Más demoró el taxi que me llevó hasta el centro de Lima que el golpe de Estado perpetrado por Pedro Castillo.
Igual fui el último en llegar a la reunión de emergencia convocada por el director Gustavo “Chicho” Mohme Seminario. Pero no fue por las “marchas” ni porque la policía cerró el acceso al centro histórico. La tardanza se debió únicamente al horroroso tráfico vehicular que sufre la capital peruana.
Y fue camino al diario (porque ahora casi todo es teletrabajo) que no pude evitar comparar el autogolpe de Alberto Fujimori de aquel inolvidable domingo 5 de abril de 1992 con esta “autovacancia” del mandatario del lapicito.
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En 1992, empero, no había smartphone, menos aún redes sociales, así que la noticia se transmitió por televisión nacional y se escuchó por radioemisoras en todo el país. La reacción vino al día siguiente.
Sin embargo, quienes pudimos llegar al diario aquel domingo 5 de abril (yo era un joven redactor de la revista Domingo) apenas si logramos ingresar a la redacción solo para ser testigos de una edición histórica: la portada salió al día siguiente con un espacio en blanco y, en el interior del periódico, varias páginas salieron en blanco por la censura impuesta por los militares que apoyaban el golpe.
Histórica. La portada de LR dio la vuelta al mundo. Foto: difusión
Aquel año, Chicho Mohme era gerente de La República. Su padre, Gustavo Mohme Llona, era senador y Alejandro Sakuda, el director del diario. El recordado Oscar Cuya estaba a cargo de la edición política.
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Así lo recuerda Chicho Mohme: “Me encontraba en casa viendo televisión cuando de improviso entró una sola señal en todos los canales anunciando el golpe de Estado de Fujimori contra la democracia peruana... Era el inicio de un modelo perverso que destruyó la incipiente institucionalidad del país, amparándose en la pacificación, y saqueó económica y moralmente nuestra nación”.
El ahora director del Grupo La República recuerda que “salí raudo al diario mientras hablaba por teléfono con mi padre (Gustavo Mohme Llona) y le invocaba se pusiera a buen recaudo, pues las detenciones y allanamientos a los opositores habían comenzado. Cuando llegué después de burlar tres anillos de seguridad (nuestras oficinas quedan a solos tres cuadras de Palacio de Gobierno) me encontré con un pelotón de soldados armados hasta los dientes que patrullaban nuestra redacción bajo el mando de un oficial, todos encapuchados (...) Solo les podía ver los ojos, pero notaba en ellos bastante más temor que el que sentían los periodistas, y es que si hay algo que distingue a los hombres libres es su convicción, y créanme que en esos momentos no hay nada que rebele más que sentir el arrastre de las botas en una redacción y nada que estimule más que el sentir la fuerza de las ideas y las plumas sobre la de los fusiles y las balas”.
Mohme recuerda que el oficial a cargo de la toma de nuestra redacción exigió hasta la saciedad que se corrigieran nuestros textos, “nada de la palabra golpe en su edición era su consigna”. “No –respondimos– o sale como está o sale en blanco”. Al día siguiente nuestra edición testimonió con espacios en blanco la censura del momento.
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Es terrible trabajar en un medio de comunicación independiente con tropas husmeando en lo que escribes. Sin embargo, nunca se pierde el olfato periodístico. Los soldados y sus oficiales permanecieron varios días en las instalaciones de La República. Lo suficiente para comprobar que sus raciones eran una miserables bolsitas de plástico con una piernita de pollo y algunas papa fritas.
Chicho autorizó que los soldados accedieran al restaurante de la empresa para que tuvieran un almuerzo decente y, al mismo tiempo, los uniformados nos contaron detalles de las miserables raciones de comida a la que estaban sometidos. La información fue suficiente para que, tiempo después, la Unidad de Investigación de LR publicara un revelador informe sobre los sistemáticos robos en el presupuesto destinado a la comida de las tropas.
Calles tomadas. Blindados EP tomaron las calles de Lima. Foto: difusión
Dos meses antes del autogolpe fujimorista, el 4 de febrero de 1992, un desconocido Hugo Chávez, teniente coronel del Ejército venezolano, dirigió un fallido golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez, elegido democráticamente en 1989.
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Hugo Chávez terminó preso, pero algunos de sus camaradas lograron escapar en un vuelo que aterrizó en Lima, donde recibieron asilo de la dupla Fujimori-Montesinos. Los golpistas venezolanos terminaron alojados, con todos los gastos pagados, en el Centro Vacacional de Huampaní.
Años después, Chávez le devolvió el favor a Vladimiro Montesinos autorizando su asilo en Caracas.