Un corto viaje de diez minutos, desde el centro de la calurosa Iquitos (Loreto), lleva hasta el puerto por el que recorren las aguas del río Itaya, en la amazonía del Perú. De allí, solo ocho minutos separan a los visitantes de cuatro comunidades, que se encuentran al borde derecho de esta corriente, en el distrito de Belén.
Por estas zonas, que carecen de servicios básicos y cuentan con una limitada presencia del Estado, se gestó una iniciativa, hace cerca de ocho años, para reducir los altos índices de maltrato infantil que se registraban. Y fueron los propios niños del lugar quienes la promovieron.
“En mi comunidad vivíamos una dura realidad”, comenta Séfora, de apenas 12 años, en conversación con LaRepublica.pe. “Los padres maltrataban mucho a sus hijos, creían que era lo correcto, pero eso era porque no sabían que sí existía la educación sin violencia”, añade la menor, quien vive en la comunidad de San José.
Como ella, decenas de adolescentes y niños, junto a miembros del Instituto de Formación de Adolescentes y Niños (Infant), iniciaron varias campañas de largo aliento, que finalmente han logrado desterrar (hasta cierto punto) el maltrato infantil.
“(Belén) es uno de los distritos más pobres de la ciudad y era muy estigmatizado, incluso por la propia gente (...). Había un alto índice de agresiones contra menores. Incluso, cuando ellos mismos contaban sus experiencias mostraban sus moretones. Eran humillados”, reflexiona Esther Díaz, directora de Infant.
Por ello, en el 2008, nació una organización conformada por jóvenes, quienes se reunían todos los días para plantear alternativas de solución a la problemática. De allí nacieron campañas como ‘Toca la puerta, interrumpe la violencia’.
¿En qué consiste? Mediante la difusión de videos se logra motivar a las personas para que, cuando sean testigos de un caso de abuso, intervengan y así el ciclo no continúe.
“Empezamos con un trabajo coordinado, realizamos actividades educativas y así ellos tomaron conciencia sobre sus derechos. Luego les llevaron el mensaje a sus padres y, tras el paso de los años, hemos visto cómo el nivel de violencia se ha reducido notoriamente. Ahora los niños tienen voz y decisión en sus comunidades”, comenta Díaz.
Anderson, de 19 años, quien reside en San José; sin embargo, confirma que todavía hay mucho trabajo por hacer. “A pesar de los talleres, se siguen dando casos de maltrato y da mucha pena. Yo quisiera que las organizaciones pongan un granito más de arena para la educación de los padres”, exhorta.
A su lado, Randú, con apenas 15 años, no duda en expresar su deseo de apoyar. “Queremos integrarnos a las reuniones con las autoridades para dar nuestras propias propuestas y así evitar que la violencia crezca”, apunta.
“Las malas prácticas no son fáciles de desaparecer. No se hace de la noche a la mañana; sin embargo, ahora hay más diálogo. Considero que esta es la mejor estrategia para poder convivir en paz con la familia y vecinos”, detalla Franz, de 13 años, y quien vive en la comunidad de San Andrés.
La representante de Infant explica que esta práctica exitosa debería replicarse en otros lugares del país. “No queremos que sea solo una experiencia, porque es en sí una política pública. Creo que podríamos lograr mucho más si hubiese más voluntad y mayor compromiso de parte de las instituciones del Estado”, sentencia.
Entre el último lunes 11 y miércoles 13 de octubre se realizó, en San Isidro, el Primer Encuentro Internacional de las Infancias, que reunió a niños y niñas de diversas regiones (entre estos Iquitos) y países para dialogar sobre el cumplimiento de sus derechos.
Infant trabaja en 4 comunidades de Belén: San Andrés, San José, 8 de Diciembre.