José Víctor Salcedo
Ollantaytambo es el último pueblo inca viviente, pero agoniza porque sus construcciones y calles, genuinamente incas, son destruidas para colocar edificaciones modernas de fierro y cemento. No son gigantes de concreto como el Sheraton, pero sí edificios de dos y tres pisos.
Los dueños de las casonas antiguas, levantadas con muros y bases incas, quieren sustituirlas con estructuras de concreto. En el último quinquenio, surgieron solicitudes para construir edificios de dos y más pisos para atender a los miles de turistas que visitan el pueblo y el complejo arqueológico de Ollantaytambo, ubicado en la provincia cusqueña de Urubamba.
Estas edificaciones son la otra cara del boom turístico en la región. Diversas modificaciones arquitectónicas están desfigurando el contexto histórico. Es como matar lentamente a la gallina de los huevos de oro.
El resultado es la alteración radical de la arquitectura inca. En Ollantaytambo, la amenaza es muy seria. Fueron cuarenta licencias de construcción dadas en la gestión pasada. Un mal ejemplo ya son las dos edificaciones de cemento que se alzan ahora en pleno corazón de Qosqo Ayllu. No hay conciencia clara del valor de esta localidad en la historia del país.
Consciente de ese peligro, el actual alcalde, José Ríos, decidió paralizar las obras y dejar en suspenso las licencias otorgadas con aparentes vicios administrativos y sin anteponer la protección de la herencia inca. “Todas han sido detenidas porque dañan el patrimonio cultural. (...) Ellos deben ser conscientes de que, gracias al turismo, tenemos trabajo y que no debemos malograr nuestro patrimonio”, agregó.
Ríos informó que entregó solo dos licencias en su gestión, con estudios previos, monitoreos arqueológicos y el visto bueno del Ministerio de Cultura. “No vamos a dejar que construyan. Revisaremos con los especialistas y asesores para anular los permisos. Hay construcciones que podrían ser demolidas”, adelantó.
La arquitectura de Ollantaytambo soportó más de cinco siglos, pero está sucumbiendo a la mano del hombre. Este pueblo tiene su origen en la época preínca y era ocupado por la tribu de los tampus. Cuando fueron conquistados por los incas, los tampus tuvieron un importante papel en la organización del imperio y, por ende, también del poblado.
Según los archivos de la Real Hacienda y los parroquiales, Ollantaytambo es una ciudad planificada para los nobles del imperio y estuvo constituida por dos sectores: Qosqo Ayllu y Araccama Ayllu. Cada espacio tenía plazas, palacios, recintos y adoratorios, complementados con andenes, depósitos y murallas.
El cronista Pedro Sarmiento de Gamboa asegura que el constructor de Ollantaytambo fue Pachacútec, mientras que el Inca Garcilaso de la Vega lo atribuye a Wiracocha.
La preocupación llegó hasta Lima. El ministro de Cultura, Luis Jaime Castillo, cuestionó que en Ollantaytambo haya gente “que hace lo que le da la gana”. Hace dos semanas, visitó el pueblo y anunció un trabajo conjunto con el alcalde para frenar la expansión urbana desordenada y retraerla. Actualmente, ya hay estructuras de cuatro pisos. “Si queremos aprovechar este patrimonio, tenemos que cuidarlo”, dijo Castillo.
Por otro lado, el director de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco, Fredy Escobar Zamalloa, refirió que aquellas edificaciones se hicieron con anuencia, lamentablemente, de la municipalidad. “Nosotros emitimos nuestra opinión, pero (esta) no es muchas veces respetada por las municipalidades y dan la licencia”, refirió.
Escobar también considera que varias estructuras deben ser demolidas, pero siempre con una evaluación técnica y legal previa. “Es posible que en Ollantaytambo haya demoliciones, pero esperamos los análisis para tomar acciones”, dijo.
Otra medida que podría poner fin a esta expansión, que rompe la armonía inca en la zona, es la elaboración de la propuesta de un Plan Maestro de Ollantaytambo.
Esa norma fijaría parámetros para las construcciones. El alcalde José Ríos y el ministro de Cultura, Luis Jaime Castillo, apuestan por eso.