
China logró superar a Estados Unidos en la carrera por la defensa espacial al anunciar oficialmente la activación de su sistema de defensa orbital antimisiles, conocido como el 'Golden Dome'. Este sistema, que lleva el nombre de Donald Trump, representa un avance importante, ya que Pekín ya ha desarrollado un prototipo funcional, mientras que EE. UU. aún no tiene un diseño para su propio escudo espacial.
El sistema de defensa chino no se limita a un prototipo físico, puesto que también ha integrado una plataforma avanzada de big data para la detección temprana distribuida. Según los científicos involucrados, este sistema tiene la capacidad de monitorear hasta mil misiles disparados simultáneamente desde cualquier parte del mundo, utilizando sensores distribuidos en el espacio, el aire, el océano y la tierra.
El general de la Fuerza Espacial de EE. UU., Michael Guetlein, admitió recientemente la incertidumbre en el desarrollo de su propio sistema de defensa espacial, reconociendo que aún no se ha definido un diseño claro. Mientras tanto, China sigue avanzando en la creación de un sistema de defensa global que, si tiene éxito, podría ofrecerles una invulnerabilidad total frente a ataques nucleares.
Esta plataforma podrá identificar y analizar amenazas en tiempo real, incluyendo las trayectorias de vuelo y el tipo de arma, distinguiendo entre ojivas reales y señuelos. Además, permitirá a China tener un control integral sobre las amenazas nucleares y de misiles.
El núcleo de este escudo es una red digital operativa bajo una arquitectura “físicamente dispersa, lógicamente unificada”, lo que significa que sus componentes están distribuidos globalmente, pero funcionan como una sola unidad. Esta plataforma no reemplaza la infraestructura militar existente, sino que se acopla a ella, unificando datos aislados de sensores terrestres, marítimos, aéreos y espaciales.
Esto es posible gracias a tecnologías como el protocolo de transporte QUIC, que garantiza una transmisión de datos rápida y segura incluso bajo interferencias. Con esta información, la plataforma identifica trayectorias, tipos de misiles y diferencia entre objetivos reales y señuelos, para luego activar los sistemas de intercepción con un alto nivel de precisión.
Uno de los interceptores clave es el HQ-29, un misil diseñado para destruir amenazas fuera de la atmósfera mediante impacto cinético directo. Equipado con hasta 100 propulsores de pulso distribuidos en su cabeza, el HQ-29 puede maniobrar en pleno vuelo con una precisión milimétrica. Esta capacidad le permite corregir su trayectoria en la fase final del ataque.
Mientras China avanza con su escudo, el programa Golden Dome de Estados Unidos enfrenta un desafío clave: no es tanto la defensa contra los misiles lo que constituye un obstáculo, sino el manejo del flujo de datos.
Ambos países compiten por crear una red de defensa integrada que combine inteligencia artificial y abarque todos los dominios posibles, pero el principal reto de Washington es garantizar que la información esté en el lugar adecuado en el momento preciso.
Según recogió el medio El Confidencial, Dan Knight, vicepresidente de Arcfield, lo expresó de manera directa: "Tenemos la información que necesitamos, pero no está donde debería estar". Así, aunque la idea de un sistema global de defensa fue concebida por EE.UU., parece que China ha logrado materializarla de manera más efectiva.

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