Una reforma de justicia sin una política que impulse la integración de las mujeres en las decisiones es insuficiente.,Una de las condiciones más importantes para la manifestación de la violencia de género es la desigualdad. Para enfrentar la epidemia, que cada año crece en nuestro país, deberíamos empezar por promover una presencia balanceada de hombres y mujeres en organismos de justicia. Sin embargo, el Congreso evitó que se impulse una participación equilibrada de hombres y mujeres en la Junta Nacional de Justicia. Aunque no todas las mujeres son justas ni sensibles al tema de la violencia contra la mujer, entre un hombre y una mujer calificados hay más posibilidades de que sea la mujer la que se interese en combatirla. Organismos integrados por una gran mayoría de hombres tienden a desatender asuntos relacionados a la mujer. En el Perú hemos llegado a cifras alarmantes de violencia contra la mujer, cifras que nos hacen competir por los peores puestos; por eso en cualquier jurado, ya sea de justicia, de un concurso o de lo que sea, deberíamos buscar la excelencia pero también el equilibro de género. Una reforma de justicia sin una política que impulse la integración de las mujeres en las decisiones es insuficiente. Gracias a la meritocracia sin intención de balance se han elegido solo cuatro mujeres de catorce jueces supremos; de cinco fiscales supremos, solo una es mujer y de los catorce consejeros del CNM, solo dos son mujeres. La meritocracia está muy bien cuando se aplica a una situación de equidad, en la que tanto hombres como mujeres acceden a las mismas oportunidades y se enfrentan a dificultades similares. La famosa meritocracia sin matices es la que ha encumbrado siempre a esos jueces corruptos e insensibles con las víctimas de violencia. No puede haber justicia si está gobernada solo por hombres.