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Opinión

Los Gutiérrez, por Antonio Zapata

“Por ello, ante el golpe de los Gutiérrez, una multitud protestó en la misma plaza de Armas. En paralelo, las FF.AA se dividieron, la marina no acató”.

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Antonio Zapata

Por: Antonio Zapata

El 22 de julio de 1872 los hermanos Gutiérrez se rebelaron contra José Balta. Eran coroneles, el mayor era ministro de Guerra y los otros tres tenían mando de tropa en Lima. Arrestaron al presidente y proclamaron a Tomás como mandatario. Pero la coyuntura era muy especial. El país estaba ante un inminente cambio de régimen y Manuel Pardo a punto de asumir la presidencia. El golpe de los Gutiérrez causó una hecatombe, generada por su fallido intento de desafiar la voluntad popular.

El trasfondo económico jugó un importante papel. La economía había crecido mucho en los años anteriores, gracias al contrato Dreyfus, que había inyectado grandes sumas de dinero en el Estado. Pero se había detenido en seco la fase expansiva y estaba comenzando la crisis final de la renta guanera. Como consecuencia, muchos trabajadores habían caído en el desempleo. Después de abrigar elevadas expectativas, se vivía una profunda decepción.

La situación política también era crítica. Pasados cincuenta años de independencia, todos los gobernantes habían sido militares, ningún civil. Por ello, Manuel Pardo, quien era hombre de fortuna y líder político, formó una agrupación y participó exitosamente en las elecciones de ese año. El proceso electoral fue largo y competitivo, motivando la extensión nacional del grupo de Pardo, que precisamente se llamó Partido Civil.

Había logrado agrupar a sectores de elite y de clase media profesional que apostaron por refundar el país de una manera práctica. Tenía mucho apoyo.
Por ello, ante el golpe de los Gutiérrez, una multitud protestó en la misma plaza de Armas. En paralelo, las FF.AA se dividieron, la marina no acató, los buques se hicieron a la mar e incluso escondieron a Pardo, quien temía por su vida con justa razón.

La tragedia comenzó cuando Silvestre Gutiérrez salió con sus tropas a disolver la manifestación a balazos. Hubo algunas bajas y el ejército persiguió a la multitud que retrocedía asustada. En ese momento, un balazo terminó con Silvestre. Al cadáver le arrancharon todo y desnudo fue arrojado a una iglesia.

El expresidente Balta estaba preso bajo custodia de Marcelino Gutiérrez, quien se alteró al saber la noticia de la muerte de Silvestre y sospechó que la gente de Balta lo había matado. Ahí vino otro error fatal.

El expresidente fue asesinado en forma alevosa, mientras descansaba dormitando. Las rabonas salieron despavoridas y esparcieron la espantosa noticia por toda la ciudad. Balta había sido asesinado a traición. Inmediatamente se formó una inmensa multitud que buscaba derribar a los Gutiérrez.

Asustado, Tomás abandonó Palacio y se refugió en el cuartel Santa Catalina, que estaba al mando de su hermano Marcelino. Pero la protesta lo siguió y cercó el cuartel. Los militares se desesperaron, intentaron salir cargando contra el pueblo, pero a pesar de las numerosas bajas, la lucha se sostuvo y más bien empezaron las defecciones entre los uniformados.

Mientras tanto, el cuarto hermano estaba en el Callao, intentando contener la protesta chalaca, ordenó disparar y no fue obedecido, más bien la tropa lo asesinó.

Tomás pretendió huir disfrazado, pero lo atraparon unos militares leales al civilismo, quienes quisieron llevarlo preso. Sin embargo, la multitud lo arrebató y le dio una muerte espantosa; su cadáver fue arrastrado a la plaza de Armas, donde también trajeron el cuerpo de Silvestre.

Ambos fueron vejados y colgados de las torres de la catedral. Al día siguiente derribados con estrépito y quemados en una pira pública.
Al terminar, Pardo regresó a Lima y asumió la presidencia. En su discurso sostuvo que lo ocurrido había sido terrible, pero justo; se dirigió a las siguientes generaciones y a los futuros gobernantes diciéndoles que siempre debían recordar. Jamás repetir una tragedia de estas dimensiones.