Fue una conversación en su casa natal, el inmueble de la avenida Parra, en la ciudad de Arequipa, donde nació hace 86 años. Él, desde España, y el escritor Jorge Eduardo Benavides en la vivienda, hoy convertida en casa -museo.
La actividad formó parte de las celebraciones que organizó el Gobierno Regional de Arequipa (GRA) por el cumpleaños de Premio Nobel de Literatura 2010. La literatura, los personajes de sus libros y su nueva publicación acaparan la tertulia.
En la pantalla de una laptop, asoma el rostro de Mario Vargas Llosa. Benavides se instala en una mesita del “Café del Boom”, una de las salas de la casa museo que recrea detalladamente la vida del nobel. Bajo los retratos de las más importantes figuras del boom latinoamericano, se inicia la plática.
“Te doy la bienvenida, en tú casa”, dice Benavides y Mario sonríe conectado desde Madrid. Justamente, la niñez del autor de “Conversación en La Catedral”, es el punto de partida de la tertulia.
Vargas Llosa reitera, que lo más importante que le pasó en la vida es aprender a leer con el hermano Justiniano del colegio La Salle (Cochabamba -Bolivia). “Gracias a los libros pude viajar, descubrir otras ciudades, países, viajar en el tiempo hacia el futuro o pasado. Ese descubrimiento fue fundamental”, dijo.
Vargas Llosa nació en Arequipa el 28 de marzo de 1936. Meses después, partió a Bolivia con la familia materna. “En Cochabamba, mi familia se llevó a Arequipa con ellos. Lo que yo viví del Perú en Bolivia, fue Arequipa. Mis abuelos, mi mamá, mis tíos habían nacido allí (…) Los recuerdos más vivos, tenían que ver con la ciudad. Me fui contaminando y me hicieron sentir muy arequipeño desde el principio”, contesta.
J.E. Benavides (JEB): Queda constancia que en Conversación en La Catedral, “Zavalita” habla del chupe de camarones.
Mario Vargas Llosa (MVLl): Hay un episodio que ocurre en Arequipa. Tuvo que ver con mis recuerdos políticos de esa época, fueron las primeras manifestaciones en la dictadura de Odría a la que yo detestaba porque esa dictadura había sacado de la presidencia a José Luis Bustamante y Rivero, que era pariente de mi abuelo y al que teníamos una gran admiración.
JEB: Muchos de tus personajes son rescatados de tu trayectoria vital. Escenas que has vivido, aparecen en tus novelas.
MVLl: Muchos de mis personajes están inspirados de la realidad, aunque no necesariamente desde el punto de vista físico. Algunos tienen un físico determinado y características psicológicas de otros. Utilicé de las experiencias vividas por mí en el caso de “Zavalita”, pero no recuerdo si está inspirado en algún personaje que yo conocí o fue enteramente inventado.
JEB: Ese personaje sale de cuando trabajas como periodista
MVLl: Así es. Entré a trabajar en La Crónica como periodista en las vacaciones entre el cuarto y quinto de media. Había toda clase de personajes, periodistas avezados con una larga carrera, también muchos jóvenes.
JEB: Muchos personajes que salen en el libro fueron parte de tu vida
MVLl: Aparece uno con su nombre (“Carlitos”) y además con todas sus características. Era un redactor relativamente joven que se dedicaba a la crónica policial, y a mí me hizo leer mucho la literatura peruana. Me hizo leer a (José María) Eguren a (César) Vallejo a quien yo desconocía. Me llevó al bar Cordano para ver a Martín Adán. Lo espiamos desde la puerta, porque Adán, que vivía en un manicomio, salía de vez en cuando e iba directamente al Cordano a tomarse unas cervezas.
JEB: ¿Ese personaje se llama Carlitos?
MVLl: Era Carlos Ney Barrionuevo, es el nombre de este amigo que yo tuve en La Crónica (…) Me acuerdo que también me hizo leer a los franceses con quienes quedé enganchado. Por ejemplo (Jean Paul) Sartre que tuvo una influencia enorme, (Albert) Camus también, Simone de Beauvoir. Los existencialistas estaban muy de moda, tanto que aprendí francés en la Alianza Francesa. Cuando me afilié en San Marcos al Partido Comunista, que era muy sectario, muy estalinista, creo que las lecturas de Sartre, de Camus, me inmunizaron un poco.
JEB: Te diste cuenta que al no ser un escritor francés, ocupas el asiento 18 de la Academia Francesa. ¿Qué significa eso para ti?
MVLl: Aunque nunca fui un escritor francés la influencia que ejerció su cultura, más específicamente su literatura, fue muy grande. Recuerdo que el mismo día que llegué a Paris compré un ejemplar de Madame Bovary (de Gustave Flaubert) (…) Todas sus novelas me impresionaron muchísimo, pero la que más influencia tuvo en mí fue su correspondencia, sobre todo las cartas que cada día escribía a su amante, luego de trabajar 10 a 12 horas al día en Madame Bovary. Su correspondencia es absolutamente un documento excepcional sobre la intimidad intelectual del propio Flaubert. Ese libro lo seguí, lo imité; creo que fue la gran influencia que tuve sobre todo en esos años que viví en Francia.
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JEB: Donde además tuviste mucha relación con otros grandes escritores del boom.
MVLl: Había muchos escritores latinoamericanos que pasaban por Paris. Me acuerdo de Carlos Fuentes, Julio Cortázar que vivía en Francia varios años con su mujer. Eran traductores de la Unesco. Se hablaba con escándalo de que a Cortázar y a su mujer habían rechazado un trabajo permanente de la Unesco. La razón que dieron es que querían ir a museos para poder ver espectáculos. Creo que Cortázar fue el primer amigo que tuve entre los escritores que pasaban por Paris. Él y Aurora llevaban una vida absolutamente discreta y se preocupaban mucho por la pintura, iban mucho a las galerías. Cortázar era un personaje que escribía cuentos y era muy generoso con los jóvenes, siempre daba consejos.
JEB: Cuando terminaste el borrador de la Conversación en La Catedral habías dicho que empezó como la historia de un ex guardaespaldas.
MVLl: Yo quería escribir una novela política sobre el problema peruano. Y pensaba siempre que un guardaespaldas sería la figura central, pero cuando empecé fue “Zavalita” mucho más importante. El guardaespaldas al final es el chofer de un empresario con buenas relaciones con el Gobierno de Odría. “Zavalita” tiene presente una frase que es la expresión más profunda de lo que cree del Perú. Lo dice con cierta vulgaridad: “en el Perú el que no se jode, jode a los demás”. Creo que era mi idea del Perú, que había peruanos con privilegios y que esos privilegios les servían para aplastar, para hundir a otros. Es una novela bastante pesimista, aunque trabajé mucho en ella. Solamente “La guerra del fin del mundo”, me tomó tanto tiempo como escribir “Conversación en La Catedral”.
JEB: Justamente en La guerra del fin del mundo, aparecen una serie de personajes que corresponden a ciertos arquetipos, el militar, el comunista romántico, el propio Antonio Conselheiro; que son diferentes formas de fanatismo.
MVLl: Yo escribí el libro tras leer a Euclides de Cunha sobre la guerra de Canudos. Me hizo entender que las ideas que vienen de Europa, en América Latina se transforman en una cosa muy distinta (…). Los republicanos se enteran que en el interior de Bahía hay un santón llamado “Conselheiro” y unos campesinos que lo seguían fanáticamente. Habían asaltado iglesias, se habían negado a pagar impuestos. Los curas que eran raros representantes de la civilización, habían enseñado a los campesinos que cuando la República tomara el poder, en realidad, era el diablo que había tomado el poder. Entonces el Conselheiro y los campesinos en realidad luchaban contra el diablo personificado en la República. Brasil mandó una compañía, luego un regimiento y después todo su ejército a enfrentar a los campesinos de una manera terrible. Se calculaba 30.000 muertos.
JEB: Siempre he disfrutado de las novelas de Benito Pérez Galdós y este libro nuevo tuyo (La mirada quieta) es un placer leerlo.
MVLl: El famoso coronavirus nos tuvo casi 16 meses, 18 meses prácticamente confinados. De tal manera que yo me dediqué a leer a Pérez Galdós y nunca había leído a un escritor durante tanto tiempo. Creo que fue un escritor muy desigual, porque él creía en la inspiración y no trabajaba siempre todas las novelas del mismo modo. Es autor de grandísimas novelas, como Misericordia sobre la diferencia entre pobres y ricos, un libro ciertamente apocalíptico. También escribió sobre los prestamistas. El banco que no llegaba a los humildes y los prestamistas cumplían la función entre los humildes y él crea todo un personaje que se convierte en un noble y que mira sobre el hombro a los prestamistas que lo han sucedido a él mismo.