A ellos los mataron por defender la naturaleza. Las historias de vida y muerte de Mauro Pío, Emilio Marichi, Edwin Chota, Leoncio Quintisima, Francisco Pinedo, Jorge Ríos, Cristian Jaba, Arbildo Meléndez, Gonzalo Pío son desconocidas para casi todos los peruanos, pero debían significar mucho. Ellos decidieron, en un ambiente hostil, atravesarse en la ruta de los que están acabando con los bosques en nuestra Amazonía.
Según la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), representante de nueve organizaciones indígenas, 109 federaciones y 2.439 comunidades nativas, en los últimos diez años fueron asesinados 32 líderes y lideresas indígenas por defender sus territorios, sus bosques. Ellos pertenecían a los pueblos originarios Kichwa, kakataibo, asháninka, nomatsiguenka, yaneesha y kukama. Para la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, sin embargo, son 45 los defensores ambientales que han sido asesinados en Perú, en el mismo periodo del 2013 al 2023.
Esta persecución se encuentra en la delgada línea entre la defensa del territorio y la presencia de mafias y sicarios dedicados a actividades ilegales, como la tala de árboles, minería ilegal, tráfico de tierra y narcotráfico.
El asesinato de Quinto Inuma Alvarado, el último defensor ambiental y Apu Kichwa de la comunidad nativa Santa Rosillo de Yanayacu, región San Martín, no es un caso aislado. Desde el 2016 venían comunicando a las autoridades del sistema de justicia la tala indiscriminada y la presencia del narcotráfico acechando sus bosques comunales, sin que a la fecha haya un solo condenado por esos delitos.
No puede haber nada más impune que esto, ejemplo de lo lejano del acceso a la justicia para los pueblos indígenas del país. Y es que estos hostigamientos se deben a su acción contra la deforestación, los cultivos ilícitos y el acaparamiento de tierras.