La prensa escrita fue un factor estratégico que posibilitó, desde varios años antes, la independencia de los territorios latinoamericanos. A través de los medios escritos se difundió permanentemente el ideario emancipador, tan así que algunas autoridades virreinales se encargaron de ejercer de algún modo el control de su distribución.
La historiadora Pilar Ortiz de Zevallos, a través de La República, ha dado a conocer cómo es que la escuadra libertadora estuvo al pendiente de su equipo de prensa como estrategia de su campaña de difusión y también para combatir y hacer frente a los rumores entre la población de Lima, alrededores y luego en todo el país.
“Desde su llegada, el Ejército Libertador trajo consigo una pequeña imprenta volante que se encargaría de producir las diferentes proclamas. La propaganda sobre la causa patriótica y los acontecimientos asociados a ella fue distribuida a lo largo del territorio. Al mes de su llegada a Pisco se publicó el Boletín del Ejército Libertador del Perú, primer órgano de prensa puesto al servicio de la causa libertaria. Luego aparecería El Pacificador del Perú, a cargo de Bernardo de Monteagudo.
Cuando La Serna asume el cargo de virrey, establece una política más agresiva que su antecesor a nivel de prensa. Con la aparición de dos periódicos, El Depositario y El Triunfo de la Nación, intentó hacer frente a la avanzada patriota en el terreno de las palabras, y persuadir a la población del riesgo de las ideas liberales y de las ventajas del statu quo. Cuando en julio de 1821 La Serna abandonó Lima para trasladarse a Cusco, se llevó parte de la imprenta utilizada por su gobierno. No deseaba dejarle a San Martín lo que constituía, en esos tiempos, un instrumento de gran valor. Establecido en la Ciudad Imperial, el virrey publicó La gaceta del gobierno legítimo del Perú, publicación que duró hasta la derrota de los realistas en Ayacucho (1824)”. (La República, 23 de mayo de 2021).
DIVULGA. Gaceta del Gobierno de Lima del 30 de julio de 1821 anuncia la independencia del Perú
Raúl Porras Barrenechea, diplomático, historiador, catedrático, abogado y ensayista peruano, en el número conmemorativo de la revista Mundial por el centenario de la independencia del Perú, describe el nacimiento y paso de la prensa oficial alrededor de 1821.
“De 1794 a 1810 el periodismo sujeto a censura no tiene más órgano apreciable que el periódico semioficial editado con privilegio superior por el célebre impresor don Guillermo del Río. De 1805 a 1810 en pleno acceso de mitología, se llamó la Minerva Peruana y de 1810 a 21 la Gaceta del Gobierno de Lima, de la que es vástago y continuador El Peruano de nuestros días”.
Porras Barrenechea precisa que “el periodismo agitado por la idea y el sentimiento de la patria no data de 1821. De 1821 es su acento vibrante, su fervor tribunicio. En 1811, había circulado ya un periódico secreto y manuscrito, El Diario, redactado por López Aldana y que excitaba la esperanza patriótica”.
En coincidencia con la historiadora Pilar Ortiz de Zevallos, Porras también describe que el Ejército Libertador “no olvidó traer la eficacísima cuarta arma: una prensa”. Hace referencia a las proclamas de San Martín, el Boletín del Ejército Unido, El Pacificador del Perú.
En la edición del 4 de febrero de 1921 de Mundial, Raúl Parras describe la prensa satírica de inicios de la república.
“Mejor acogida que las revistas eruditas tuvieron siempre, a través de toda nuestra vida republicana, los periódicos satíricos. Bajo los más extraños nombres de un capricho repetido hace recorrer toda la escala zoológica, mantienen todos un mismo malicioso espíritu inalterable. Hay algunos cuyo solo nombre hace reír. Tal es El hijo de su madre, El Volantuso, Los coscorrones de plomo, El Burro. Fueron los periódicos satíricos la expresión exacta de un momento político y social. Tradujeron la anarquía y la indecisión de una época agitada. Correspondieron en la literatura a los que en la política eran entonces las montoneras. Fue en cierto modo el de nuestros periódicos satíricos un montenerismo literario. Giraba alrededor de un solo escritor a cuyo ingenio y audacia se debían todas las secciones del periódico, desde el editorial reflexivo y patriótico hasta el chisme insidioso y alegre. Aparecían en los momentos de crisis y contribuían con un apodo o una letrilla sediciosa a la derrota de un gobierno o a la caída de un ministerio”.
TALLERES. Empleados en máquina de linotipos del diario La Crónica, a mitad del siglo XX.
Juan Gargurevich, periodista y candidato a doctor en historia, explica la importante labor social y política de la prensa en los siglos XX y XXI a la luz del desarrollo de la tecnologías de la información y la comunicación.
La prensa (en el Perú) fue decisiva en muchos momentos del siglo pasado porque, al participar activamente en eventos políticos, logró ser impulsora de cambios políticos y sociales que favorecieron a grupos de poder. Y solo citaré algunos: en 1919, El Tiempo y La Razón lograron movilizar la opinión contra el gobierno de José Pardo a la vez que entronizaron en el poder a Augusto B. Leguía, que se quedó en Palacio once años.
Entre 1945 y 1948, importantes grupos de poder alentaran a El Comercio y La Prensa, especialmente, para lograr opinión favorable al golpe de Estado del general Manuel Odría, quien estuvo en el poder por ocho años.
En 1956, La Prensa fue clausurada por Odría y sus periodistas llevados a El Frontón con su director Beltrán. El periodismo nacional e internacional fue sacudido por la extrema medida que al final favoreció a la entonces importante oligarquía agraria. Los grupos de presión se harían luego más fuertes y visibles con la fundación de la cadena de diarios del magnate pesquero Banchero Rossi en la década del 60.
Internet ha provocado un cambio radical en el periodismo, al extremo de volver obsoletos cánones básicos consagrados por la historia general del aprendizaje y la práctica de nuestro oficio informador. Los periodistas fuimos sorprendidos por la irrupción de esta nueva manera de informarse y debimos dejar de lado nuestra formación y reemprender el camino del aprendizaje.
El periodismo sigue siendo básico y clásico en su definición, pero no puede ignorar que tanto los soportes como los lectores han cambiado y seguirán cambiando alentados por un evento tan inimaginable como la pandemia
Cuando se extendió el uso de Internet y las redes sociales se hicieron casi indispensables, surgieron voces que alentaban el llamado “periodismo ciudadano”, esto es, ciudadanos que asistían a eventos de todo tipo luego los narraban, viralizaban y así – se dijo– reemplazarían a las redacciones.
Fue un error. Los periodistas estudian y practican para cumplir con el mandato social de lograr la utilidad del periodismo decidiendo qué noticia publicar y cuál rechazar.
Pero tampoco ignoran los profesionales las comunicaciones que ciudadanos responsables difunden por las redes sociales y que con frecuencia son recogidas en los medios. Al final, es la correcta combinación de factores lo que hace útil el aporte ciudadano.
Las libertades no son absolutas, todas tienen límites y en el caso de la expresión y la opinión están, en primer lugar, la deontología, la ética y la autorregulación; luego, los códigos civiles y penales.
Pero esto de ninguna manera limita las libertades citadas pues, al contrario, estimulan al periodista a la búsqueda responsable de la verdad.