“Estamos hablando de revictimización de víctimas. Pero no. Ahí seguía Vidal, farfullando como un narrador hípico y como si no hubiese pasado nada”. ,Uno los escucha, y, la verdad, pareciera que siguen embarcados en el mismo tren y siguiendo el mismo itinerario. Lo digo porque cuando el legislador Alberto de Belaunde, quien preside la Comisión Investigadora de Abusos, le pregunta al superior encargado del Sodalicio, Alessandro Moroni, sobre cómo así se filtró un documento personal y reservado y confidencial del exsodálite Martín Scheuch, terminando en manos del arzobispo de Piura y Tumbes, José Antonio Eguren, las respuestas son de risa. O dan rabia. El Vicario General del Sodalicio, el segundo de abordo, es decir, Fernando Vidal, toma rápidamente el micro y confiesa: “Fui yo”. Y suelta una justificación absolutamente bizarra. “Se lo di para un proceso personal que él estaba llevando a cabo con Martín. Sandro estaba de viaje”. El congresista les pregunta si tienen alguna autocrítica sobre tremendo acto de infidencia y de pésimo procedimiento institucional. “Estuve en total desacuerdo”, interviene Moroni. “Fue un error terrible. Ese documento se entregó sin mi consentimiento”, agrega. Pero lo que llama la atención es que una burrada de esa naturaleza no haya tenido drásticas consecuencias. Como la remoción de Vidal, por ejemplo. Porque a ver. Estamos hablando de revictimización de víctimas. Pero no. Ahí seguía Vidal, farfullando como un narrador hípico y como si no hubiese pasado nada. “Se trató de un acto excepcional”, dijo y dio por zanjado el asunto. Ello ocurrió el 20 de noviembre del 2018, luego de explicitar que ellos no han alentado ni están detrás de las querellas presentadas contra quienes hicimos la investigación sobre el Caso Sodalicio (Paola Ugaz, el arriba firmante, y el propio Martín Scheuch a través de su blog Las líneas torcidas). Pero qué creen. Scheuch acaba de revelar un documento con papel membretado del Sodalicio, firmado por el propio Vidal, fechado el 4 de diciembre del 2018. “A quien corresponda”, reza el encabezado. Y se trata de una constancia que pretende blindar al obispo sodálite Eguren. La carta de Vidal esgrime que no existe ninguna mención, referencia o señalamiento a Eguren en los informes emitidos en las dos comisiones investigadoras convocadas por el Sodalitium. Como anota Scheuch, el blindaje a Eguren es burdo y grosero. Porque solamente en el caso de la primera comisión, el Sodalicio le ha hecho creer a la opinión pública que solo se habló con 32 víctimas, cuando fueron un centenar. “32 son solo los casos de víctimas que autorizaron que una copia de sus informes personales fuera enviado al Sodalicio”, anota el exsodálite en su blog, quien, dicho sea de paso, es la víctima Nº 6 según esta delegación investigativa. Y el arriba firmante es el Nº 10. Y conozco casos que son los números sesenta y tantos y setenta y pocos, así como Martín parece conocer algunos que se acercan al número cien. Estos informes personales, con el consentimiento de estas 32 víctimas, luego fueron confiados al superior del Sodalitium para “la implementación de las recomendaciones formuladas”, de acuerdo a lo comunicado en su momento por la secretaría técnica de la primera comisión. “Utilizarlos para otros fines –en este caso para favorecer los intereses de Mons. Eguren- está fuera de todo comportamiento ético”, apunta sin tapujos Scheuch. ¿Qué pensar de este comportamiento zafio y cazurro y gamberro por parte de las principales autoridades del Sodalicio? Pues cualquier cosa. Digan lo que digan Vidal y compañía, sus declaraciones parecen las de una rubia con pasado moreno, a quienes todo parece importarles un chorizo.