
El gobierno de Estados Unidos publicó una nueva Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de 33 páginas que define el rumbo de la política exterior del segundo mandato de Donald Trump. El documento, colgado en la web de la Casa Blanca, plantea un giro claro: priorizar el hemisferio occidental, poner fin a “la era de las migraciones masivas”, rebajar el rol de EE. UU. como garante del orden mundial y reorientar recursos militares hacia América Latina y el Caribe.
La estrategia se presenta como un "corolario Trump" de la Doctrina Monroe y combina tres grandes ejes: restaurar la preeminencia estadounidense en su hemisferio, contener la influencia de China sin llegar a la guerra, y presionar a Europa para que cambie de rumbo en migración, defensa y Ucrania. El texto habla de negociar un “cese rápido de las hostilidades en Ucrania” para lograr “estabilidad estratégica con Rusia”, mientras reduce la prioridad de Oriente Medio y África, tradicionalmente en el centro de la agenda de seguridad estadounidense.
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El documento declara que Estados Unidos "reafirmará y hará cumplir la Doctrina Monroe" para restaurar su preeminencia en el hemisferio occidental y proteger tanto el territorio estadounidense como el acceso a geografías clave de la región. La nueva estrategia se compromete a negar a “competidores no hemisféricos” la posibilidad de posicionar fuerzas o controlar activos estratégicos -como puertos, infraestructuras críticas o recursos naturales- en América Latina y el Caribe, reeditando en clave contemporánea la lógica de 1823 que definió la política de Washington hacia la región.
Esa ambición geopolítica se articula en torno a la seguridad fronteriza y la migración. La ESN afirma que "la era de la migración masiva debe llegar a su fin" y define la protección de fronteras como "elemento primordial de la seguridad nacional". El texto reclama un "reajuste" de la presencia militar global para atender "amenazas urgentes en nuestro hemisferio", empezando por la migración, e incluso pide una mayor presencia de la Guardia Costera y la Marina para controlar rutas marítimas, frenar la migración irregular, reducir el tráfico de drogas y personas y asegurar corredores estratégicos en caso de crisis.
La estrategia también se apoya en los hechos de las últimas semanas: un despliegue de activos militares estadounidenses en el Caribe y Centroamérica, junto con ataques a barcos acusados de transportar drogas, que el gobierno ha presentado como operaciones antidroga, pero que, según analistas, también buscan aumentar la presión sobre Nicolás Maduro. Washington ya ha cerrado parcialmente el espacio aéreo sobre Venezuela, y prepara opciones militares en el marco de crecientes tensiones bilaterales.
En el plano económico, la ESN llama a “profundizar” las relaciones con los gobiernos latinoamericanos para identificar recursos estratégicos —como minerales críticos y tierras raras— y promete trabajar con el sector privado para facilitar “adquisiciones e inversiones estratégicas” de empresas estadounidenses en la región. Al mismo tiempo, advierte que las alianzas y la ayuda estarán condicionadas a la reducción de la influencia de potencias externas, en la práctica una referencia a China, que ha incrementado de forma notable su presencia financiera y de infraestructura en América Latina.
En el capítulo dedicado a China, la Estrategia de Seguridad Nacional admite de forma inusual que el país asiático ya es un "competidor casi paritario" de Estados Unidos, tanto en términos económicos como de poder político. El documento sostiene que la clase dirigente estadounidense se equivocó durante décadas al apostar por la integración de Pekín en un "orden basado en reglas" a través del libre comercio, y afirma que esa política permitió a China "hacerse rica y poderosa" a costa de la industria y el empleo estadounidenses. Así lo informó The EurAsian Times.
Frente a ese diagnóstico, la administración Trump promete “reequilibrar” la relación económica con China priorizando la "reciprocidad y la equidad" para restaurar la independencia económica estadounidense, manteniendo aranceles y otras barreras frente a lo que define como prácticas comerciales depredadoras, robo de propiedad intelectual y control de cadenas de suministro críticas. Al mismo tiempo, el texto matiza que el comercio bilateral debería concentrarse en sectores "no sensibles" y aboga por mantener una relación económica "mutuamente ventajosa" con Pekín, un mensaje que busca tranquilizar a mercados y aliados asiáticos.
En el terreno militar, la estrategia insiste en evitar una guerra en el Indo-Pacífico mediante la disuasión. Plantea construir unas fuerzas capaces de "negar la agresión" en la Primera Cadena de Islas y reitera la política declaratoria tradicional sobre Taiwán: EE.UU. no apoyará cambios unilaterales del statu quo en el estrecho, aunque subraya que disuadir un conflicto sobre la isla -clave por su peso en semiconductores y por su posición geoestratégica- es una prioridad. El documento insiste en que los aliados en Asia, especialmente Japón y Corea del Sur, deben invertir más en defensa y "hacer mucho más" por la seguridad colectiva.
La parte europea de la ESN supone una ruptura con el enfoque tradicional de Washington hacia sus aliados. El documento pinta un continente en "declive económico" pero, sobre todo, amenazado por una posible "borradura civilizatoria" debido a la combinación de alta migración, caída de la natalidad, censura del disenso político y pérdida de identidad nacional. La estrategia responsabiliza a la Unión Europea y a otros organismos transnacionales de socavar la soberanía y la libertad política de los Estados miembros.
En un lenguaje que se hace eco de los discursos de la derecha radical europea, el texto habla de "cultivar la resistencia a la trayectoria actual de Europa dentro de las naciones europeas" y celebra la creciente influencia de los llamados partidos "patrióticos". Además, sostiene que muchos gobiernos europeos son "minorías inestables" que habría "pisoteado principios básicos de la democracia" para frenar a la oposición, y afirma que una "gran mayoría europea quiere la paz" en Ucrania, pero que esa demanda no se traduce en políticas por la supuesta manipulación de las élites.
La ESN dedica un espacio central a la guerra en Ucrania. Evita hablar de "agresión rusa" y se refiere al conflicto como la "guerra de Ucrania", fijando como "interés central de Estados Unidos" negociar un "cese expedito de las hostilidades" para estabilizar las economías europeas, reducir el riesgo de escalada y restablecer la estabilidad estratégica con Rusia. Paralelamente, el documento aboga por "poner fin a la percepción, y evitar la realidad, de la OTAN como una alianza en expansión perpetua", una formulación que alimenta los temores en Kiev y en varias capitales europeas de que Washington esté dispuesto a aceptar concesiones territoriales a Moscú.
En materia de defensa, la estrategia insiste en que "se acabaron los días en los que Estados Unidos sostenía todo el orden mundial como Atlas" y reclama que las potencias europeas asuman "la responsabilidad primaria" de la seguridad en su región. Cita incluso el compromiso de La Haya, que fija como objetivo un gasto del 5% del PIB en defensa para los miembros de la OTAN, lo que implicaría un aumento drástico del presupuesto militar europeo. Gobiernos como el de Alemania han replicado que no necesitan "consejos externos" para gestionar sus asuntos, mientras analistas advierten que el giro estadounidense puede dejar a la UE más expuesta frente a Rusia si no consigue cerrar filas ni aumentar rápidamente sus capacidades.

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