Sobre personas que cumplen sus condenas por terrorismo.,Este columnista no es psicólogo para entender a quienes dejan la cárcel tras condenas de más de dos décadas por terrorismo pero, por mi trabajo en el periodismo, he tenido la oportunidad de conversar con alrededor de una docena de personas que salió en libertad tras cumplir esas sentencias, o que estaba a un paso de hacerlo, y en base a ese conocimiento, limitado sin duda, he identificado algunos rasgos comunes que quiero compartir a continuación. Veinticinco años de cárcel es un lapso con la capacidad de demoler a cualquiera. Han sido, además, prisiones en condiciones muy duras, especialmente en los primeros años. Oigo en estos días a gente que dice que son personas que no han cambiado, pero créanme que un cuarto de siglo en cárcel cambia a cualquiera. Salen de la cárcel agotados, hablan lento, con frecuencia con actitud reflexiva, algo que puede tener que ver con todo el tiempo en soledad que tuvieron para pensar y repensar lo que hicieron, en lo que se metieron, y en lo que pudieron hacer. Cuando recién dejan la cárcel salen a (re) conocer una ciudad y un país que ya no son los mismos, que han cambiado mucho, con otros ruidos y paisajes urbanos. Les cuesta adaptarse. Les produce temor. Uno de ellos, con varios crímenes en su cuenta, me contó del pánico que sintió el día que salió de la cárcel en un semáforo de la Av. Faucett cuando pensó que alguien que se acercaba al auto era un ‘bujiero’. La mayoría reconoció que, habiendo hoy muchos problemas, el Perú es un mejor lugar para vivir que el país en el que tiraban bombas y mataban, y que ese progreso no fue por ellos. Que fue a pesar de ellos. Son conscientes de que su futuro no es sencillo, ni para encontrar un trabajo ni para socializar, por el temor con repudio que generan en la gente que se entera de lo que hicieron. El reencuentro con sus familias tampoco es fácil, pues con frecuencia sienten lo mismo. Quieren vivir, en todo el sentido de la palabra, lo que les queda por vivir, sabiendo que se les fue entre rejas lo más valioso de sus vidas. Saben que perdieron, en todos los sentidos, pero quieren, a pesar de ello, encontrarle un sentido a su vida. ¿Se arrepienten? Creo que sí, pero dicen que no, pues aun reconociendo sus errores y crímenes, tratan de encontrar algo en qué aferrarse. Tampoco les servía para reducir la condena. Sienten que, por haber cumplido su condena hasta el último día, no deben nada a la sociedad. Que pagaron por lo que hicieron. No sé si tienen pesadillas. Sospecho que sí.