
Nació en Perú, se fue al año y volvió medio siglo después para liderar el grupo Mitsui: la historia de Jiro Yamada
Jiro Yamada, nacido en Perú en los años 60, regresa tras 55 años como presidente de Mitsui & Co. Perú, una influyente compañía japonesa con casi siete décadas en el país.
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A veces la vida da vueltas tan grandes que uno acaba donde comenzó. Jiro Yamada nació en Perú en los años 60, mientras su padre trabajaba en un fallido proyecto azucarero de Mitsui. Al año de vida, regresó a Japón. Tuvieron que pasar 55 años para que volviera, esta vez no como hijo de un empresario, sino como el presidente de la misma compañía que lo trajo al mundo.
“Siempre quise volver”, dice con calma, como quien por fin cumplió una promesa. Ahora está al frente de Mitsui & Co. Perú, una de las casas comerciales más influyentes de Japón, con más de 350 años de historia desde aquella primera tienda de kimonos en Edo, pero con una presencia en el Perú que ya suma casi siete décadas.
El vínculo con el país comenzó con el azúcar. En los años 50, el Perú era uno de los cinco principales exportadores de ese insumo hacia Japón. Mitsui llegó a Lima en 1957 con un pequeño equipo, pero una mirada de largo plazo. Así, sin estridencias, fue echando raíces. Primero una oficina, luego una hidroeléctrica en Tacna. Más tarde llegaron inversiones curiosas: harina de pescado, pantys, pan de guía. Algunas florecieron, otras no.
El gran salto vino en 1965, cuando Mitsui fundó Toyota del Perú, en sociedad con la automotriz japonesa. Desde entonces, la expansión fue imparable: automóviles, tractores, montacargas, neumáticos, maquinaria pesada. Hoy, detrás de marcas como Toyota, Bridgestone, Komatsu o New Holland, también está Mitsui. Solo que casi nadie lo sabe.
“Somos doce empresas y más de cinco mil trabajadores. Pero nuestro nombre no suena como Grupo Gloria, Romero o Brescia. Eso queremos cambiar”, afirma Yamada. Por eso han comenzado a construir una identidad corporativa común, con actividades conjuntas, celebraciones familiares, influencers internos y hasta campeonatos de fútbol que reúnen a cientos de empleados. “Queremos que la gente sienta que no trabaja solo para una marca, sino para un grupo. Para Mitsui”.
Pero su mirada va más allá del organigrama. Yamada tiene una misión: hacer que el Perú se vea a sí mismo como lo ven desde afuera. Cree que este país tiene todo para destacar, pero aún no lo cree.
“Desde Japón, Perú parece complicado. Pero cuando llegas, descubres algo distinto. Hay talento, hay calidez, hay recursos. Es una joya que el mundo aún no conoce del todo”, dice.
Una de sus obsesiones es el etanol producido con caña de azúcar peruana, considerado uno de los más limpios del mundo. “Podría ser clave para la transición energética, incluso para combustibles de aviación sostenible. Pero nadie lo promociona, ni siquiera en Asia. Es como tener oro en las manos y no mostrarlo”.
También ve ventajas estructurales que, según él, están subutilizadas: el gas natural más barato de la región, la única costa del Pacífico con reservas importantes, un costo energético bajo y una ubicación estratégica. “Todo está ahí, pero no hay narrativa, no hay confianza”, dice. “Otros países se venden mejor sin tener tanto. Perú lo tiene todo, pero no se lo cree”.
Y él quiere ser ese puente. No solo como CEO, sino como algo más profundo. Cuando ingresó a Mitsui, pidió específicamente trabajar en América Latina. Aprendió español en Chile, negoció motos Yamaha en Inglaterra, hizo finanzas de consumo en Tailandia. Pero su sueño siempre fue regresar al Perú.
“Yo quería ser un embajador. Mostrar lo que este país tiene. No solo para exportar productos, también para atraer respeto, inversión, mirada. Mostrar que aquí se puede hacer empresa en serio”.
Hoy, bajo su liderazgo, Mitsui impulsa proyectos mineros (como Miskimayo en Piura, en roca fosfórica), distribución de fertilizantes con el Grupo Romero (Equilibra), y toda una red industrial que opera con bajo perfil pero alto impacto. “No hacemos mucho ruido, pero generamos empleo, pagamos impuestos y miramos el largo plazo. Queremos que se note”.
Antes de terminar la conversación, Yamada deja una última reflexión: “El Perú es una tierra fértil, pero no solo por lo que produce. Lo es por su gente. Aquí hay ingenio, esfuerzo, sensibilidad. Si ese talento tuviera un mejor sistema detrás, el país sería imparable. A veces, solo falta una chispa. O alguien que diga: esto vale”.
Han pasado 55 años desde que Jiro Yamada salió del país donde nació. Hoy, su regreso es más que simbólico. Es el intento de reconciliar una historia familiar con un proyecto empresarial. Y de demostrar que, desde el silencio, Mitsui ha construido una presencia que el Perú merece empezar a mirar con otros ojos.