
Pedro Seabra Pinedo, hoy teniente general en retiro y excomandante de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), revela por primera vez los detalles de una operación aérea que se mantuvo en el más absoluto secreto durante la guerra de las Malvinas por casi tres décadas.
El testimonio exclusivo del piloto peruano Seabra, al que accedió la revista DEF, permite reconstruir por primera vez desde dentro cómo se llevó a cabo aquella arriesgada maniobra de apoyo. “No teníamos que comentarlo ni con la almohada”, recuerda, en alusión al alto nivel de confidencialidad que rodeó la operación.
La participación del Perú durante la guerra en el Atlántico Sur no fue solo diplomática. Mientras el gobierno de Fernando Belaúnde Terry intentaba mediar entre Argentina y Gran Bretaña, una ayuda material crucial se ejecutaba en la sombra: la entrega secreta de aviones de combate. El entonces teniente Pedro Seabra Pinedo, con apenas 25 años, fue uno de los oficiales elegidos para cumplir esa misión.
Desde la base aérea de La Joya, en el sur del Perú, Seabra y otros pilotos fueron convocados para un “planeamiento de traslado de aeronaves”. En ese momento, no sabían con certeza cuál sería el destino de la operación ni si serían finalmente los elegidos. Pero una tarde, casi de forma repentina, se les informó que debían despegar al día siguiente. Los Mirage ya estaban listos, cubiertos con lonas y pintados con las escarapelas de la Fuerza Aérea Argentina.
El teniente Pedro Seabra Pinedo, con 25 años en ese entonces, fue uno de los oficiales elegidos para cumplir esa misión. Foto: Composición LR/ DEF
Volaron en total sigilo, sin utilizar rutas extranjeras que pudieran delatar el movimiento. La primera escala fue en Jujuy, y desde allí continuaron hasta Tandil, siempre bajo estrictas medidas de seguridad para evitar ser detectados. “Era una misión con repercusión nacional e internacional, y teníamos que poner a prueba todo nuestro profesionalismo”, asegura.
El arribo de los aviones peruanos a Tandil fue tan emotivo como inesperado. Seabra recuerda que fueron recibidos por personal militar argentino, incluidos técnicos y pilotos que habían perdido sus propias aeronaves en combate. Algunos incluso se emocionaron al ver las matrículas repetidas: eran las mismas que llevaban los Dagger argentinos derribados semanas antes.
“No nos conocíamos, pero hubo lágrimas y abrazos. Compartíamos la misma estirpe de piloto de combate”, afirma. Tras la entrega, los peruanos regresaron al país en un avión logístico. Durante años, nadie hizo preguntas, y ellos tampoco ofrecieron respuestas.
El apoyo peruano fue mantenido en reserva durante más de 25 años. No fue sino hasta 2010 que la operación salió a la luz. Hoy, Pedro Seabra lidera el Instituto de Estudios Históricos Aeroespaciales del Perú y ha sido reconocido —junto a sus compañeros— por la Embajada Argentina, la Fuerza Aérea Argentina y otras instituciones que valoran su silencioso aporte.
“Es una historia que debe ser contada. Es parte de nuestra memoria y de la hermandad latinoamericana. El compromiso con nuestra patria no espera recompensas”, concluye el piloto que, en silencio y con valentía, escribió una página oculta de la historia sudamericana.

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