Por: Xavier Alvarado
Atareada, Felicia Quispe contesta su celular durante uno de los tantos trajines por uno de los animales que cuida y ama. Nos pide que le devolvamos la llamada cuando se encuentre más tranquila en casa. Minutos después, ya establecida en la comodidad de su hogar, explica que gracias a que su familia tuvo mascotas, le resulta común cuidar de animales.
“Soy soltera. No tengo hijos. Al ver tantos perros empecé a recogerlos en la calle. Pero en casa, con mi familia, siempre hemos tenido animales. Perros y gatos. No es nada nuevo que los cuide”, declara a La República.
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Felicia trabajó once años en Lima y luego decidió regresar a su natal Cusco. Debido a la gran cantidad de perros abandonados que encontró en las calles del distrito de San Jerónimo, decidió establecer su albergue “Colitas sin techo” hace ya seis años.
“Aquí es común ver perros atropellados y enfermos”, comenta. “Ellos duermen en camitas. Les pongo ladrillos. En esta base coloco el colchón. Si encuentro una cama vieja, pues les armo la camita. Ellos duermen cómodos,” detalla sobre cómo pasan la noche sus canes.
El albergue fue establecido en un terreno de aproximadamente 400 m2. Este predio fue donado por su abuela. De manera rudimentaria, este refugio de mascotas se ha ido acondicionando. “Primero con alambre de púas y luego, al ver que no era seguro, colocamos malla”, relata Quispe sobre uno de los tantos arreglos que ha ido realizando. Cabe precisar que los gastos en este lugar han sido asumidos por ella misma, ya que no tiene voluntarios a su cargo.
Ninguno de sus vecinos que viven en el distrito cusqueño de San Jerónimo le ha mostrado apoyo alguno; por el contrario, la conocen como “la loca de los perros”. Solo ha recibido la ayuda de un veterinario local.
Para Felicia Quispe, la puntualidad es una virtud importante. “Para mí la hora es la hora”, repite en más de una ocasión durante la conversación vía telefónica. Lamentablemente, muchos de los que le han donado cosas no comparten su misma responsabilidad y, como si no les bastara llegar tarde, la han enviado incluso a direcciones inexistentes. Por ello, nos explica que se le dificulta confiar en la puntualidad de otros. También deja en claro que no hace mucha “vida social” ni tiene muchas amistades.
“Salía a pasear con mis perros, como cada mañana. Vivo a tres cuadras del cementerio y vi a uno de los guardianes cargando una caja de cartón con una perrita mamá dentro. Le pregunté al hombre qué estaba llevando y me dijo: ‘Esta perrita ha parido en un nicho y los jefes no quieren perros en el cementerio. Los voy a enterrar vivos’”, narra Felicia con mucho asombro.
“Era una mamá y sus cinco hijos. ‘¡Cómo la vas a enterrar!’, le dije. Él comentó: ‘¿Qué voy a hacer?, tampoco puedo llevármelos’. Y así, esa mamá con sus cinco bebés fueron los primeros en llegar al albergue. Eran Perla y sus hijitos”, recuerda Felicia sobre sus primeros inquilinos. Actualmente, sus treinta y siete perros rescatados es la mayor cantidad que ha albergado.
La mayoría de perros que recoge la mujer altruista ya no tienen dientes y superan los 10 años de edad. “Son perritos viejitos que no te dan el mismo trabajo que el de los cachorros. Se levantan, comen, toman sol, se van a la sombrita, caminan un poco. Pero con los otros es más energía,” agrega Felicia, quien solo tiene cuatro de edad temprana separados de los canes veteranos.
En lo que va del 2020, ninguno de sus canes ha sido adoptado. “Buscan perros de raza”, se lamenta. “Adoptar un perro mestizo les baja el nivel social”, trata de explicarse. Además, agrega que también los prefieren machos. “Si por ahí adoptan una hembrita, tratan de que sea una de raza”.
Cuando le hacen esta solicitud, hay veces que Felicia prefiere no responder. En otras ocasiones, cuando pierde la paciencia, admite que puede llegar a preguntarles con clara molestia: “¿Y tú de qué raza eres?”.
El único ingreso con el que cuenta la fundadora de “Colitas sin techo” es el alquiler de una vivienda. Con este dinero solventa gastos de su casa y las necesidades del albergue. Por esta razón, no recoge a todos los perros que desearía. “Tengo que ser consciente de que no puedo llevarlos a pasar hambre”, expresa. Cuando se presenta algún caso especial, ella publica en el Facebook del albergue para buscar ayuda y evitar así tener más perros de los que puede mantener.
Durante los días de cuarentena, en mayo, “Colitas sin techo” registró la mayor cantidad de nuevos ingresos con once perros. Lamentablemente, el cese de actividades también le ha traído consecuencias negativas para Felicia y su loable labor.
“En la Universidad Andina tienen un área de proyección social. Van a ayudar a viejitos, niños. Otros escogen ayudar a perritos. Solían aparecerse una vez por semana de cualquier facultad con una bolsa de galletas y un par de planchas de calaminas. Limpiaban o hacían cosas”, narra.
“Pero como no hay clases presenciales, los chicos ya no vienen. Ahora no hay ni comida”, cuenta la mujer. Una gran diferencia con el año pasado cuando, además del alimento necesario para sus animales, tenía para repartir a los que seguían en las calles.
“Claro que muchos de ellos no lo hacían porque les nacía. Realizaban estas actividades por nota”, explica. “Necesitaban llevar las fotos como evidencia que estaban en el albergue. De alguna manera comida no faltaba”. También cuenta cómo alumnos de diferentes grados de un colegio se acercaban para brindar ayuda. “Pero ahora nadie visita. Nadie viene a ayudar. Nadie se aparece con su comidita”, expresa. Como señalaba una publicación de la página en Facebook de fines de junio “Las galletas se están acabando”.
Aparte de la escasez de alimento, lo que más necesita Felicia para su centro de acogida es agua. “No tengo agua. La corrupción en el país está por todas partes”, se atreve a denunciar la animalista.
Ha solicitado el líquido elemento a los dirigentes encargados en la Comunidad Campesina Picol Orccompujio, del distrito de San Jerónimo, pero lejos de ayudarla le han pedido algo a cambio. “Pero no vas a venir así, con las manos vacías”, es la respuesta que obtuvo cuando quiso gestionar el recurso hídrico que tanto necesita.
“Presenté mi petición el 26 de mayo del año pasado. Hasta la fecha no me han recibido. Me han estado peloteando”. También se acercó al municipio a intentar averiguar si dicho personal del JASS (Junta Administradora de Servicios y Saneamiento) de su comunidad tiene un superior que los fiscalice, pero no obtuvo suerte. La junta que autoriza el servicio de agua no se la facilitó porque no vive en el lugar.
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“Necesito agua. Estoy cansada de cargar agua. Ellos necesitan agua”, se lamenta la mujer, que decide continuar con su vocación animalista pese a tener que llevar más de diez litros de agua en los 8 kilómetros de distancia que hay de su casa al albergue. También logra recolectar el agua que le ofrece el cielo cuando llueve, sorteando así las dificultades y la inacción de las autoridades.
“Hay gente que se cree dueña del agua. Para mi mala suerte, el presidente de JASS, que se está negando a darme el agua, se llama Félix Flores Jkuro; entró a ser presidente hace dos años y han vuelto a ponerlo en el cargo por otros dos años más”, comparte el dato, claramente fastidiada. “Para tener agua tendría que esperarme al 2022 a que el nuevo presidente me la dé”.
“Es cansado cargar el agua”, vuelve a quejarse, y no es para menos. Felicia debe pagar diariamente 5 soles de taxi, lo que al mes equivale 150 soles. Como señala, dicha suma podría gastarla en comprar dos bolsas de galleta para perro.
Aparte de comida y agua, lo que Felicia necesita también son desparasitantes, calaminas para los ambientes que aún le falta techar, planchas de triplay, frazadas, entre otras cosas. “Pero si tuviese agua, las cosas serían mucho mejor”, recalca.
“Me he encargado de esterilizar a las hembritas del cementerio, pero ninguno con el apoyo del municipio”, cuenta sobre otra de sus gestiones. “Todo gracias a las publicaciones. Gente que paga, gente que ni conozco. Nunca he visto personalmente a quienes pagan las cirugías”.
“La única forma de cambiar la situación de tantos perritos es concientizando a los niños”, sostiene. Para ayudar a que Felicia mantenga su admirable trabajo, puedes depositar en su única cuenta de soles Interbank: 4313126586297, Cuenta Interbancaria Interbank: 00343101312658629742; o comunicarte con ella al 982736270. Cualquier aporte será bien recibido.
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