
Etanol: el biocombustible peruano que quiere conquistar el transporte y la aviación del futuro
Con una huella de carbono 85% menor que los combustibles fósiles, el etanol producido a partir de caña de azúcar se posiciona como el nuevo motor verde del país.
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Mientras los motores del parque automotor nacional siguen rugiendo al ritmo del gas, el diésel y el gasohol, en Piura se gesta una revolución silenciosa: más de 20.000 hectáreas de caña de azúcar alimentan la producción de un biocombustible que no solo busca reducir las emisiones de carbono en el país, sino también colocar a Perú en el mapa global de energías limpias.
Se trata del etanol, un combustible con emisiones de CO₂ equivalente (CO2eq) hasta 85% menores que los derivados del petróleo y que promete ser una alternativa viable para la descarbonización del transporte terrestre y aéreo.
Biocombustibles en auge frente a un modelo que contamina
De acuerdo con el Global Carbon Budget 2024, el Perú emitió más de 55 millones de toneladas de CO₂ en 2023, siendo el transporte responsable del 15% de esa cifra. A pesar de los avances tecnológicos y del impulso al gas natural, el país sigue anclado a una matriz energética intensiva en carbono. En este contexto, acelerar la adopción de biocombustibles no es solo una opción, sino una urgencia.
Consciente de este reto, Mitsui & Co. Perú y Perucaña organizaron el foro “Etanol: una alternativa de biocombustible para la descarbonización en el transporte terrestre y aéreo”, en el que participaron líderes empresariales, técnicos y autoridades nacionales e internacionales.
Entre ellos, John Carty, presidente de Perucaña, y Jiro Yamada, presidente de Mitsui & Co. Perú. También estuvieron presentes representantes de Toyota Perú, Cummins US, Agroaurora, Caña Brava, el MINEM y la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
Perú pisa el acelerador verde
La principal carta de presentación del etanol peruano es su origen: la caña de azúcar cultivada en el norte del país, una fuente renovable que permite no solo un biocombustible de bajo impacto ambiental, sino también una integración casi inmediata en la infraestructura existente de transporte.
En 2024, el país produjo 217 mil metros cúbicos de etanol, y cuenta con una capacidad instalada de hasta 340 mil metros cúbicos, lo que abre espacio para ampliar la producción sin necesidad de nuevas inversiones en plantas. Solo en Piura, las empresas Agroaurora y Caña Brava logran rendimientos de 121 toneladas por hectárea, el más alto de Latinoamérica.
Pero el impacto no se queda dentro de nuestras fronteras: el Perú exportó más de 160 mil metros cúbicos de etanol en 2024, principalmente a los Países Bajos, gracias a la alta calidad del producto y su bajísima huella ambiental.
“Hoy más que nunca, el Perú debe apostar por sus recursos naturales. La caña de azúcar tiene una ventaja comparativa que no solo impulsa el desarrollo rural, sino que nos permite ofrecer un biocombustible de clase mundial”, afirmó John Carty durante el foro.
SAF: volando con etanol
Más allá de las carreteras, el etanol también apunta a las alturas. A nivel internacional, el SAF (Combustible Sostenible de Aviación) derivado del etanol —conocido como ATJ, por sus siglas en inglés— se perfila como una de las soluciones más realistas para descarbonizar el sector aéreo. Según la IATA, la demanda de SAF podría superar los 300 millones de toneladas en 2050, pero la oferta apenas llegaría a 250 millones.
“El SAF producido a partir de etanol tiene un rol fundamental en la aviación del futuro. Con su biomasa abundante y ventajas logísticas, el Perú está llamado a convertirse en proveedor estratégico”, remarcó Jiro Yamada, quien también pidió una articulación público-privada que garantice inversión, tecnología y reglas claras para este nuevo ecosistema.
Más allá del carbono: empleo, agro y desarrollo rural
La apuesta por el etanol también tiene una dimensión social y económica profunda. La cadena productiva de la caña de azúcar genera 100 mil empleos en el país, incluyendo a más de 20 mil pequeños agricultores del norte peruano. Con cosechas durante todo el año, esta agroindustria no solo combate la pobreza estructural, sino que, según el BCRP, ha impulsado un crecimiento anual de 1,9% en las regiones donde opera.
El sector pide, sin embargo, un mayor compromiso del Estado. Entre las propuestas, destacan el incremento gradual del mandato de mezcla del etanol con gasolina —del actual 7,8% hasta un 30%, siguiendo el ejemplo de países como Brasil y Paraguay—, y la implementación de una estrategia nacional de SAF que conecte al Perú con la cadena de valor global de combustibles limpios.
Una hoja de ruta para el futuro energético
La transición energética no es un destino, sino una serie de decisiones. Hoy, el Perú tiene frente a sí la posibilidad de liderar en biocombustibles con un producto competitivo, exportable y con enorme potencial de impacto climático y social.
Apostar por el etanol no solo es una medida ambiental, sino también una política económica inteligente, capaz de generar empleo, reducir la pobreza rural, dinamizar el agro y posicionar al país como actor relevante en la nueva economía verde.
Con visión, inversión y voluntad política, el biocombustible de caña podría ser mucho más que una alternativa: podría convertirse en el nuevo eje del desarrollo energético sostenible del Perú.