Corrupción y mediocridad explican drama del Congreso,Ninguna institución política se salva del descalabro reputacional, pero lo que pasa en el Congreso es tan grave que lleva a pensar que ahí está el origen de la distancia creciente de la gente con la política. La calificación ciudadana al congreso es 6.2 sobre 20, inferior al Poder Judicial (7.2) y el Gobierno (9.4), según Pulso Perú de Datum. Los congresistas suelen atribuir este grave problema como lo hace la mayoría de políticos ante líos similares: es un asunto de mala comunicación, de mala prensa, de mala leche. Lo ha dicho el propio presidente del congreso, Luis Galarreta, quien dijo que, por ese motivo, iba a apoyar la ‘ley Mulder’ para prohibir la publicidad estatal en medios privados, es decir, no por un objetivo de austeridad sino por venganza y chantaje. No es gratuita, entonces, la desaprobación de 75% que merece Galarreta en la encuesta de Datum, en parte porque a la ciudadanía le molestan mucho las agresiones a la libertad de expresión luego de hechos tan lamentables en este terreno como la intervención de la prensa del gobierno del general Juan Velasco en los setenta, o los sobornos a los medios realizados en los noventa por el otro ‘chino’, Alberto Fujimori. Pero hay más razones detrás de la escasa reputación del congreso, y la encuesta de Datum ofrece varias razones que se resumen en causas sencillas de identificar sin la necesidad de un sondeo de opinión pública. Conflictos de interés (caso SBS-cooperativas, por ejemplo), manejo prepotente y autoritario (un día cualquiera en la vida de Galarreta como presidente del Congreso), tráfico de influencias, corrupción y mediocridad. Esto último es particularmente relevante para la gente. Sin generalizar, obviamente, en este congreso abunda gente bastante impresentable que denigra la imagen del parlamento. Para solo recurrir al último par de días, están Yesenia Ponce con el espectáculo bochornoso de explicar lo inexplicable con las mentiras penosas de sus estudios bamba. O Edwin Donayre con su iniciativa lanzada anteayer –con esos grititos de cuartel que le gustan– para que ningún joven menor de 17 pueda salir de su casa después de las 10 pm “para que no se reúnan con la pandilla ni se fumen un troncho”. Con ironía, el congresista Guido Lombardi comentó que la prohibición se debería ampliar “a los idiotas en ningún momento de las 24 horas”. Pero el problema, finalmente, no es de gente como Ponce o Donayre, sino de los partidos que reclutan gente así para zamparlos en la política.