Sí es urgente para Sonaly, en cambio, seguir acogiendo la fe en el Señor de Gualamita, alimentar sus energías espirituales, desechar las culpas, agradecerle al azul del Lago Titicaca, el único color que no se fundió con el claroscuro de su tiempo en coma, y recordar el eco del padre que partió en 2007:

“Creo que es la persona que más me ha podido amar y hacer sentir que todo era posible, pero que él iba a hacer que eso sea posible. No solamente yo. Igual yo tengo pesadillas a veces y me despierto en el momento en que me dicen que ha muerto. Es una ausencia con la que he aprendido a vivir, pero que siempre duele”.

Correctora web y columnista del espacio Glosario azul en La República. Periodista piurana (Udep) con experiencia en el género argumentativo y narrativo, y en la docencia de la gramática española.