El gobierno deberá mantenerse alerta en las dos semanas que vienen. Su decisión y muñeca quedará a prueba..,En política es difícil aspirar a las victorias totales. Esto es algo que comprenden el Presidente Martín Vizcarra y el Premier César Villanueva, y por eso han dado por buena la fórmula con la que el Congreso les otorgó la cuestión de confianza. El premier César Villanueva ha explicado que espera que el Congreso respete el acuerdo de las bancadas de aprobar las reformas hasta el 4 de octubre, lo que permitiría realizar el referéndum en diciembre. Ha dicho que no hay razón para que no cumplan con el plazo, que era innecesario o podía ser tomado a mal que el Ejecutivo impusiera las fechas. Era una reacción lógica y ajustada a los usos y costumbres de la política, pero implica un alto riesgo, pues al otro lado de la cancha tienen a un rival como Fuerza Popular, que no se preocupa por respetar las costumbres, las reglas o el fair play. Que ni siquiera parece estar practicando el mismo deporte que el gobierno. No me cuesta imaginar a los miembros de la cúpula de Fuerza Popular comentando que esperaban este retroceso, que sabían que el gobierno no iba a llevar la cuestión de confianza hasta las últimas consecuencias, que estaba claro que sus amenazas eran vacías, que Vizcarra y Villanueva tarde o temprano iban a arrugar. Tanto el Presidente como el Premier deben ser conscientes del razonamiento con el que funciona Fuerza Popular. Lo suyo no es la negociación: es el choque de trenes, donde gana el más decidido, el que menos titubea. Al aceptar la salida ofrecida, el gobierno arriesga su credibilidad de cara a la oposición y se expone a una ofensiva que puede ser feroz. El Ejecutivo no ha querido proyectar esa imagen de prepotencia que Fuerza Popular más bien se esfuerza por cultivar. Al final de este episodio en la intrincada relación de los dos poderes del Estado lo siguió un verdadero desembalse de declaraciones altisonantes: los voceros de Fuerza Popular volvieron a arremeter contra sus críticos —concentrándose en la prensa— y alimentaron la falsa especie de que Martín Vizcarra es un golpista. En la ofensiva se volvió a colar Keiko Fujimori, ahora para comentar la abrupta caída de su popularidad. Según dijo, es el resultado de «una campaña de desprestigio e insultos de parte de la prensa». La lideresa de Fuerza Popular puede creer o no en esta explicación indulgente y vacía de autocrítica, y no sé qué es más peligroso: que le falte sinceridad o que sienta que es infalible, que hasta ahora todo lo que ha hecho está bien, que la culpa la tienen los otros. El gobierno deberá mantenerse alerta en las dos semanas que vienen. Su decisión y muñeca quedará a prueba en la medida que el fujimorismo busque desfigurar los proyectos de reforma o pretenda incumplir los plazos del referéndum. Esa bala de plata que es la cuestión de confianza tendrá que estar sobre la mesa y a Vizcarra no deberá temblarle la mano si llega el momento de usarla.