COVID-19: pandemia reimpulsa la cuarta revolución industrial
Ante el impacto del nuevo coronavirus, la impresión 3D cumple un rol fundamental en algunos países para combatir la falta de insumos médicos.
Con máscaras protectoras y visores para personal de la salud fabricados en emergencia, la crisis sanitaria del coronavirus ha impulsado la impresión 3D. Pero el costo y la calidad de esta tecnología no representan una amenaza inminente para los empleos industriales.
La pandemia del COVID-19 afecta las cadenas de producción a nivel nacional, sin embargo, logró en poco tiempo que la cuarta revolución industrial acelere la adopción de la impresión 3D más allá de los estratos universitarios y de emprendimiento.
Por ejemplo, en Italia, una joven especialista en impresión 3D recibió la ayuda necesaria para modificar una máscara de buceo Decathlon para atender la falta de respiradores en los hospitales.
Mientras que en Francia la marca Volumic obtuvo el permiso de 260 laboratorios para imprimir muestras de prueba utilizadas para la detección del COVID-19.
"La impresión 3D es adecuada para situaciones de emergencia", contó a AFP, Arthur Wheaton, profesor especializado en temas sociales y de fabricación en la Universidad de Cornell en Nueva York.
La impresión 3D es más flexible
Cabe resaltar que la impresión 3D apareció en los años ochenta, y consiste en convertir un modelo digital en un objeto sólido (en tres dimensiones).
Lo que se necesita es una impresora 3D, consumibles como filamentos y polvo, un fichero informático y un programa para modelizar el objeto y una computadora.
“A diferencia de la producción industrial tradicional, que exige máquinas específicas, creadas en fábricas específicas, la impresora 3D es muy flexible”, dice Greg Mark, fundador y director ejecutivo de Markforged, una empresa emergente estadounidense que elabora estos dispositivos.
Industrias como la medicina, aeronáutica, joyería, diseño o la industria agroalimentaria, emplean esta técnica, aunque la calidad de acabado de los objetos sigue siendo imperfecta debido al estado de la tecnología, aun es complicado imaginar una producción masiva.
“Las impresoras 3D no son una amenaza inmediata para los empleados, pero mejoras de la tecnología y de su coste podrían ser una amenaza a largo plazo”, concluye Wheaton.