El psicólogo social Hernán Chaparro considera que el error de la presidenta Dina Boluarte ha sido correrse hacia el establishment, el grupo dominante que es rechazado por la población. Asevera que la alta desaprobación a la mandataria tiene que ver con el mal manejo de las protestas y la falta de empatía ante las muertes que se han dado.
—¿Cómo entiendes el rechazo alto y pronto a Boluarte, que asumió el mando legalmente tras el intento de golpe de un Castillo desprestigiado?
—Es combinación del estado de ánimo en regiones del sur y trapecio andino y el pésimo manejo político del gobierno. Sobre lo primero, son regiones donde Pedro Castillo tuvo alta votación, hay demandas históricas de inclusión y se generó un discurso de “no lo dejan gobernar” y que acusaciones y críticas vienen del establishment, los limeños, la prensa, más allá de los problemas reales. Lo otro es la indignación y rabia por las muertes.
—Lima también la rechaza...
—En Lima, hay alta proporción de gente con abuelo o padre migrante... Es rechazo a lo que se percibe como acción injusta y desmedida a una población marginada y maltratada. El manejo de la crisis fue nefasto: Boluarte pone de primer ministro al responsable político, al menos, que es Alberto Otárola, y, por sus mensajes justificatorios, da impresión de que ella quiere creerse historias o le están contando un gran cuento. La baja popularidad tiene que ver con esa poca empatía con las muertes.
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—Adviertes un aspecto emocional en que las muertes hacen que más peruanos se identifiquen con las protestas. ¿Qué implica eso?
—Todo enfrentamiento continuo genera construcción de identidades. Acá de modo muy veloz los fantasmas del imaginario de nuestra cultura política, “limeños abusivos”, “la policía aparece no cuando los necesito sino para reprimir”, que son discursos de mucho tiempo, se ven en acción. Eso genera identificación con el dolor y pensar: “esos muertos son como yo, porque podría yo haber estado allí”.
—¿Y la violencia en los manifestantes cómo se explica? Hasta se ha quemado a un policía...
—Hay actores diferentes. Lo lamentable que pasó con el policía puede haber sido algo muy puntual, no ha sido un acto sistemático. Los intentos de toma de aeropuerto y bloqueos de vías sí creo que son de grupos organizados. Algunos tienen agenda política. Eso no explica 75% que quiere que Dina se vaya. Es verosímil la idea de que algunos buscaban convencer a Castillo de movilizar gente en apoyo, pero ni ellos se esperaban dimensiones de esta movilización.
—Muchas pensaban que, con el descrédito de Castillo, no habría un reclamo tan grande...
—Creo que los reclamos son algún porcentaje de habilidad de grupos de activistas con objetivos claros y un inmenso porcentaje de incapacidad institucional y torpeza del gobierno.
—¿Que opción tuvo Boluarte para evitar rechazo tan grande?
—El presidente debe estar informado al minuto, en una coyuntura como esa, de lo que está ocurriendo. Faltó eso: un mensaje de estar siguiendo muy de cerca las operaciones. Aparentemente, eso no ha pasado.
—Si Boluarte armaba un equipo más a la izquierda, ¿le hubiera ido mejor?
—No sé si más a la izquierda. Creo que el tema es menos ideológico y más de vínculo con la población y empatía. Pedro Pablo Kuczynski, sin un pelo de izquierdista, planteó una suerte de comisión de la verdad con una respuesta política en ese momento. Creo que ella es muy dependiente. Tenemos una presidenta que en términos institucionales es huérfana. Depende de un señor Otárola y casi nombrarlo primer ministro es un salvavidas, pues él tendría que estar en la calle después de todo esto.
—Pero parece que está muy empoderado, ¿no?
—Tan empoderado como ella huérfana. En parte, el poder de él pasa porque ella no logra identificar otro lugar donde apoyarse. Es complicado con Congreso fragmentado. Martín Vizcarra, por ejemplo, gobernaba solo...
—Él también asumió el mando desde la vicepresidencia y llegó a ser muy popular...
—A punta de confrontar. Esa fue su habilidad política. En encuestas, como gestor la gente lo evaluaba mal. Como representante del antiestablishment era que tenía como 70 puntos. Y ella es parte del establishment.
—¿El error de Boluarte ha sido correrse al establishment?
—Así es. Y en buena medida, el pedido de asamblea constituyente es la forma como la gente termina canalizando su rechazo al Congreso y a la política.
—¿Al establishment, dirías?
—Así es.
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—¿Todo se ha vuelto a esta dicotomía de lo mismo y cambio, qué tenemos hace tiempo?
—A diferencia del 16, cuando el tema de constituyente no terminaba de estar cristalizado como referente alternativo, hoy hay como un discurso alternativo sin representante. El apoyo a cambio constituyente ha crecido, no porque se subraye un punto. Creo que la gente hace un reclamo general como expresión de rechazo: “estoy harto de todo, que cambie todo”.
—Dices que el aumento de apoyo a una constituyente hizo que el fujimorismo cambie en su propuesta de adelanto electoral al 23, porque hasta el 24 el ese apoyo sería más fuerte...
—No me sorprendería que el fujimorismo incorpore: “nosotros también queremos cambio de Constitución”. Ya la han venido cambiando, además... Y ya volviendo a Boluarte, como digo, ella se ha ubicado en el lugar de los políticos tradicionales.
—¿Tenía opción de ser confrontadora y mantener una representación del antiestablishment?
—Si hubiera liderado claramente desde el comienzo el adelanto electoral. Debió dar mensaje enérgico de que plantear adelanto de elecciones con unas reformas puntuales que todos queremos “y si no, yo renunció”. Presionar desde allí. Eso debió estar desde el comienzo.
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—Más bien desde el comienzo estuvo: “no voy a renunciar”.
—“Me quedo hasta el 26”. La gente normalmente no sigue la política, pero en crisis la atención aumenta. Si cuando tienes los reflectores cometes errores, eso pasa la factura rápidamente.
—Resaltas que en Colombia la represión de Duque terminó con Petro al mando. ¿La izquierda acá capitalizaría la situación?
—Ellos tenían un Petro, un líder que canaliza. Acá hasta ahora no hay. Si aparece alguien con legitimidad para captar esa indignación ante el establishment, podría irle bien. No necesariamente debe ser de izquierda, podría ser una alternativa antiestablishment de cetro. Es una lógica más antiestablishment.
—El centro, que se pulverizó el 21, ¿puede reconstruirse tras el desprestigio a la izquierda por Castillo y el de la derecha?
—Algo de aparato se necesita y, en lo electoral, manda más de la capacidad de un líder con carisma y narrativa suficiente.
—¿Prevés la renuncia de Boluarte forzada por la situación?
—Un escenario es un lento desgaste de ella en que ni al Congreso le convenga y renuncie. Otro escenario es que lleguen hasta el 24 con un desgaste tan grande que sea la camita para que cualquiera aproveche o nos fragmentemos aún más. Otra posibilidad es que no lleguen a nada en el Congreso, esto se alargue más y seamos un polvorín. Creen que todo está controlado y no hacen más que prender la mecha y mirar arriba.