Le aseguro que no me voy a correr ni buscar asilo cobarde.,Ni la desesperación por el descalabro de su partido justifica que el congresista Mauricio Mulder pervierta la inmunidad parlamentaria en impunidad para agraviar mintiendo y sin arriesgarse, como cualquier ciudadano, a la consecuencia que la justicia determine. Mulder volvió a agraviarme anteayer, vía Twitter, con mentiras, con la táctica que la ha enseñado Alan García de etiquetar para desprestigiar, y con la actitud de los políticos que usan sus privilegios e influencia política para sacarle la vuelta a la justicia. Que es lo que hace Alan García, a cuyo blindaje Mulder ha dedicado su esfuerzo de ‘parlamentario-chaleco’ y cabeza visible de esa alianza promiscua que es el fujiaprismo porque su objetivo central es ejercer poder para proteger y atacar a quien le convenga por pura motivación política. Como Mulder me difama usando mentiras, quisiera querellarlo ante la justicia para que esta resuelva, pero yo no puedo hacerlo porque él abusa de la inmunidad parlamentaria para emplearla como impunidad para delinquir sabiendo que nada le pasará. Si Mulder está seguro de lo que me acusa, corresponde que me demande para que la justicia resuelva. Es lo que le he reclamado a congresistas de su agrupación el fujiaprismo que han hecho lo mismo en estos años. Pero ninguno lo cumple porque saben que pueden agraviar y mentir sin correr riesgo porque usan la inmunidad como escudo de impunidad. La inmunidad parlamentaria tiene el objetivo legítimo de permitir que los congresistas cumplan su misión sin presiones, pero lo que han hecho nuestros otorongos es degenerar este concepto convirtiéndolo en impunidad para eludir las consecuencias de la justicia por delitos que ya cometieron, o para seguir delinquiendo, por ejemplo, agraviando a otras personas que no tienen esa protección especial. Para que los congresistas no abusen de los ciudadanos, la inmunidad parlamentaria debe ser reformulada o eliminada. Mientras ello ocurre, le reitero a Mulder mi exigencia de que, si tiene las pruebas de las acusaciones que me hace, las lleve a la justicia, y ahí se demostrará su difamación. No hacerlo sería una cobardía –pues insulta encubriéndose en la inmunidad– similar a la de su jefe que se esconde en la embajada de Uruguay para correrse de la justicia. Mejor se lo diré, para que entienda bien, como le suele hablar su patrón del cual es chaleco: demuéstralo en un juicio, pues, imbécil. Le aseguro que, si lo hace, a diferencia de su jefe, yo no me voy a esconder en un asilo cobarde de embajada.